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Nuevo mapa político

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Alfonsinista. Alberto Fernández habló como lo hubieran hecho un radical progresista o Lavagna. | pabloc uarterolo

El método es el mismo, las consecuencias idénticas y la conformación necesariamente cambiante para darle al devenir un continuo cauce. Así como Macri gozó (y no supo mantener) del peronismo dividido, Alberto Fernández tratará de dividir a Juntos por el Cambio. De la misma forma que los aliados naturales de Macri en 2016 eran los peronistas no K, los aliados naturales de Alberto Fernández serán los radicales. Su discurso de asunción en el Congreso hubiera sido celebrado por Alfonsín si hubiera vivido; por el contrario, difícilmente podrían serlo los de Macri en el Congreso. Las reiteradas menciones de Alberto Fernández a Alfonsín, además de contrastar con la inexistente inspiración alfonsinista de Macri, indican abiertamente cuál es el nuevo mapa político que desea dibujar el Presidente.

Socialdemocracia republicana a lo Alfonsín, o nacionalismo a lo Trump o Cristina

Al revés, la decisión de que sea Patricia Bullrich quien presida el PRO indica también el mapa que contribuye –consciente o inconscientemente– a dibujar Macri, más corrido a la derecha, como si en la derrota se encerrara sobre sí mismo y volviera a las fuentes de López Murphy con Propuesta Republicana. Y para justificar su período presidencial de las innumerables y crecientes críticas, además de las persecuciones judiciales que deberá enfrentar, se recostara sobre la idolatría del aplauso fanatizado de antiperonistas con devoción de groupie, afectando así el futuro de Horacio Rodríguez Larreta, como ya lo hizo con María Eugenia Vidal.

Quizá Macri piense que Alberto Fernández terminará mal, como Guillermo Moreno, quien en un reportaje radial de antología (https://bit.ly/35m5fk8) dijo: “Si al peronismo lo hegemoniza el progresismo, Alberto termina en Devoto”. “La socialdemocracia y el neoliberalismo están terminados”. “Ahora Estados Unidos hace lo que hacía yo”. “El 40% que sacó Macri es un proyecto oligárquico que se va a reinventar como nacionalismo de exclusión”. “El progresismo solo entiende categorías europeas y perjudica al peronismo; lo que viene es la confrontación entre nacionalismo de exclusión y nacionalismo de inclusión”. Ya hace meses Guillermo Moreno había dicho que Alberto Fernández era neoliberal en economía y socialdemócrata en política, las dos categorías que vaticina perimidas.

Puede ser que la compañía de Pichetto haya liberado a Macri del cuidado, nunca enteramente logrado, de no ser políticamente incorrecto y viendo los aplausos que cosecha Patricia Bullrich en los actos de Juntos por el Cambio crea que en un futuro a lo Bolsonaro sin darse cuenta de que está pescando en su propia pecera y haciéndola cada vez más chica.

Pero como la carrera electoral es de suma cero, el futuro de la oposición dependerá del éxito o fracaso del oficialismo encarnado ahora en Alberto Fernández. Si su discurso en el Congreso al asumir representara su verdadero sentimiento “socialdemócrata” y no, como ya sucedió en 2003 con Néstor Kirchner ilusionando al nombrar una Corte Suprema independiente, o en 2007 Cristina Kirchner prometiendo la institucionalidad de Alemania como modelo, para luego derivar en autoritarismos personalistas subdesarrollados, si esta vez la historia fuera diferente y el progresismo caracterizara de verdad a este nuevo ciclo presidencial, en ese caso, la oposición que emergiera sería nacionalista.

Pero no necesariamente solo desde la oposición a la manera de un “nacionalismo de exclusión” del tipo de Bolsonaro, con Macri-Picheto-Bullrich como referentes. Podría también surgir desde dentro del oficialismo en forma de “nacionalismo de inclusión”, como Cristina Kirchner o Chávez porque, si Alberto Fernández fracasara al intentar cerrar la grieta, el plan B del Frente de Todos tendría la alternativa de extremar el antagonismo como simbólicamente insinúa Axel Kicillof.

Nuevamente, en el ciclo eterno del devenir, si el Frente de Todos fracasara con un proyecto nacionalista se crearía la alternativa de un progresismo republicano en clave de socialdemocracia no peronista, reduciendo para entonces el papel del tándem Macri-Patricia Bullrich al de un partido vecinal capitalino de derecha.

El nuevo mapa político tiene incógnitas tanto en la oposición como en el oficialismo. El radicalismo de Alfredo Cornejo en Mendoza o el de Gerardo Morales en Jujuy están ideológicamente más cerca de la derecha de Macri que del “progresismo aspiracional” de María Eugenia Vidal o, incluso, de Marcos Peña.

El discurso de AF en el Congreso recrea la transversalidad de 2007, que naufragó en la crisis del campo

Por ahora el mapa político actual es un magma donde cada sector busca desplazarse al lugar donde más cómodamente pueda solidificarse. El discurso de Alberto Fernández en el Congreso entusiasmó a los que, como él mismo, criticaban a Cristina Kirchner durante sus presidencias. Queda por ver si no se trata de una estrategia de división del trabajo para captar a todos y donde cada actor, el Presidente, la vicepresidenta y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, se reparten estéticas y posicionamientos complementarios para cada sector de la sociedad. Alberto Fernández, al ir a tomar examen a la facultad siendo presidente, seduce después de cuatro años de un ágrafo como Mauricio Macri, que hacía gala de su antiintelectualismo y mostraba su escasa capacidad de explicar realidades con otras metáforas que no fueran futbolísticas.