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País occidental, americano y del Sur

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Crucial. Poder concretar el acuerdo del Mercosur con la Unión Europea es muy importante. | cedoc

Para algunos observadores, la gran difusión del poder a nivel global, las imperfecciones de un orden internacional cambiante, y la desconfianza hacia las elites, convierten al diseño de una visión/ estrategia para un país, en irrelevante. En realidad, es precisamente a causa de esta complejidad que tener una visión se convierte en fundamental. Así, la complejidad de los desafíos actuales no invalida lo dicho por el gran autor Lewis Carroll: si no sabes adónde quieres ir, no importa el camino que tomes. Pero por supuesto hace más difícil enfrentar a la lógica inferencia: una vez que uno sabe adónde quiere ir, algunos caminos son mejores que otros. 

El ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger expresó que: “a pesar de las diferencias entre los grandes hombres de Estado a través de la historia, todos tuvieron en común tanto una comprensión del pasado como una visión del futuro”. Esta visión debe estar basada en nuestra identidad, contener las más altas aspiraciones de una nación a mediano y largo plazo, y ser consensuada y realizable.  Así, en términos de identidad tomaremos como base la propuesta del profesor Roberto Russell de buscar una fórmula superadora por sobre la brecha existente entre las visiones “occidentales” y “sureñas” en nuestra política exterior. Para ello sugerimos una leve adaptación de lo propuesto por Russell: que nuestra identidad es “occidental, americana y del Sur”. Esta identidad asume nuestros valores occidentales, nuestras coordenadas geográficas y culturales, como también los desafíos que enfrentamos como miembros de un “Sur global”.

Con esto en mente, la política exterior debe participar activamente en la aventura de moldear el futuro de la Argentina, contribuyendo en por lo menos tres frentes para lograr una “Argentina Mejor”: 1) una mejor integración al mundo, 2) un nivel de vida mejor, y 3) un mejor nivel de prestigio internacional. 

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La mejor integración al mundo, debe realizarse en el contexto de un proceso de difusión de poder y de riqueza hacia afuera de Occidente, dentro del cual se encuadra la gradual transición del poder relativo entre dos superpotencias: EE.UU. y China. Frente a este escenario, y tomando conciencia de nuestra ubicación geográfica, la Argentina debe seguir una estrategia de “Horizontes Diversos”, es decir mantener relaciones positivas y simultáneas con las potencias establecidas, los nuevos centros de poder, y el exterior próximo. Ante un contexto global en continua evolución, esta estrategia no puede ser entonces de naturaleza estática, sino que debe caracterizarse por ser una “diversificación dinámica”, analizando las variaciones de poder a nivel global, y reaccionando adecuadamente para maximizar, en cada etapa y escenario, el interés nacional. Ante la creciente rivalidad entre EE.UU. y China, nuestra ubicación geográfica hace que no tengamos amenazas inminentes a nuestra seguridad, lo que nos otorga más grados de libertad de acción. Esto se combina con que la actitud de EE.UU. hacia América del Sur tiende hoy a ser reactiva, y enfocada en el avance de China en la región, pero sin facilitar alternativas concretas para neutralizar este avance. Por otro lado, se debe ser sumamente cuidadoso al interactuar con países con regímenes autoritarios, y la voluntad de interactuar con estos regímenes se reduce a cero, en casos flagrantes de violaciones del derecho internacional, como ser la invasión de otro Estado. 

Para lograr un nivel de vida mejor, la política exterior debe contribuir claramente al desarrollo integral y equitativo de la Nación. Así, la política exterior debe servir como instrumento para convertir el evidente potencial económico de Argentina en una realidad, ayudando a convertir un país que es hoy un dínamo de cultura y creatividad en un motor de desarrollo. Una tarea vital es la de incentivar el crecimiento de las exportaciones, continuando con la diversificación de destinos, y enfocándose en las geografías  con mayor crecimiento. En Asia, si bien hay que apoyar las exportaciones a China, también hay que seguir impulsando las exportaciones a India y la Asean, cuyos países ( incluyendo Indonesia, Vietnam y Tailandia) muestran voluntad de acordar tratados de libre comercio con el Mercosur, en forma individual. A su vez, hay que seguir enfocándose en los mercados de Medio Oriente y el norte de Africa. Asia y Africa representan hoy el 37% de nuestras exportaciones, y un importante 53% de su crecimiento (2017-2022). A su vez, América del Sur representa el 30% de este crecimiento y Europa el 9%, mientras que las exportaciones a Norteamérica están estancadas. En el caso de Europa, una prioridad debe ser concretar el acuerdo Mercosur-UE, aprovechando, si se da el caso, las inclinaciones de un potencial gobierno de Lula da Silva en Brasil. A esto habría que agregar el tratado Mercosur-EFTA, y el tratado Mercosur-Japón. Estas tres iniciativas deben utilizarse para ordenar y relanzar el Mercosur, que para Argentina cumple una función vital en cuanto a mantener un balance en nuestras exportaciones  entre productos primarios, manufacturas de origen agroganadero e industrial, y servicios tecnológicos y profesionales. 

Para lograr un aumento en exportaciones será indispensable que la estrategia de desarrollo que se encare no las desincentive: que no haya un peso artificialmente alto, que la política impositiva no haga aumentar los precios de exportación en forma desventajosa, y que se reduzcan/moderen las retenciones. Por otro lado, en materia de atraer inversiones para el desarrollo, nuestra diplomacia lo podrá promover en forma efectiva, si los potenciales empresarios extranjeros ven a sus colegas argentinos, o a empresas extranjeras radicadas en el país, invirtiendo en sectores productivos en nuestro territorio. 

En cuanto a obtener un mejor nivel de prestigio internacional, hay que retomar/reforzar la iniciativa de tener un rol positivo en las instituciones multilaterales, que se alinean con nuestros intereses globales prioritarios.  Eso quiere decir que nuestro rol en el G20 debe ser mucho más profundo, constructivo y de liderazgo en ciertos temas preeminentes para el país. Que debemos mantener roles claves en los organismos de la ONU en los que Argentina tiene un rol destacado, como en la Agencia Internacional de Energía Atómica. También Argentina debe seguir teniendo un rol importante en materia de DD.HH., donde su compromiso en el continente americano debe ser más claro que el cristal. Además de considerar el volver a ser miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, Argentina debe analizar con profundidad los aspectos positivos y negativos de integrarse las nuevas instituciones internacionales que se van desarrollando a nivel global. Por otro lado, se deben completar con urgencia los pasos del proceso de admisión a la OCDE, entendiendo claramente el rol que puede jugar esta prestigiosa institución internacional en nuestro desarrollo e imagen. Un objetivo general de este intenso accionar diplomático a nivel global debe ser generar mayores grados de autonomía mediante la diversificación de nuestras relaciones, evitando y/o moderando a su vez las relaciones con altos niveles de dependencia.  

Como es evidente, diseñar una estrategia de política exterior, nos obliga a priorizar y acomodar objetivos –a veces divergentes–, y nos fuerza a elegir los medios adecuados. A su vez, al implementarla habrá que tener en cuenta, como afirmó Kissinger, que en el campo de las relaciones internacionales, las más altas aspiraciones de una nación tienden a cumplirse en etapas imperfectas.

*Especialista en Relaciones Internacionales. Autor del libro “Buscando Consensos al Fin del Mundo. Hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027)”.