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Premios y chistes

De entre los premios Nobel de literatura, mi favorito obviamente es Winston Churchill, galardonado en 1953.

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John Banville. | CEDOC.

Leyendo diarios viejos, me entero por La Nación del 15 de octubre de la broma que le jugaron a John Banville. Transcribo: “El escritor irlandés John Banville (1945) recibió el jueves pasado por la mañana una llamada telefónica en la que un impostor, que se presentó como Mats Malm, secretario de la Academia Sueca, le anunciaba que había sido distinguido con el Premio Nobel de Literatura. ‘Por cuarenta minutos, creí que había ganado el Nobel’, admitió a The Irish Times el autor de obras como Eclipse y Los infinitos, galardonado con el premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014. Sin desearlo, Banville fue víctima de un engaño que, más que perjudicarlo a él, parece querer empañar la seriedad de una Academia Sueca que en los últimos años fue noticia por sus escándalos y desaciertos y que ahora busca limpiar su imagen. Según Banville, la comunicación fue muy convincente: el hombre le leyó por teléfono la cita que la Academia presentaría en el anuncio oficial y le dijo a Banville que volvería a comunicarse con él. Luego de tres cuartos de hora, mientras el escritor comunicaba la noticia a familiares y amigos, la misma persona dejó grabado un mensaje de voz en el que, con desesperación, le explicaba al irlandés que había surgido un desacuerdo de último momento entre los miembros del jurado y que el Nobel debía ser retirado. Entonces, el escritor cuenta que llamó al número que aparecía en el registro de llamadas de su teléfono y efectivamente se comunicó con la oficina de la Academia Sueca. Nadie lo atendió en esa ajetreada mañana”.

Como es sabido, el Nobel de Literatura 2018 y el 2019 fueron entregados, a la vez, a Olga Tokarczuk y Peter Handke. Como un cigarrillo a un condenado, un premio literario no se le niega a nadie. Pero no está bien hacer chistes de mal gusto. A menos que el episodio entero, el Premio Nobel y demás premios sean ellos el chiste de mal gusto. Cada vez que se entrega un premio y escucho la frase “El veredicto del jurado es…”, pienso: ¡culpable! Pero no: siempre hay un John Banville de turno listo para creerse merecedor del trofeo.

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De entre los Nobel de literatura, mi favorito obviamente es Winston Churchill, galardonado en 1953. La leyenda cuenta que como no pudieron darle el de la Paz, terminó recibiendo el premio consuelo “por su dominio de la historia y descripción biográfica, así como por la brillante y exaltada oratoria en defensa de los valores humanos”. No me desagrada en absoluto que le den el Nobel de Literatura a alguien porque habla bien. Entre tanto, además de los seis volúmenes de la Historia de la Segunda Guerra Mundial, se supo también que había escrito “¿Estamos solos en el Espacio?”, monografía de 11 páginas –que lamentablemente nunca llegó a publicar– acerca de la posibilidad de vida extraterrestre. ¡Como los alienígenas de la mujer de Piñera! (ojo que cualquiera de estos días le dan el de la Paz; de hecho, en 1938 el parlamentario sueco Erik Brandt propuso a Hitler para tan honroso galardón, pero no prosperó). Entre nosotros, según informó Perfil del 30 de abril de 2019, el señor Alejandro Vaccaro, presidente de la prestigiosísima Sociedad Argentina de Escritores, propondría para el Nobel de Literatura a Alejandro Roemmers, autor de El regreso del joven príncipe y recontra multimillonario. En fin, como decía mi tía Teresa.