Acabo de llegar a Francia. Empieza el verano pero llueve y hace frío. El avispero de París parece estar más sacudido por la decadencia del fútbol galo que por los problemas mayores de la crisis financiera mundial que golpea de lleno a Europa. En L’Equipe escribieron que la caída de Francia en Sudáfrica es el espejo de las decadencias ocultas del país. Casualmente, las televisiones inundan con la imagen de De Gaulle con su famoso llamado, del 18 de junio del 40, al combate y la dignidad cuando los tanques de Guderian estaban a las puertas de París y el mariscal Petain se rendía como se le habían rendido los alemanes a él en 1918. Corsi e ricorsi. De Gaulle transformó la derrota en renacimiento. En las imágenes siguientes de esta conmemoración, aparecen en fila india y cabizbajos los once atletas millonarios que se niegan a entrenar, seis afrogalos y cinco galos melancólicos, algunos de los cuales dedicaron maradonianos insultos al entrenador Doménech, que la prensa reprodujo en los titulares. Si ésta es la primera impresión del recién venido, se puede intuir que lentamente todos se su-damericanizan. Cuando lo glorioso y lo grotesco se aúnan en el noticiero de las ocho hay que tener miedo. Novalis, el gran lírico alemán, escribió una de las frases más enigmáticas de la literatura: “La condición humana prefiere imaginarse un destino final trágico, pero más bien debería prepararse para un destino cómico.” (Pienso que Aristófanes participó de esta intuición.) Una tragedia atroz y final sería algo digno para un ser con tantas ínfulas. Pero un final ridículo... Y del ridículo no se vuelve ni siquiera en otro ciclo cósmico.
Las calles de las mayores ciudades de España y de Francia se llenan de trabajadores amenazados seriamente en su ocio. Ante el desajuste y endeudamiento desmadrado, Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y la misma España achican gastos y prebendas. Los países se endeudaron para desendeudar bancos y corporaciones. Ahora tienen que comandar una salida ya que el statu quo “financierista” se repite.
Los trabajadores quieren jubilarse a los sesenta años y pasar un par de décadas sostenidos por los jóvenes. Y saben que como se trata de países serios, pagarán una cifra cercana a lo que ganaban en la actividad. Usan la retórica social para esquivar comprometerse con una realidad grave. Europa envejece y no se reproduce con niveles aceptables, salvo en Francia y en algunos nuevos europeos del Este. El “directorio” de países centrales está dispuesto a tomar con toda energía el programa postergado por la flojera demagógica y el pasatismo de dos generaciones de gobernantes benévolos con los dineros públicos. Giulio Tremonti, el ministro de Economía de Italia sintetizó la situación: “Por primera vez en la historia, vemos la supremacía de la economía de papel (financierismo especulativo) sobre la economía real. El desmoronamiento de la pirámide de papel en el otoño de 2008 causó inmediatamente la caída de la economía real (la fábrica, la minorista, el trabajo, las familias, las personas). Se hizo un salvataje de la economía especulativa, garantizado por los estados, que reprodujo la situación de dos años atrás, pero con el agravante de que ahora puede haber otra caída de la economía de papel y arrastrar la estructura soberana del débito público, de los gobiernos. Cada ocho segundos se emite un millón de euros o dólares de nuevo débito público...”
Tremonti sintetiza la voluntad firme de Europa de modificar en profundo la mayor enfermedad actual. ¿Podrá tener el coraje que tuvo aquel De Gaulle, hoy conmemorado, ante los anglosajones prepotentes y dominantes desde el ’45 y decirles: “Una Nación es un ejército, una moneda y un idioma” (una cultura).
Ya que hemos hablado de símbolos y estamos en París y en el diario PERFIL, debemos recordar en estos días la derrota final del prestigioso Le Monde ante el capitalismo de grandes corporaciones que tienen en la mano esos 125 millones de euros que necesita, apenas un vuelto. France-Telecom y el grupo Prisa le garantizarán toda libertad, eso si...
*Escritor y diplomático.