COLUMNISTAS

Paja y trigo

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La muerte de Nisman deja servido en bandeja un tremendo aporte a la confusión general. ¿Responsables? Muchos: Gobierno, oposición, servicios, jueces, fiscales, medios y periodistas, como para empezar. Pasiones, intereses y deseos de una sociedad dividida activan este mecanismo donde sólo importa lo que parece resultar funcional, no la verdad o una aproximación a ella.

Intentemos un ejercicio de separar la paja del trigo. Debatible, claro, pero honesto:

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◆ La causa AMIA se consagró impune mucho antes del acuerdo secreto entre los gobiernos de Argentina e Irán, que reveló Pepe Eliaschev en este diario. Nunca se avanzó con la pista iraní, ni con la siria y ni siquiera con la conexión local del atentado, sucedido hace más de veinte años. Tampoco la Corte Suprema hizo otra cosa que condenar a la nada el ataque a la embajada israelí.

◆ Nisman no sumó mucha claridad a esa investigación, pese al apoyo inicial del kirchnerismo, de un sector pesado de la inteligencia local y también de otros países, como EE.UU. e Israel.

◆ De un día para otro, sale a denunciar por encubrimiento a la Presidenta, al canciller y a otros personajes variopintos. Quienes lo defienden dicen que lo hizo porque la procuradora  estaba por desplazarlo. Quienes lo atacan, porque su mentor intelectual (el espía jubilado Jaime Stiuso) le plantó pistas falsas para que vaya contra el Gobierno.

◆ Si se leen con atención las más de 300 páginas de la denuncia de Nisman, no hay indicios acabados que conlleven delitos. Esto es, puede haber una condena política al trato con Irán (que quedó al final en el aire previo a este escenario de conmoción), pero no surge otra cosa del trabajo que presentó Nisman. Los que lo defienden argumentan que era el punto de partida de una investigación.

◆ Las escuchas conocidas hasta ahora son muy seductoras desde el morbo que despierta una conversación espiada. Pero los intercambios entre Khalil y D’Elía parecen más propios de dos personajes menores y marginales que se vanaglorian de sus poderes (como hacen los que no lo tienen), en vez de una diplomacia paralela al margen de la ley.

◆ La voltereta del Gobierno, que mutó de suicidio a crimen el final de Nisman, es tan escandalosa como lógica. Con el “nos tiraron un muerto” intenta pasar a la ofensiva. Y en ese tránsito, los apuntados podrán ser Stiuso, el joven Lagomarsino o el que fuera. Todo vale para hallar un culpable, aunque no lo sea.

Cerrado el ejercicio, continúa la programación habitual, la que suele ser atosigada por contradicciones, maniqueísmos, operaciones, imposturas, mentiras y humo.