Las elecciones parecen cada vez menos confiables. No me refiero a ninguna en particular. Ni siquiera las presidenciales. Lo político es personal, y las elecciones supuestamente también. No estoy apuntando a los candidatos o lo que fuera que se elija, sino a la pretensión misma de poder (o saber) elegir. ¿Quién elige, en definitiva? Tampoco reivindico lo impuesto como mágicamente designado. Sería lo mismo.
El voto o los votos.
¿Se puede pretender una buena elección? Justamente en estos tiempos todo indicaría que sí. Los algoritmos, las plataformas, los programas en general, posibilitan mayor selectividad, búsquedas mejor orientadas, la certeza del click. Sin embargo, la optimización de los datos se realiza en tiempos de la posverdad. Hay mucha más información, y todo puede ser falseado. Paradojalmente, el afán de exactitud promueve la mentira. Uno ya no sabe del todo a quién está eligiendo (imagino que nunca lo podría saber).
Photoshop, coach, tuneo. El espejo de la realidad es múltiple, cambiante.
En el campo de la elección amorosa, no deja de sorprender la oferta de atributos que aparecen en las redes de citas, promoviendo encuentros ideales: el esperado “match”. Mismos gustos, vicios o ilusiones. ¡Como si las semejanzas garantizaran el entendimiento! Claro que después llegan los “contratos”, la estipulación del vínculo antes mismo de que este comience: nos vamos a relacionar de tal o cual manera, pareja abierta, cerrada…
¿Y si fuera entreabierta? ¿O entrecerrada? ¿Poliantojadiza?
Habría que descansar de lo que se espera. La perfección no existe, elegir es lidiar con ello.
En este sentido, la ficción ayuda bastante, es un espacio de imperfección ideal. Sobre todo, las novelas (se dice que Borges no incurrió en ellas por imperfectas). Recuerdo ahora una frase que se le atribuye a Flaubert (aunque no necesariamente la haya escrito), dando cuenta de los límites de la corrección: “Más vale una buena verruga que una mala cicatriz”. O sea, no todo lo que se quita se borra.
Con respecto a los pactos y las nuevas lealtades contractuales, siempre me gustó una frase que aparece al principio de la novela de Onetti La vida breve (que de breve no tiene nada), cuando un personaje habla de su fidelidad especial. “Una fidelidad especial pero que dura; una fidelidad llena de agujeros, es cierto, pero que gracias a eso puede seguir respirando”. ¡Ah, el frescor de algunas frases!