Gonzalo Bergessio se fue al Saint Etienne, de Francia, un equipo modesto donde se inició Michel Platini y brilló a principios de los 70 Osvaldo Piazza. El club representa a una pintoresca ciudad ubicada a 50 kilómetros de Lyon, ideal para visitar. Está en medio de una campiña que tiene distintas tonalidades de verde en su suelo. También es verde la camiseta del equipo. Saint Etienne empezó muy mal en le championnat. Perdió sus tres primeros partidos. Lavandina tendrá como compañero a Augusto Fernández, que dejó River, también con el Torneo Apertura en marcha.
El tema es que, tomando mano a mano las historias de Saint Etienne y San Lorenzo, lo que representan el torneo francés y el argentino –también en términos históricos– y lo que significa para el futbolista que Bergessio elija un equipo de mitad de tabla como el Saint Etienne y no a San Lorenzo, con el que tranquilamente podría pelear el torneo es un dato que no debería escapársenos. Explica, con crudeza, lo que es el fútbol argentino hoy. Explica con certeza por qué los clubes están fundidos, por qué todo lo que se nos dice, en general, es mentira. Por ejemplo, que la plata de la televisión estatal va a ayudar a los clubes, pero de movida, San Lorenzo no puede retener a su figura principal.
Con un serio agravante: de una operación en la que dan vueltas siete millones de euros, a San Lorenzo le quedaron entre 600 y 700 mil; o sea, nada. O lo indispensable para traer a préstamo con una opción impagable a Darío Cvitanich para reemplazarlo.
Es más, viendo la actuación de Bergessio el sábado pasado frente a Atlético Tucumán, pensaba que San Lorenzo no podría pelear el título sin Bergessio. Cvitanich es un jugador que está a la altura de las circunstancias, pero Simeone en la pretemporada pensó un equipo en el que Bergessio fuera fundamental. Y dio muestras de ello el sábado pasado, donde resolvió situaciones complejas, como la del primer gol –aún cometiéndole foul al arquero– y la del segundo gol, con una estupenda jugada por la izquierda que derivó en un pase perfecto y un gol bárbaro de Menseguez. El delantero fue vital. Para el choque de esta noche contra Godoy, Bergessio ya no está. Y no estará más. Aquel plan de pretemporada del DT cayó en saco roto.
Ahora llega una segunda etapa. En plena competencia, el entrenador debe acomodar a Cvitanich a un nuevo esquema, a nuevos compañeros, a nuevas variantes, a nuevos rivales. Dirán que en Banfield, Cvitanich supo sobrellevar las dificultades. Es discutible, acá los equipos cambian totalmente en seis meses. Huracán puede dar fe de ello. Matías Defederico no pudo sostener la promesa que le había hecho a Angel Cappa de quedarse al menos hasta fin de año. Su representante le quemó el cerebro y se lo llevó a jugar a Corinthians. El Globo tampoco pudo retener a Toranzo, a Arano, ni a Araujo. Sólo Bolatti pudo permanecer –y todavía no está seguro– de los jugadores que lograron el tercer puesto en el certamen anterior.
Cvitanich viene de un fútbol más organizado, como el holandés, pero más desparejo. Allá el título se lo disputan Ajax (equipo en el que jugaba Cvitanich), Feyenoord, PSV Eindhoven y, últimamente, el AZ Alkmaar. El resto acompaña. En la Argentina (y sin que esto signifique un buen nivel) muchos más equipos tienen aspiraciones importantes. Y Cvitanich tendrá que lidiar con eso desde un grande, experiencia que tuvo en Holanda pero no aquí.
Es difícil culpar a un solo estamento de esta locura. Hasta anoche, Independiente esperaba por el pase internacional de Carlos Matheu. Esta situación la había vivido una semana antes y el defensor no pudo jugar porque jamás llegó lo que los agentes llaman “transfer”. River, para sumar confusión, contrató a Almeyda con 35 años y cuatro sin actividad profesional. Lo primero que se nos dijo fue que necesitaba un mes para estar más o menos bien. Ahora nos enteramos de que mañana va al banco contra Chacarita.
En Boca, cinco tarados insultaron ayer a la mañana a Martín Palermo, que debe ser el único jugador que no tiene ni un solo motivo para ser reprobado. La razón sería que Palermo –reconocido hincha de Estudiantes– dijo en Radio Mitre que le gustaría jugar el Mundial de Clubes para el club de La Plata. Es increíble el nivel de desagradecimiento de los hinchas. Palermo debería tener un monumento en la entrada de la mismísima Bombonera.
En fin, esto es lo que hay. Uno camina, observa, junta cosas y ve que los dirigentes están siempre metidos en el medio de los desaguisados. El fútbol argentino ya no es lo que era. Se juega mal, las canchas no están bien, a los hinchas locales los secuestran cuarenta minutos después de terminado cada partido, en el ascenso no se puede ir de visitante… Encima, el Estado les vende espejitos de colores con sumas astronómicas que, al parecer, no tendrán el “efecto derrame” esperado por los clubes…
¿Por qué no se juntan a pensar cómo llegamos hasta aquí y cómo salimos? Para eso no hace falta plata. Para eso hace falta un baño de humildad. Humildad que nuestros dirigentes, lamentablemente, no tuvieron hasta ahora.