COLUMNISTAS

Palabras prostituyentes

La comparación entre Argentina e Inglaterra en las cifras de desempleo juvenil, realizada por la Presidente, demuestra un alto grado de corrupción del lenguaje, con claros fines de manipulación.

Foto: AFP
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Tomé una decisión. Estoy convencido de que la decisión que he tomado no tiene retorno. No voy a temer reiterarme, no me va a acobardar el hecho de que, una y otra vez, aparezca ante este micrófono una idea que es casi obsesionante para mí.

Uno de los fenómenos más poderosos de devaluación que se ha dado en la Argentina en estos últimos años no es, por cierto, el de la moneda, que es de por sí es grave. La Argentina es un país que a duras penas ha conseguido estabilidad en su signo monetario pero siempre por períodos muy cortos. Dicho de otra manera, la devaluación nos acompaña prácticamente desde siempre. Pero no es de esa devaluación de la que yo quiero hablar en esta oportunidad. Por el contrario, me parece que hay una todavía más importante y trascendente, y que incluso es infinitamente más tóxica y contaminante que la devaluación del dinero. Es la devaluación de la palabra.

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Hay un fenómeno de putrefacción de las palabras,emitidas desde un poder político que, ya sea por ignorancia, irrelevancia, o por cinismo, se vale del lenguaje para cualquier cosa menos para lo que corresponde.

Esto es lo que se reitera en la Argentina y por eso mi advertencia de que no me acobarda regresar a la misma línea de análisis, subrayar e iluminar las prostituciones del idioma que  emanan desde el poder político gobernante. Esto tiene una referencia inevitable con quien preside la Argentina, porque ha sido Cristina Kirchner la persona que ha encabezado este fenómeno que luego, claro, se derramó a las esferas inferiores de su gobierno: el uso de nuestra maravillosa lengua castellana para fines que ya no voy a llamar “inconfesables”-sería demasiado ridículo y hasta ingenuo-, pero sí abyectos.

En sus reiteradas presentaciones, en sus apariciones semanales normalmente encadenando a todos los medios, la titular del Poder Ejecutivo Nacional suele aludir con una frivolidad asombrosa y desconcertante a cualquier tema, valiéndose de información que no puede sustentar. Pensaba esto cuando este lunes 7 de abril de 2014 leía una crónica imperdible del periodista Francisco Jueguen, en el diario La Nación, titulada: “Las Malvinas: el espejo roto de Cristina y el desempleo”. Comienza diciendo Jueguen en su artículo que el espejo de Cristina Kirchner “parece estar quebrado”. Me pareció un copete periodístico audaz: “espejo quebrado”. Agrega: “En una inusual elección discursiva para atacar a su par inglés David Cameron” (en realidad Cameron no es su par, es el primer ministro de Gran Bretaña) “la presidente eligió el alto desempleo juvenil para criticar a Gran Bretaña, cuando ese flagelo golpea al país -Argentina- casi en la misma proporción”.

Las palabras de Cristina el otro día: “sería bueno que Inglaterra se dedique menos a guerrear, y más a su pueblo”. Cuestionó al Gobierno inglés porque, dijo, “tiene un 20 por ciento de jóvenes desocupados”. El periodista, con buen criterio, recuerda que el plan Progresar fue anunciado por la presidente a fines de enero de este 2014, iniciativa que, según la Casa Rosada, está destinada a un millón y medio de chicos (jóvenes sería la palabra más adecuada que “chicos”) de 18 a 24 años. “No estudian ni trabajan o tienen un trabajo informal”: así los definió la propia Cristina en aquel entonces. Dijo ese mismo día, cuando anunció el plan Progresar, que “los jóvenes representan el segmento donde más desocupación tenemos, un 18,2%”. Subrayó ella: “dos puntos por debajo de la media europea”. Critica ella a Gran Bretaña porque dice que tiene un 20% de desocupados jóvenes mientras que la Argentina tenía, en enero, 18% de jóvenes en la misma condición.

Sin embargo, el periodista añade algunos elementos bastante más preocupantes. Según la información de la Encuesta Permanente de Hogares, del INDEC, estos datos de la propia presidente son cuestionables. Vamos a ver por qué.

El último trimestre publicado, o sea el segundo trimestre de 2013 (abril, mayo, junio de 2013) estima el desempleo juvenil en la Argentina, casi un año atrás, en el 19.6 por ciento, sólo cuatro décimas inferior al de los británicos. Gran Bretaña, como gran parte de Europa Occidental, viene de sufrir una brutal crisis, que fue especialmente cruel en 2008 y 2009, y provocó un impacto directo, un cimbronazo en la economía de todos los países de la eurozona.

Para el Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales, mencionado por el mismo periodista Francisco Jueguen, el desempleo entre los jóvenes de entre 15 y 24 años en la Argentina era, a comienzo de 2013, algo mayor que el de los británicos: 20.3 por ciento. Se trata de una utilización no solo falsa, arbitraria, confusa y equivocada, sino que –además- es una operación necia, que se da de frente con la propia realidad. La presidente podría haber dicho lo que quisiera sobre las Malvinas, la presencia británica en las islas y acusar de armamentismo a Gran Bretaña; pero hablar de cuestiones políticas internas de un país extranjero y con absoluta impunidad, revela ingenuidad,  ignorancia y una mirada aldeana de las cosas, que provoca consternación ajena y ridículo propio.

Los números hoy son universales. La comunicación es global. Las palabras de un jefe de Estado tienen rápida y automática divulgación, no estamos en de 1914, cuando comenzó la Primera Guerra Mundial. Estamos en una época en la que la comunicación es instantánea, en línea y en tiempo real. Cualquiera puede advertir que la presidente se mete un pie en la boca al hablar críticamente de la desocupación en Gran Bretaña -tema que no tiene nada que ver con las Malvinas- cuando su propio país y en la misma categoría de 18 a 24 años, presenta un panorama parecido al de todo el mundo, porque el desempleo juvenil es un fenómeno internacional, no es un fenómeno británico, español o italiano.

No es nueva mi insistencia en subrayar la devaluación de la palabra como una de las grandes herencias nefastas que nos va a dejar esta década. Será necesario poner en pie una vez más el valor intrínseco de los conceptos.

Así como una frase mítica dice “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, de 2015 en adelante la Argentina tendrá que preocuparse, además de tantas otras cosas, de devolverle su soberanía y su honorabilidad a las palabras prostituidas por el poder político.

 

(*) Editorial emitido en Radio Mitre, el lunes 7 de abril de 2014.