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Crisis cambiaria

Otra vez en 1989

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| Cedoc

Muchos de los aspectos de la crisis cambiaria actual rememoran los penosos acontecimientos de 1989 que condujeron a la renuncia anticipada del presidente Raúl Alfonsín. El 12 de junio de ese año, el presidente Alfonsín anunció su decisión de entregar el gobierno el 30 de junio al presidente Carlos Menem, electo el 14 de mayo con el 47,5% de los votos. El presidente Menem, que tenía previsto asumir el 10 de diciembre, tuvo que adelantar cinco meses la fecha para hacerse cargo del gobierno.

El presidente Alfonsín tomó la drástica decisión de alejarse ante la falta de apoyo para enfrentar la difícil situación económica, agravada por el escaso tiempo para intentar nuevas medidas y la incertidumbre sobre las políticas que adoptarían las nuevas autoridades a partir del 10 de diciembre. El descreimiento generado por el fracaso de las políticas anteriores impedía generar la confianza.

El 14 de junio de 1985, el gobierno puso en marcha el Plan Austral, que sería reemplazado en 1988 por el Plan Primavera. El plan de estabilización incluyó la emisión de una nueva moneda, el recorte del gasto público, una devaluación compensada  y el congelamiento de precios y salarios para desarmar las expectativas inflacionarias. El déficit fiscal en 1983 fue del 10,4%; en 1984 del 8,7%, y en 1985 del 5,0%. En los años 1987/89 volvió a crecer al 8%. La balanza comercial arrojó cifras positivas: en 1985 las exportaciones fueron 8.396, las importaciones 3.814, y el superávit, 4.581 millones. La cotización del dólar fijada en 0,85 pesos se mantuvo sin cambios durante un año.

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La inflación de 680% en 1984 fue uno de los problemas más graves durante esos años. La inflación de 1985 fue del 672%; en 1986 de 90%; en 1987 de 131%, en 1988 de 343%, y en 1989 del 3.079%. El año 1989 comenzó con un dólar de 17,72 australes para alcanzar los 540 en junio y 1.950 en diciembre. En esos años, los organismos internacionales reclamaron el cumplimiento de los compromisos de la deuda externa, difíciles de alcanzar en circunstancias de alta conflictividad social. La inflación constituyó el símbolo del fracaso de las políticas económicas por sus efectos sobre la distribución regresiva del ingreso y su impacto sobre los sectores vulnerables que viven mes a mes. El déficit fiscal, las devaluaciones y las pujas entre precios y salarios son una combinación que se retroalimenta ante expectativas negativas pasadas, presentes y futuras. El período 1983/1989 reunió todas esas características, sumadas a una situación internacional de disputas reflejada en el Acuerdo G5 y el agravamiento del conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

El gobierno actual alimentó las expectativas inflacionarias a través del reajuste de las tarifas de los servicios públicos y los precios de la energía, que se reflejaron en los costos de las empresas y en los ingresos de la población. Las devaluaciones del peso también impulsaron la espiral inflacionaria trasladándose  a los precios para no perder participación en la distribución del ingreso. Las oleadas sucesivas para recomponer las posiciones fueron alimentando las expectativas, que nunca cesaron de aumentar ante la falta de un horizonte cierto. El dólar pasó de 10 pesos en diciembre de 2015 a 45 pesos en tres años y medio, y la inflación es del 50%.

El triunfo del partido opositor en 1989 magnificó la incertidumbre ante el desconocimiento sobre el programa económico. El presidente Menem hizo campaña oponiendo a los planes de gobierno “la revolución productiva” para cambiar la cultura de la especulación por la cultura del trabajo; la implementación de ese programa tardó dos años: la convertibilidad fue implementada en marzo de 1991, y logró reducir la inflación garantizando el valor de la moneda. La inflación promedio en 1991 fue del 171%. En 1992 cayó a 24%, para continuar disminuyendo en los años subsiguientes.

Argentina enfrenta nuevamente siete meses de ignorancia sobre su futuro. La repetición de la escenografía no ayuda a revertir las expectativas, y hará mucho más difícil encontrar una solución consensuada que evite el  aumento del índice de pobreza.

 

*Diplomático.