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Ojo, que Cristina no es ninguna Backyardigan

Es cierto que ella es bastante intrépida y vive en la casona pintada de rosa. Pero no es ninguna Uniqua, mucho menos una hormiga a lunares fucsias.

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Es cierto que ella es bastante intrépida y vive en la casona pintada de rosa. Pero no es ninguna Uniqua, mucho menos una hormiga a lunares fucsias. Es verdad que su marido es el pingüino de la tira y que, cuando los vientos soplan en contra, suele ponerse como loco y da vueltas sobre sí mismo hasta que todos le dicen ¡eh, pará! Pero no es ningún Pablo, el simpático pajarón azul de los Backyardigans. Así que, adorables pequeñines, no vengan acá a a complicar las cosas y a suponer, como ese pibito desubicado de Lanús que, el miércoles, en medio de un acto para promover el Plan Argentina Trabaja y con las cámaras de todos los canales enfrente, tuvo el tupé de preguntarle a la Presidenta:

—¿Vos vivís en la tele?

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La sonrisa presidencial no alcanzó para ocultar las clásicas pocas pulgas cristinistas.

—Nadie vive en la tele –fue la primera respuesta, con tono de “éso quién no lo sabe, nene”. Enseguida rebobinó:

—Sí, otros viven en la televisión porque tienen mucho tiempo y no hacen nada.

El chico fue retirado de escena sin entender bien si se podrá vivir o no adentro de la TV o si sólo los malos tendrán ese maravilloso power, sin capacidad para razonar cuántos de sus héroes de ficción serán considerados unos reverendos atorrantes en la verdadera casa de esa Señora que una mañana salió de la pantalla y pasó por su barrio.

Cristina, una convencida de que la Argentina y su Gobierno están inmersos en una “guerra de relatos”, le dijo sólo una verdad a medias al nene. Y esto sí, quién no lo sabe: las verdades a medias son medio mentirosas.

De algún modo, al menos en términos políticos, Cristina “vive” buena parte de su tiempo en los medios. Todo indica, además, que uno de sus principales deseos radica en multiplicar y estirar esa “vida” lo más posible. ¿Para qué otra cosa el viejo Comfer ha vuelto a repartir licencias de radiodifusión a rolete entre los amigos, mientras esos mismos y otros amigos siguen recibiendo dineros públicos a montones para comprar o crear nuevos medios? ¿Para qué otra cosa que para convertirse en heroína mediática en dinámico dúo con su esposo están a punto de crearse cuatro o cinco canales digitales del Estado, incluido uno de noticias bajo la eventual marca Télam TV?

Discípulo de los reconocidos cientistas sociales italianos Giovanni Sartori y Norberto Bobbio, el politólogo Sergio Fabbini acaba de publicar un nuevo libro, El ascenso del príncipe democrático, en el cual se ocupa en términos teóricos del asunto. “Las sociedades han cambiado, los partidos políticos ya no son más expresiones de facciones y los líderes resultan cada vez más importantes, al igual que los medios y la televisión, adonde van dirigidas todas las campañas. Hoy, la democracia es teledemocracia y la política, videopolítica. Ya no hay ideología, todo está basado en la imagen y en el espectáculo”, sostiene el tano Fabbini, actual director de la prestigiosa Rivista di Scienza Politica.

Pues bien, los chicos chiquitos como el de Lanús asisten al espectáculo telepolítico desde los livings de sus casas al igual que sus papás, aunque aún sin la capacidad de diferenciar (a veces aquéllos tampoco la evidencian) a un gobernante de Bob Esponja, que sólo vive en la tele.

La incómoda y contradictoria reacción de CFK ante ese purrete no debería llamar la atención. Está en línea con el precoz cholulismo presidencialista que se promueve desde el website www.chicos.gob.ar, creado por la Casa Rosada para que los niños sean “periodistas por un día” cubriendo elogiosamente actos como el de Lanús o dibujen divina a la primera mandataria. Entre los nuevos canales digitales diseñados por el kirchnerismo figura uno infantil.

Cristina no es ningún dibujito animado ni vive en la tele. Sólo quiere poseerla.


* Secretario general de redacción. Autor del libro Patria o medios. La loca guerra de los Kirchner por el control de la realidad.