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Siguen batiendo marcas

Palermo y Tevez no se cansan de ser cada vez más grandes

Los dos cerraron una semana inolvidable. El delantero de Boca fue clave con sus tres goles en el pase de su equipo a semifinales de la Libertadores. Ahora está a seis tantos de alcanzar a Varallo como máximo goleador del club en la era profesional. Tevez sumó, con la Champions del Manchester, su décimo título personal en cinco años de carrera.

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Martín Palermo y Carlos Tevez sólo coincidieron en un plantel de Boca en el último semestre de 2004. Siete veces formaron la delantera xeneize en el Apertura –mala campaña, con renuncia de Miguel Angel Brindisi incluida– y cuatro veces ocuparon los lugares de ataque en la Copa Sudamericana. El 17 de diciembre de 2004, Tevez y Palermo le metieron un gol cada uno al Bolívar y le dieron a Boca el único título que obtuvo el Chino Benítez al frente del equipo como entrenador. Fue, además, la última vez que se encontraron en una cancha. Carlitos se fue al Corinthians. El Loco siguió en Boca, buscando el bendito récord de Francisco Varallo.

Esa Sudamericana fue el último eslabón en una larga cadena de títulos que Tevez ganó con la camiseta azul y oro. Antes, con Bianchi, había conseguido la inolvidable tripleta de 2003: Libertadores, Apertura e Intercontinental. Perdió la Libertadores con el Once Caldas pero se desquitó a fin de año. Se fue a Corinthians en medio de una transferencia realizada con dinero de origen sospechado. Salió campeón en Brasil y se lo llevaron al West Ham United. Peleó, y consiguió, la permanencia en Primera con un gol decisivo en Old Trafford ante el mismísimo Manchester United. El equipo de Alex Ferguson lo contrató para la temporada siguiente. Con la camiseta roja del Manchester metió 14 tantos en la Premier League y 4 en la Champions. Fue el delantero más importante –más que Rooney, a la altura de Cristiano Ronaldo– que tuvo el equipo de Ferguson en la final contra el Chelsea. Aquella infancia en Fuerte Apache lo curtió como para que se le plantara a una bandera del fútbol inglés como John Terry y, también, lo sensibilizó como para que, de su paso por Europa, diga que lo mejor de estar en Manchester es que su hija va a ser mejor que él. Lejos de hablar de la ropa, los autos o el nivel social que puede dar vivir en Inglaterra, un tipo como Tevez (sin instrucción, dirían algunos nefastos “instruidos”) habla de la educación de su hija como primer ítem. En tiempos de tanta basura, de tanto “culo y teta” inútil y banal, de tanto desdén por los orígenes humildes, Carlitos da el ejemplo.
Y otra muestra les dio a los periodistas y al público futbolero en general. Cada domingo tenemos la chance de ver y cada lunes leemos loas a grandes jugadores de partidos chicos. Cada domingo vemos y cada lunes leemos que el argentino “es el fútbol más competitivo del mundo”. Esto sería cierto si tipos como Tevez estuvieran acá. Pero esos futbolistas se van a donde está el dinero, obviamente, pero, también, a donde se juega verdaderamente el mejor fútbol del mundo.
En cambio, Tevez se maneja y triunfa en un lugar que, de arranque y por razones políticas, es hostil a los argentinos. Pero como también es un país desarrollado, con la educación de la que está orgulloso que reciba su hija; se lo respeta y se lo ovaciona, sin pensar en la guerra de Malvinas o en cuestiones más vinculadas a la diplomacia que al fútbol. Por eso, les devuelve un fútbol de alto nivel. Por eso se metió entre ellos apenas metió su primer gol. “Ellos” son ingleses de clase media, no saben ni dónde queda Fuerte Apache y, algunos, ni siquiera dónde está la Argentina. Pero el fútbol extraordinario, lleno de técnica y coraje de Tevez los unió en ese abrazo que todos vimos por la tele.
A Tevez, hoy, le va, incluso, mejor que a Messi. No se lesiona, juega en el mejor fútbol del mundo, con compañeros de un nivel extraordinario y contra rivales de similar status. Y la rompe. Mete goles importantes, juega bien partidos chivos, presiona sobre la salida de los defensores, cabecea, mete pases gol. Hoy, es el mejor futbolista argentino del mundo.
Lo de Palermo también es extraordinario. Porque, al igual que Tevez, siempre se anota en la red cuando el equipo más lo necesita. Cuando marcó el segundo gol ante Cruzeiro, en octavos, venía de una racha negativa. Corta, pero racha al fin. En esta columna se escribió que “a veces, da la sensación de que si el gol no lo hace Palermo, no lo hace nadie”. Después del 3-0 sobre                Atlas, la sensación casi da paso a la certeza. Aquel gol en Belo Horizonte fue determinante en la historia de ese partido. Palacio hizo el primero, pero la clasificación de Boca estuvo en el bolsillo recién cuando apareció Palermo. En el estadio Jalisco, el miércoles pasado, ocurrió lo mismo. Palermo abrió el partido, luego lo puso en situación de igualdad y lo remató con una joya que, de haberla hecho Riquelme, tendríamos que haber escuchado y leído tanto almíbar que se nos hubiesen picado las muelas. Es notable el detalle de que ninguno de los tres goles hayan sido de cabeza, algo que sus detractores deberían tener en cuenta.
Pero Palermo lo hizo. No se escucharon esta semana gritos histéricos haciendo alusión a que el titán es un “burro”. Llamar así a alguien que lleva casi 200 goles es, justamente, una burrada.
Si bien Riquelme hizo un gran primer tiempo en Guadalajara, la historia de este Boca 2008 pasa por Palermo. Si el Loco está bien, el equipo siempre tendrá una chance más. Palermo no sólo es un goleador.
Es un jugador inteligente, que sabe cuándo hay que bajar la pelota, cuándo cabecear al gol, cuándo salir del área, cuando ir a la Troya, cuándo gambetear al arquero, cuándo definir ante el achique. Esto, sin tener en cuenta que hizo su gol 100 con rotura de ligamentos cruzados, que a River le marcó un gol memorable después de seis meses de ausencia, que a su regreso  le hizo un golazo de chilena a Banfield…  E insisto con la teoría de que no inscribió su nombre en la Selección por su contemporaneidad con Batistuta y Crespo, más que por los tres penales que tiró afuera en la Copa América ’99.

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<b>Palermo y Tevez son diferentes.</b>Sus edades, sus experiencias europeas y, sobre todo, sus características los separan. Pero los lazos que los unen son aún más fuertes: los goles que más se gritan, los prejuicios destruidos y ese paisaje azul y oro que los acompaña a cada paso.