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zannini candidato

Orden nuevo a la criolla

La fórmula K apunta a que, como hace un siglo con Gramsci y Hitler, el mundo se aleje de las democracias republicanas.

CHINO BASICO Carlos Zannini
| Pablo Temes

La imposición a Daniel Scioli de llevar a Carlos Zannini como candidato a la vicepresidencia es mucho más que una fórmula electoral. Esencialmente distinto de los patanes de la política que pululan en el kirchnerismo, Zannini es un cuadro de primer nivel, un jurista equipado teóricamente y un orador claro y convincente. “Cerebro gris” del kirchnerismo y redactor de sus propios proyectos y leyes cuando los Kirchner los aprobaban, hoy sale a ocupar el centro de la escena porque la situación lo reclama. La decisión de Cristina Kirchner configura un proyecto de poder hegemónico de largo plazo, que subestima o desprecia el marco republicano, se inscribe en una tendencia hoy generalizada en las democracias occidentales y del lado chino-ruso en la actual reconfiguración geopolítica mundial.
Es necesario recordar que en 1919, Antonio Gramsci –junto a otros dirigentes que en 1921 fundarían el Partido Comunista Italiano (PCI)– creó la revista de izquierda Ordine nuovo (Orden nuevo). Años después, Adolf Hitler afirmaría: “El año 1941 será, estoy convencido, el año histórico de un nuevo orden europeo” (Berlín Sportspalatz, 30-1-41). Se trataba de dos proyectos revolucionarios; el primero de raíz marxista y el segundo de extrema derecha; nazi-fascista.
Pero aunque los objetivos políticos fuesen diferentes, la coincidencia respecto a la necesidad de un orden distinto al republicano era completa. El orden liberal-republicano no atinaba con la crisis del sistema –en gestación en 1919, estalló en 1929– y el planeta entero se convulsionaba, perdía el rumbo. Henry Ford apoyaba al nazismo. Luego, y a pesar de Gramsci y Rosa Luxemburgo, el “socialismo real” acabó con la democracia en la URSS, del mismo modo que el nazismo y el fascismo en media Europa. Al cabo de una guerra atroz, volvió a imponerse el proyecto liberal-republicano occidental, que entró en “guerra fría” con la URSS hasta que ésta se derrumbó en 1991.
Este escenario de persistente crisis internacional y convulsiones republicanas se repite hoy. Pero después de 1945 el sistema capitalista, con los “treinta gloriosos” años posteriores en las democracias desarrolladas y algunos países del Tercer Mundo, demostró que aún tenía resto. Ahora domina el planeta, pero parece exhausto: conservadores, liberales y socialdemócratas llevan décadas fracasando ante las crisis del sistema, que se acortan en el tiempo y se agravan en magnitud. Si la misma situación se resolvió entonces con una guerra mundial, hoy esa alternativa acarrearía daños incalculables (http://e.perfil.com/tembloresdeguerra).

 Vamos por todo. Vuelven pues a darse las condiciones para propuestas de un nuevo orden, o un orden nuevo, económico, político y social. La desorientación republicana genera mesías y profetas sin inhibiciones democráticas. En Francia, el 85% de los ciudadanos considera que el país “necesita un verdadero jefe, que ponga orden” (http://e.perfil.com/marinerema) y así por el estilo en la mayoría de las democracias capitalistas (http://e.perfil.com/caminoalabismo). En España, la dirigencia tradicional es merecidamente apelada “la casta” (http://e.perfil.com/charangaypandereta), por sectores con propuestas de un orden nuevo aún sin precisar. En América Latina, pululan diversos populismos. Tanto las situaciones como las perspectivas de evolución de estos fenómenos son distintas, pero el marco es el mismo: un desorden que se impone y la consecuente necesidad de un nuevo orden. También la política le tiene horror al vacío.
Es por eso que Carlos Zannini ha decidido encabezar el intento de ocupar el hueco. Tiene con qué: su militancia y formación marxista-maoísta. Y dónde apoyarse: el peronismo, que en sus diversas variantes lo viene intentando desde 1945. Hasta hoy no logró perpetuarse a causa de un marco económico nacional e internacional manejables y por tanto de una oposición económica, política e institucional que aún resistía. Hoy esas condiciones económicas globales no existen; el desorden político e institucional es cada vez mayor y la oposición es lo que es; un puro ejercicio electoral sin propuestas. Por no haber, no hay, al menos por ahora, ni fuerzas armadas dispuestas a violar la ley, del lado que fuere.
El desorden argentino viene de lejos, pero la crisis, el vacío político y la ausencia de propuestas nunca habían sido tan grandes. Ese es el hueco al que apuntan Carlos Zannini y Cristina Kirchner. La mitología montonera es al kirchnerismo lo que fue el Ordine nuovo de Gramsci al PCI; la ideología y los métodos peronistas, al nuevo orden mussoliniano. Cristina ha reemplazado las exhibiciones de torso de Don Benito por el más femenino y moderno contoneo de la cumbia. Su violencia metodológica no ha llegado a los extremos del fascio, pero hay síntomas, como el camporismo y sus “Vatayones militantes”, una suerte de mazorca light y juvenil con resabios de la Revolución Cultural maoísta. Un tanteo, al menos por ahora.
Por último, Argentina puede asegurarse el financiamiento de la endémica crisis económica populista inclinándose hacia China y/o Rusia en la disputa geopolítica que éstas mantienen con Estados Unidos y la Unión Europea. Ya lo está haciendo, lo mismo que otros países de la región. Pero el dato es que ni China ni Rusia son precisamente democráticos. Y la democracia corre serios peligros en Europa y Estados Unidos.
Mientras no aparezca un nuevo proyecto económico, político y social de raíz republicana, el proyecto que expresa Zannini seguirá ejerciendo y desarrollando poder, incluso perdiendo las próximas elecciones. Es por eso que el cerebro tiene ahora una cara y un cuerpo.
Queda por ver si les dará el cuero. Media sociedad se opone y medio peronismo sigue expectante, a la espera de señales claras de un poder consolidado. El portazo de Florencio Randazzo es una primera señal de que no “todo está atado y bien atado”, como decía Francisco Franco.

*Periodista y escritor.