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Obama-Francisco

¿Nuevas sorpresas para 2015?

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Hace pocos días el mundo entero se sorprendió con la jugada con la que el papa Francisco y el presidente Obama, con la necesaria anuencia de los Castro, daban por cerrado los años de desencuentros entre Cuba y Estados Unidos. Derribaban así uno de los últimos muros remanentes de la Guerra Fría y contribuían a remover uno de los principales obstáculos en la fluctuante relación Norte-Sur de las Américas. La gran incógnita es si se trata de una decisión aislada o el inicio de estrategia conjunta entre el primer presidente negro y el primer Papa latinoamericano.

El argentino está trabajando en otros frentes y seguramente no tiene por qué darle la exclusividad al estadounidense. Pero este antecedente puede inspirarlos a seguir planeando acciones compartidas, entre un hombre audaz y creativo como Francisco y un mandatario como Obama, que con una muy fuerte agenda ideológica ya está al final de su mandato y no le teme tanto a los lobbies internos de mucha influencia electoral. El descongelamiento entre La Habana y Washington fue posible porque el ocupante demócrata de la Casa Blanca jugó por encima de las presiones de los Cuban-American, mucho más inclinados hacia los republicanos y en franca disminución en número y poder por el paso de los años, que parece no sólo afectar a los gerontes que todavía gobiernan la isla, sino también a sus perseguidos de antaño. Del lado papal, sin dudas fue clave el liderazgo indiscutido de Francisco entre los habitantes y líderes de nuestra región.

Para poder prever otras acciones entre el máximo poder terrenal y el máximo poder espiritual, tal vez tengamos que movernos un poco e ir al epicentro del mayor conflicto que divide y desangra a nuestra especie. En Medio Oriente, si bien las cosas se han desmadrado en los últimos tiempos con la aparición de un actor inesperado y extremadamente salvaje como Estado Islámico, el núcleo del conflicto sigue siendo el que enfrenta a israelíes y palestinos por el control de aquellas tierras, consideradas de las más santas entre las tres religiones monoteístas de tronco abrámico.
Para avanzar hay que convencer a los extremistas de ambos bandos que cedan posiciones. El problema es que muchos de ellos gobiernan sus propias facciones. Obama puede hacerlo del lado israelí, no tanto por cercanía con su gobierno y menos con su líder Netanyahu, sino porque los EE.UU. constituyen el principal sostén de Israel, desde cualquier punto de vista, y un aflojamiento de esa alianza puede ser letal para la perpetuación de ese estado de mayoría judía en la tierra prometida. Para hacerlo debería enfrentar a factores de presión interna mucho mayores que los cubanos de la Florida. El lobby pro Israel dentro de los EE.UU. no sólo tiene mucho peso electoral en varios estados, sino también enorme influencia en actividades y áreas estratégicas de la economía norteamericana. El presidente también podría utilizar a sus poderosos aliados en la región, los sauditas, Qatar y otros, para ponerles presión a los palestinos, mucho más ahora que todos están muy preocupados con los nuevos frentes abiertos.
Por su lado, Francisco puede ayudar con sus contactos y amigos de la comunidad judía, pero también con su influencia y llegada en el mundo musulmán. Reproducir lo que ya logró en los Jardines Vaticanos, cuando junto al patriarca ortodoxo Bartolomé, plantara el olivo de la paz con los moderados Mahmoud Abbas y Simon Peres. El desafío ahora sería conseguir que los más duros de ambos bandos, Netanyahu y los líderes de Hamas, acepten el convite. Para eso ambas partes tendrían que ceder, tal cual lo hicieron otras veces en el pasado y como lo demostraron cubanos y norteamericanos hace pocos días.

La combinación entre el poder terrenal de César y la influencia y autoridad espiritual de un auténtico representante de Dios, ha probado ser imparable a lo largo de la historia. Mucho más en un conflicto como éste que involucra altos intereses petroleros y financieros, aparato militar, todo construido sobre una serie de desentendimientos de origen religioso. Una paz más estable y duradera entre palestinos e israelíes no sólo descomprimiría la relación entre ambas partes, sino que también removería uno de los justificativos principales del odio que divide a las civilizaciones que ahora peligrosamente se enfrentan. Una buena tarea conjunta para Obama y Francisco en este 2015 que se inicia.
 
*Analista internacional.