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octubre

Otro día peronista, y van...

La indigencia opositora puede contribuir a que, por primera vez, un gobierno peronista herede su propia mala gestión.

“ES POR ESO, COMPAÑEROS...”
| Pablo Temes

Para cualquier argentino, el 17 de Octubre comparte con el 25 de Mayo y el 9 de Julio la galería de fechas que no necesitan aclaración. El problema con el 17 de Octubre es que sigue siendo un proyecto, una promesa que siempre empieza dando señales de cumplirse y termina esfumándose. Para la historia, Argentina dejó de ser una colonia de España, pero setenta años después de 1945, “el pueblo peronista” sigue esperando su independencia, y el peronismo, su juicio histórico.

A pocos días de nuevas elecciones y al cabo de un enésimo gobierno peronista que se reitera a sí mismo, puede decirse que hay consenso, explícito en la oposición y apenas asfixiado en el oficialismo, sobre los graves problemas que heredará el próximo gobierno. Y ya que estamos a 17 de Octubre, es interesante observar que si triunfa, será la primera vez en su historia que el peronismo deberá enfrentar las consecuencias económicas, políticas y sociales de su política anterior. Y asumir la responsabilidad.

El único período de promesas realmente cumplidas del peronismo fue el de su bautismo: (“… desde 1945 hasta la Constitución de 1949 grosso modo, se establecieron el sistema de previsión social, jubilaciones y tribunales de trabajo; el estatuto para los peones de campo, el régimen de indemnizaciones, vacaciones anuales y aguinaldo y las obras sociales. También se legalizó entonces la actividad de sindicatos y organizaciones obreras, se decretó la intangibilidad del salario y se legisló la estabilidad laboral, la protección de los trabajadores domésticos, la prohibición de explotar niños y se instauró el voto femenino y el divorcio, entre otras medidas del mismo tenor”. Esta columna, Perfil, 6/11/11).

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Pero ese bautismo de promesas cumplidas también inauguró la serie de finales caóticos. “En 1955, la violencia y los desatinos reaccionarios de la Revolución Libertadora hicieron casi olvidar que, cuando fue derrocado, el gobierno peronista llevaba casi cuatro años de crisis económica y era ya una dictadura explícita, enfangada en su propia violencia. Tenía apoyo mayoritario, pero el país estaba fracturado. El Rey había quedado desnudo en el escenario farsesco del progresismo populista, y el golpe de Estado le echó una manta sobre los hombros. La historia se repitió como tragedia entre 1973 y 1976. Nuevamente, como tragicomedia, entre 1989 y 1999. Y ahora, en su fase esperpéntico-kirchnerista, el peronismo torna a encontrarse ante la imperiosa necesidad política de resolver los problemas que él mismo ha creado, o agravado” (esta columna, Perfil, 24/11/13).

El eterno retorno. Pero las circunstancias –y la incapacidad opositora, todo hay que decirlo– siempre ahorraron esa responsabilidad al peronismo. Al cabo de 18 años de proscripción y vuelto democráticamente al poder en 1973, “(…) Juan Perón obligó a renunciar a la fórmula presidencial Cámpora-Solano Lima 45 días después de asumir. La acefalía no fue cubierta por quien seguía en el orden sucesorio, el presidente del Senado, Alejandro Díaz Bialet –alejado del país en un misterioso viaje–, sino por el titular de Diputados Raúl Lastiri, yerno de José López Rega, el secretario privado de Perón. Lastiri fungió como presidente, mientras el poder real pasaba por la residencia privada de Perón en Vicente López, donde vivían su esposa María Estela ‘Isabel’ Martínez y el propio López Rega. Lastiri se limitó a convocar las elecciones del 23 de septiembre de ese año, que ganó Perón acompañado por su esposa. Durante la gestión de Lastiri fue creada la Triple A. A la muerte de Perón, en julio de 1974, asumió Isabel Martínez, un personaje que en términos de antecedentes y calificaciones políticas fue el Boudou de la época. Lastiri había empezado a limpiar el país de izquierdistas; Isabel prosiguió la tarea y se encargó además de sincerar la economía: en 1975, su ministro Celestino Rodrigo dispuso un ajuste y una devaluación, el famoso ‘Rodrigazo’. La inflación llegó a tres dígitos anuales y los precios nominales subieron 183% al finalizar 1975, con el consiguiente desabastecimiento de alimentos, combustibles y otros insumos” (esta columna, Perfil, 13/10/13).

Y entonces, cuando el país estallaba y el peronismo iba a encontrarse ante sí mismo, llegó el general Videla, otro “libertador”, aunque con métodos aun más expeditivos que los de 1955. Después de esa nueva tragedia, la peor de todas hasta hoy, en 1983 se recuperó la democracia y el peronismo perdió por primera vez las elecciones nacionales, aunque volvió a ganarlas en 1989, con el ínclito Carlos Menem a la cabeza. Otra historia de desmadres administrativos y corrupción, pero esta vez los platos rotos del peronismo los pagó el estólido radical Fernando de la Rúa.

Este brevísimo repaso conmemorativo (el espacio obliga a omitir “cosas”; por ejemplo, la masacre de Ezeiza y la llegada de Perón acompañado por Licio Gelli, el jefe de la Logia P2) apunta a subrayar la incompetencia y la inescrupulosidad peronistas, ya que hoy el escenario se reitera, agravado por la crisis mundial. En 1975 la crisis del petróleo sacudía al mundo; ahora lo hacen la financiera y el desempleo. La factura energética, la corrupción y el manejo clientelar agravan el déficit fiscal; la incontrolable inflación-emisión y un tipo de cambio artificialmente bajo carcomen las reservas internacionales y dificultan el comercio, entre otros graves problemas. Con las diferencias de época y circunstancias, igual que en 1955, ’75, ’99...

Pero distinto, entre otras cosas, por el agravamiento de la pobreza, el trabajo en negro, la trata, el narcotráfico y el crimen organizado en lugar de las guerrillas. El próximo gobierno tendrá que afrontar una situación económica similar a la que obligó a Isabel a autorizar el Rodrigazo, en un contexto internacional desfavorable.

La cruda indigencia opositora y las encuestas hacen posible una victoria peronista. En ese caso, será interesante ver cómo, por una vez, el peronismo enfrenta su propia crisis.
Y cómo se valora luego el “día peronista”.


*Periodista y escritor.