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Otra vez, son botín de guerra

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La objetable actitud de Juan Cabandié generó una larga lista de repercusiones que exceden por lejos al hecho ocurrido. La teoría de los dos demonios plasmada en el prólogo original del Nunca más se le aplica hoy, sin piedad, al diputado nacional. El lamentable suceso no es tan extraño en la Argentina, como tampoco lo es que una cámara oculta se viralice anónimamente en las redes sociales y exponga las debilidades de personajes públicos, no sólo de políticos. El exabrupto condena a Cabandié y el fin justifica los medios.
Completa el culebrón que al diputado nacional lo enfrente y le reclame en público otro hijo de desaparecidos, amigo de la infancia, expuesto en una vorágine mediática al ser hallado por la Justicia 23 años atrás. Es Matías versus Juan y el fin, otra vez, lo justifica. Lo que importa no es que sea Juan, sino lo que encarna: hijo de desaparecidos (¿habrá aún quién diga que por algo se los llevaron?), apropiado, militante K (el mal de la década), amigo de Máximo Kirchner, uno de los primeros en integrar La Cámpora, primer candidato a diputado nacional, el elegido de Cristina en la Ciudad.
Lo que importa no es quién es Matías ni qué siente, lo que se vuelve funcional a algunos intereses (no digo al ciudadano común indignado) es el reproche y el lugar desde el que lo realiza.
A Cabandié se le niega el derecho a llamarse víctima (no digo a victimizarse). Su condición no lo vuelve impune, pero es un reduccionismo histórico y casi perverso minimizar que haya sido sobreviviente del peor y mayor delito cometido por el genocidio militar. Igual que tuvo que sobrevivir Reggiardo Tolosa.
Invito a leer (no sugiero comprar el libro porque no es intención de este artículo) el prólogo que Cabandié escribió para De vuelta a casa, historias de hijos y nietos restituidos, y los diferentes casos, incluso el capítulo final con la historia de Matías. Allí queda en evidencia, como una fisura expuesta, tanto dolor y tanta tragedia. Al conocer detalles de sus vidas parece imposible que lo hayan podido superar, si es que lo han hecho. Ambos fueron los últimos que accedieron a ser parte del libro, prejuiciosos por el trato que habían recibido de parte del periodismo.
En este contexto no creo que esté de más reiterar que en Argentina hubo un plan sistemático de robo de bebés, que hubo maternidades clandestinas, y que el plan lo probó y condenó la Justicia en un proceso ejemplar. De los 109 casos resueltos, Juan es el número 77 y Matías Reggiardo Tolosa, el número 45. En la hermandad de los nietos restituidos hay estos días dolor por ellos dos y por lo que estas situaciones empujan como en efecto dominó.
A pesar de sus diferencias, hay algo en lo que coinciden: se sienten libres de hacer, decir, elegir o no elegir desde el momento en que supieron la verdad. Y no sólo ellos, también los argentinos somos libres de hacer, decir, elegir o no elegir. No fue así cuando Juan fue robado de la ex ESMA y Matías y su mellizo Gonzalo, de la cárcel de Olmos. Finalmente, debo recordar que el delito de apropiación de menores aún continúa en ejecución y continuará hasta que el último bebé nacido en cautiverio recupere su verdadera identidad. Son casi 400 los hijos-nietos que permanecen secuestrados, con estatus de desaparecidos. Son todavía rehenes de la dictadura militar. Desde mi humilde opinión, también Juan y Matías, en los últimos días, fueron apropiados otra vez, convertidos nuevamente en botín de guerra.

* Autora de De vuelta a casa, historias de hijos y nietos restituidos (Marea, 2008), prologado por Juan Cabandié. Acaba de publicar La guardería montonera, la vida en Cuba de los hijos de la Contraofensiva.

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