Otra vez sopa, máster chef? ¿No hay otra cosa? ¿Otra vez van a dejar el tendal de hambrientos? Tiene más de diez millones de pobres esperando que se les caiga una miguita. ¿Doce años amasando una fortuna con la cosecha de soja y no hay para todos? Hey, máster, le hierve el caldo. Esto va a reventar en cualquier momento y usted les sigue dando fuego a los discursos. Deje de mirar a la cámara, atienda la hornalla. ¿No ve los globitos que estallan en la superficie del espeso odio que se está cocinando?
¡Eso es cocaína, no azúcar! ¿Cómo permite que le agreguen narcos a las villas? ¿Pero no tiene idea de lo que dice y hace? Tal vez nunca trabajó de abogada ni cocinó un bife vuelta y vuelta, pero hay ingredientes del poder que por su responsabilidad debería conocer.
Qué cantidad de pobres, qué cantidad de pibes que no estudian ni trabajan, que cantidad de desempleados, de trabajadores en negro, de víctimas por causas que podrían prevenirse, de muertos por desnutrición, por mala atención, por inseguridad. Usted hace puchero cuando le reprochan los errores pero, máster, si se le queman las papas a los responsables, con pucherear no hacemos nada.
La especialidad de su familia política es la “olla podrida”. Esa sí que no tiene secretos para ustedes: meten miseria, subsidios, inundados, analfabetos, punteros, una zapatilla, un plan, una promesa, nada de asfalto, ni cloacas, ni viviendas dignas, para que no se arruine el gusto nacional y popular del salame picado fino, y añaden varios chorizos.
Todos al horno de barro suburbano durante años, agrega nabos, Recaldes, canallas y traidores, Giorgis, Garrés, Manzanos, Contis, delincuentes comunes, Aníbales, Espinozas, mercenarios Navarros, buchones de la dictadura, Gerardos Martínez, Verbitskys, burócratas sindicales millonarios, Armandos Cavalieris, Andreses Rodríguez, rocía con corrupción, Boudou, Jaime, y a la mesa.
El rito peronista de masticarse por años un país entero requiere tomarse de las manos con Menem, con María Julia Alsogaray, con Felisa Miceli, con Insfrán, con Alperovich, con feudales y perejiles, cerrar los ojos, no ver la realidad y agradecer por lo bien que comen pocos gracias a muchos. Después se besa la estampita de Perón y Evita, se reza para que no se corte la leche, y a mojar las patas de la cometa en la fuente.
Hay quien, en los restós gourmet, a la hora de servir espolvorea todo con relato heroico. En general son conversos, como los dirigentes montoneros responsables de mandar pibes a la muerte. Cuidado con eso. A veces la mentira se descompone y el exceso, como la salsa de roquefort a la crema, sólo sirve para tapar el olor del pescado pasado.
Atienda la guarnición, máster. Las zanahorias para la liberación no van con el flan sin huevo de Scioli. Se le están pasando los gendarmes zapallitos a los narcos pechuga en Salta. Abren cocinas de pasta base cerca de la frontera. Hay miles de pibes a los que nadie atiende, flaquitos como fideos, que abandonan la escuela desde la primaria y están disponibles para mezclarse con cualquier verdura. Por unos manguitos más son capaces de llevarte un raviol de merca o de freír a cualquiera. Está de moda la cocina fusión, peruana y boliviana. El delivery recorre toda la llamada “ruta blanca”, la 34, y reparte en los alrededores de Rosario antes de salir por los puertos privados.
A ver, máster, en vez de dar recetas por cadena nacional, ¿qué le parece hacer un cursito en un comedor comunitario o con Margarita Barrientos, una chef de barrio? Ahí hay polenta. Nada especial, pero le vendría bien aprender un poco de las ganas y el amor con que la preparan y se la sirven a los que tienen hambre y sed de justicia.
Tenga cuidado con avivar el fuego. Apague, ya nos hizo puré. Deje de revolver. Eso que se agita en la sopa recaliente no son sólo huesos con carne que les dan sabor a sus días, son personas.
(*) Periodista.