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TRANSICION

Opciones del peronismo

Entre el desbande K y la falta de nuevos liderazgos, el PJ mira al mundo y le deja espacio a Macri. Ciclos históricos.

‘Todos unidos... ¿Triunfaremos...?
| Dibujo: Pablo Temes<br>

La elección en Inglaterra conmociona al mundo. Los fantasmas de un crecimiento incesante de la derecha nacionalista están presentes en todas partes. Las preocupaciones se mueven en un amplio arco que va desde la coyuntura económica y política hasta la teoría de la democracia. Incluyen, por cierto, interrogantes sobre los efectos en nuestra propia realidad. Esos son los temas de estos días.

Pasivo observador encerrado entre cuatro paredes, Julian Assange propuso una reflexión matizada: “En el Reino Unido se expresaron una derecha pro europea, una derecha anti Europa, una izquierda pro europea, una izquierda anti Europa”. La distinción entre “derecha” e “izquierda” tiene más sentido en Inglaterra que en otras partes; pero, aplicado a la Argentina, el esquema daría algo así: un país dividido entre peronistas y no peronistas por un lado, y entre nostálgicos del kirchnerismo y favorables a un cambio político por otro lado; la sociedad dividida en cuatro segmentos, la oferta política dando prioridad a una u otra de esas dos dimensiones. Hoy, el kirchnerismo está en baja –tanto en su variante peronista como en la no peronista–; el peronismo aún no se sabe.

Parece indudable que una ola antiliberal, una ola contraria a la sociedad abierta, recorre el mundo, pero no está claro en qué momento del ciclo estamos hoy. Lo “peor” (desde la perspectiva de la sociedad abierta, que obviamente es lo “mejor” desde el punto de vista antiliberal) ¿todavía está por llegar o su punto de máxima es la votación de esta semana en el Reino Unido? Al mismo tiempo, en muchos ambientes en Europa y en Estados Unidos se ha recuperado una visión optimista de la Argentina. Imaginan que el populismo argentino ya fue, ven lo que sucede día a día en nuestro país y concluyen que el gobierno de Macri es su superación definitiva. En esa perspectiva nos ven a la cabeza de un nuevo ciclo. En cambio, los votantes ingleses –y tal vez después los franceses, los españoles, los italianos, los norteamericanos– estarían llevando a sus países a la fase del ciclo que la Argentina ha dejado atrás. Cuando las cosas en algunas partes no andan bien, hay comentaristas que hablan de la “argentinización” de la economía, de la política o de la sociedad. Acá no estamos tan seguros, pero en el mundo nos ven como distintos.

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Un tema que está contribuyendo a definir el panorama en nuestro país es el gran frente de la corrupción. Como es regla en estos tiempos, todo viene con una pátina de patetismo, de sainete, de reality casi increíble, y con un trasfondo de baja calidad institucional, de Justicia poco confiable, de incertidumbres de todo tipo. Y los problemas dan para todos los gustos: en medio de varios focos complejísimos y muy distintos –escándalos alrededor de la corrupción, extrañas relaciones entre distintos sectores (Iglesia incluida, para que nada falte), narcotráfico, protestas gremiales, la AFA en serios problemas, el seleccionado nacional disputando la Copa América– se ve al Ejecutivo avanzando en el Congreso, logrando llevar adelante decisiones que parecían imposibles, reacomodamientos políticos hasta hace poco tiempo inimaginables. Ningún fenómeno es blanco o negro, ningún proceso es lineal.

En estos tiempos de electorados fracturados, de votantes volátiles que definen sus opciones a último momento, y en un contexto en el que las soluciones a los problemas tardan en hacer efecto, el gobierno del presidente Macri todavía es depositario de expectativas positivas en por lo menos la mitad de la sociedad. El país tiene gobierno. Pero las soluciones tardan en llegar. ¿Hasta dónde alcanzará la paciencia de la sociedad? Al macrismo lo ayuda la falta de opciones.

La principal oposición, el peronismo, está buscando reacomodarse por ensayo y error, mientras el kirchnerismo –con sus componentes peronista y no peronista– procesa como puede su desmembramiento. Al carecer la oposición de liderazgos definidos y de un posicionamiento claro, el Gobierno dispone de mucho espacio.

¿Qué pasará entonces con este peronismo que hoy está algo destartalado y a la defensiva? La historia de estas décadas de democracia estable ofrece algunas guías. Cuando la sociedad elige opciones de gobierno no peronistas, las banderas tradicionales del peronismo pierden vigencia. Con la Renovación, en la década de los 80, la tradición verticalista, el personalismo, y muchas de las ideas anticuadas quedaron descartadas. Finalmente fue el tiempo de Menem, pero con él el peronismo aceptó renovar su agenda económica. El regreso a la tradición más “populista”, el regreso a una agenda social y “nacional”, y al personalismo exacerbado, fueron la consecuencia de la crisis de 2001. Si la economía y la gobernabilidad no se desbarrancan esta vez, el viejo peronismo no tiene lugar. Con los problemas inmensos de 2001, la oportunidad se dio. Ahora, el kirchnerismo cumplió su largo ciclo. Si el gobierno de Macri mantiene su capacidad de gobernar y logra superar –aun cuando sea a un ritmo más lento de lo esperado– los problemas económicos y sociales actuales, el peronismo se verá una vez más ante el desafío de actualizarse o pasar a ser irrelevante.

Hoy hay una tentación: alimentar las estrategias políticas internas a partir de lo que sucede en el mundo y no de lo que sucede en el país. Eso puede llevar al error de debilitarse como opción política. Si el peronismo cometiese ese error, posiblemente cedería espacio a otras opciones políticas que buscarán competir por la alternativa opositora. A menos que la ola antiliberal termine por imponerse globalmente. Y a menos que la distinción que propone Assange pierda vigencia. Porque una cosa es Podemos y otra cosa es el independentismo inglés, el Frente Nacional francés, la derecha austríaca, las 5 Estrellas de Italia o Donald Trump. Podemos puede identificarse con Hugo Chávez, como lo hace el kirchnerismo; pero la presente ola antiliberal, antisociedad abierta, que recorre el mundo está tan lejos de Chávez como de la socialdemocracia. Es pura derecha.