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Panorama / Recta final en EE.UU.

Palin, la “otra Obama”

La diferencia fundamental entre el discurso de aceptación de John McCain en la Convención Republicana (St. Paul, Minnessota, 4/9/08) y el de Barack Obama en la Demócrata (Denver, Colorado, 28/8/08) es que el primero colocó el acento fuera de su partido y reafirmó su histórica condición de disidente (maverick): “Siempre he marchado al ritmo de mi propio tambor y no trabajo por un partido”, en una propuesta que intenta trascender los límites partidarios y se dirige primordialmente a los independientes e incluso a los demócratas, sobre todo a los votantes de Hillary Clinton.

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La diferencia fundamental entre el discurso de aceptación de John McCain en la Convención Republicana (St. Paul, Minnessota, 4/9/08) y el de Barack Obama en la Demócrata (Denver, Colorado, 28/8/08) es que el primero colocó el acento fuera de su partido y reafirmó su histórica condición de disidente (maverick): “Siempre he marchado al ritmo de mi propio tambor y no trabajo por un partido”, en una propuesta que intenta trascender los límites partidarios y se dirige primordialmente a los independientes e incluso a los demócratas, sobre todo a los votantes de Hillary Clinton.
Obama, en cambio, en Invesco Field –en el mayor acto partidario de la historia norteamericana– modificó el mensaje que desarrolló en las primarias, cuando se centró en una propuesta de cambio bipartidario al estilo de su admirado Ronald Reagan, y se identificó plenamente con la tradición, el programa y los líderes demócratas. Obama asumió en la contienda nacional frente a McCain plenamente la bandera e identidad del Partido Demócrata.
McCain quiso dejar de lado toda identificación partidaria. Se dirigió a Obama: “Usted tiene mi respeto y mi admiración. Por encima de nuestras diferencias, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Todos somos estadounidenses y esa pertenencia es para mí más importante que cualquier otra (…) Yo no sería un norteamericano digno de ese nombre, si no rindiera homenaje por sus extraordinarios logros al senador Obama”.
McCain profundizó la crítica a su partido: “Dejamos que Washington nos cambiara. Perdimos la confianza del pueblo estadounidense cuando algunos republicanos cedieron a la corrupción. Perdimos su apoyo, cuando valoramos más el poder que los principios”.
Atrás de ambas piezas retóricas hay un común diagnóstico político. McCain y Obama saben que éste es un “año demócrata”; que entre ambos partidos hay 20 puntos de diferencia; y que la afiliación partidaria, que era pareja desde la década del 80, ahora es 55% (D) y 35% (R). También advierten que el bloque que decide las elecciones del primer martes de noviembre son los 18 millones de votantes que sufragaron por Hillary Clinton en las primarias demócratas. Por eso Obama se presenta como un demócrata y McCain como un “eterno” disidente no partidario.
Ambos saben que la contienda se presenta extremadamente polarizada: nueve de cada diez republicanos votarán por McCain e igual proporción de demócratas lo hará por Obama. El campo de batalla es sobre los independientes, los votantes inscriptos en ambos partidos sólo por motivos electorales –pero sin identificación partidaria–, las mujeres de clase media (“soccer moms”), los trabajadores blancos (“blue collars”) y los latinos. 
La puja se dirime en tres estados cruciales: Ohio, Pennsylvania y Michigan, que constituyen el corazón industrial de EE.UU., la cuenca del carbón y del acero, eje de la Revolución Industrial de la posguerra civil (1870-1913) y de la extraordinaria movilización de trabajo y recursos de la Segunda Guerra Mundial, que se desplegó hasta comienzos de la década del 70 (primer shock petrolero / 1973).
Obama y McCain saben que quien gane en dos de estos tres estados se impondrá en la elección nacional. En los tres triunfó Hillary Clinton en las primarias demócratas. Los candidatos a vicepresidente (Joseph Biden y Sarah Palin) jugarán en ellos un papel fundamental. Biden es católico, de familia “blue collar” y nació en Scranton, Pennsylvania. Palin, la revelación de esta fase final de la campaña, es una expresión acabada de “Middle America”: hija de maestros primarios, fervorosa creyente y profundamente conservadora.
El discurso de Palin fue un acontecimiento político, con probable proyección histórica. “Su presentación no pudo ser más ganadora ni provocar más entusiasmo” (NBC); “Palin es un fenómeno político que en adelante debe ser reconocido en EE.UU.” (CNN). Financial Times dejó de lado la tradicional autorrestricción británica, y sostuvo que Palin es “absolutamente maravillosa, una personalidad extraordinaria”. The Washington Post no se quedó atrás: “Palin mostró a sus críticos –los demócratas, los medios de comunicación y el establishment político de Washington– que no les teme, y que está lista para la pelea”; y agregó: “Ha nacido una estrella en el Partido Republicano”.
Palin centró su crítica en Obama y eligió como adversario al carismático candidato demócrata: “En los pequeños pueblos no sabemos qué hacer con un candidato que prodiga elogios al pueblo trabajador cuando lo están escuchando, y luego habla de la amargura con que se vuelca a su religión y a sus armas, cuando no lo hacen (…) Preferimos que no hablen de nosotros de una forma en Scranton y de otra distinta en San Francisco”.
Luego se concentró en la élite de Washington y en los grandes medios de comunicación: “Aprendí en los últimos días que si uno no es miembro de la élite de Washington, algunos medios lo consideran un candidato no calificado. Pero les traigo una información: no voy a Washington para buscar su opinión favorable; voy para servir al pueblo de mi país”.
La elección de noviembre se dirime entre Obama y McCain; pero en términos políticos, en los EE.UU. de los próximos 10/15 años, la opción es entre Obama y Palin. La división de clases no tiene en EE.UU. un contenido económico, sino cultural; es una cuestión de valores. “Middle America” es conservadora; la inmensa élite del conocimiento –que encarna Obama– no lo es. Pero las dos se unifican en el excepcionalismo norteamericano. “EE.UU. no tiene una ideología; es una ideología”, afirmó Chesterton.
Ahora apareció Sarah Palin, la “otra Obama” de la “Middle America” conservadora.