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matices

Once mil espadas

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El pueblo islandés salió a quintuplicar la tímida apuesta del gobierno de la isla y ofreció espontáneamente recibir a 11 mil sirios en su país. El episodio resuena en mi cabeza. Será por imaginar que un pequeño país cabe dentro de otro.

Eso, más la ráfaga de imágenes con que nos acribilla la tragedia siria. Las personas somos sensibles a diversos tipos de matices, pero no a todos. Un matiz es una delicadeza de percepción, una variación sutil en la lógica aprendida de las cosas, que hace que nuestra mente salte más allá de los ciclos límite de nuestro uso. Explicar qué “significa” un matiz es imposible, al menos con palabras, ya que las palabras están hechas de partes conocidas, y el matiz es –todavía– muy amorfo. Mi maestro de artes marciales (sí, es una larga historia) me comentó que el 80% de la gente que él conoce maneja algún tipo de espada y que por lo tanto se sorprende cuando se cruza con psicoanalistas o arquitectos que no saben agarrar un bokken. Supongo que fue dicho mientras me atacaba con su espada chien y yo me defendía raudo con la mía, aun sin decidir si la mía será la chien, el kodachi o la tao. El aura del momento pudo colaborar con esta idea tan inasible, como la de Islandia llena de sirios. Pues también quedó flotando –estéril aún– en mi cabeza.

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Nos movemos entre personas parecidas. El 80% de la gente que conozco ejerce algún tipo de crítica hacia la teoría stanislavskiana, lo cual me hace creer que debe significar algo para el mundo. Y no. No es así. Lo tendré en cuenta.