Y, sí, una pinta otro mundo porque éste no le gusta. Y, no, ¿a quién le puede gustar un mundo en el que hay fronteras y de un lado al otro de esas fronteras la gente se amenaza con misiles de cabezas atómicas; en el que los chicos de panzas abultadas soportan larvas de moscas y de gusanos que se les pasean por las bocas infectadas; en el que se puede lapidar a una mujer porque salió a la calle sin un pariente varón; en el que los que tienen poder (iglesias, estados, etc.) adhieren a aquello de “no basta con ser feliz, hace falta además que los otros sean desgraciados”; en el que se comercia con personas como si fueran cosas; en el que las religiones son causa de desdicha y no de esperanza, eh, a quién? Bueno, sí, ya sé que hay algunos a los que sí, que son precisamente los ut supra no mencionados pero sí aludidos. Bueno, no, a mí, no. No tengo guita, no tengo poder, me importa un bledo si el diablo se viste a la moda o si las cerezas tienen gusto a suicidio. Otro mundo, a ver, vamos, otro. Bueno, sí, ya sé que me van a ofrecer las utopías. Cruz diablo vade retro. ¿Hay algo más aburrido que La Città del Sole o Utopía? No quiero un mundo tan soporífero como bailar un bolero con el hermano. Quiero un mundo en el que saquemos de la calle a las crías de tres años que piden limosna. Con eso me basta. Bueno, no, no me basta pero sería un lindo principio. Bueno, sí, si amplío mis pretensiones quiero un mundo extraño como el que pintó Thomas Cole en El sueño del arquitecto, como el de Hicks, como el de Dewing, como los de Quidor menos los que traen batallas, como los de Claude Lorrain cuando se pone el sol, tal vez como el de Vermeer. Un mundo en el que la cucaracha no puede caminar porque no tiene marihuana que fumar y en el que la dama se pasea por los jardines de la mano del unicornio; en el que la vida nos dé con el fierro en la cabeza como suele hacerlo pero en el que podamos llorar por eso y no por las criaturas encerradas en sótanos durante veinte años. Bueno, no, no tengo por qué no aceptar un mundo cruel porque si no es cruel no escribo y me voy a tomar sol. Lo que no quiero es un mundo perversamente podrido, como éste.