Qué patriota que está la Argentina en estos días! Banderas en cada esquina, ilusión de esperanza colectiva inspirada por una pelota, creencia de que ahora sí empieza otro Mundial, y que además otro será el desempeño de un equipo que también podrá tapar de goles todo el caos de años de desorganización, fervor popular y político que deja en segundo plano nuestros temas urgentes en serio para hacernos creer que somos los mejores del mundo.
¡Qué miserable que está la Argentina en estos días! Hinchas que se hacen los graciosos en cámara con mujeres rusas, barrabravas que patotean a hinchas croatas, un técnico dibujado que no se cansa de gritarle “cagón” a un jugador también de Croacia, el ex 10 festejando el 2 a 1 ante Nigeria con un “putos” bien visible, el todavía hoy 10 reivindicando su club de amigos por sobre la “meritocracia” futbolera, políticos populistas que dan asueto por un partido o invierten cientos de miles de pesos en pantallas gigantes en plazas del interior del país.
¿Cuál de las dos Argentinas es más real y nos describe como genuinos habitantes de este país decadente? ¿La Argentina patriota o la Argentina miserable? ¿La que emergió desde el 14 de junio o la que, también en estos días, nos permitió reconocernos como argentinos allá en Rusia, esa que hace de la arrogancia (nuestro festejo podría resumirse en “¡es para vos, chileno, que lo mirás por TV!”), la falta de equilibrio (ganar es el cielo, perder es el infierno) y la mentira (“no hay crisis”, repiten los jugadores, y cierto periodismo deportivo) su estilo de vida?
No caben dudas de que la Argentina miserable es la real, la cotidiana, la que nos diferencia en el mundo, la que legitima barrabravas en el fútbol, la de políticos que usan al fútbol y dirigentes impresentables en un contexto de clubes quebrados económicamente, la que no tolera un proceso de largo plazo a la hora de designar técnicos y sostener un proyecto, la que no piensa en las divisiones inferiores/juveniles, la que cree que se puede ser campeón del mundo con un salvador y no en equipo, porque al fin y al cabo qué importa, si Dios es argentino, ¿no?
Intriga ver a cierto “argentino patriota” transitar estos días de junio-julio. Deposita en el fútbol gran parte de lo que no es capaz de practicar en el día a día: solidaridad (¿acaso hay sociedad más individualista que la nuestra?), pasión por mejorar y cumplir objetivos (¿y si algún día nos apasionamos por ser mejores ciudadanos, pagar nuestros impuestos, apostar a la educación, premiar el esfuerzo y condenar a los corruptos?), optimismo (¿y si todos juntos hacemos un gran acuerdo nacional que rescate a este país de la pobreza?).
Gracias, diario PERFIL, por el suplemento deportivo “Basta” de octubre pasado, cuando plantearon la necesidad de no clasificar al Mundial para, de ese modo, de una vez por todas poner en agenda y solucionar los problemas de la Selección. Gracias por el concepto de que periodismo deportivo se hace desde el lugar de “somos periodistas” y no desde el “somos hinchas”: hoy da pena ver a tantos cronistas deportivos que, por “cuidar a los jugadores o a la Selección”, no entregan a sus audiencias información “sensible” de un equipo en crisis.
Esta selección no me representa ni un 0,5%. Valoro haber leído casos de otras selecciones y otros procesos no improvisados, más profesionales, ordenados desde la lógica, el trabajo y no solo basados en “caprichos” de un supuesto iluminado (ahí están Alemania –pese a haber quedado eliminado en primera ronda– o la Colombia de Pekerman o el Perú de Gareca). No se trata de ser antipatria. Se trata de valores: este país es un asco desde hace tiempo. Argentina, rentre à la maison!
*Magíster en periodismo, profesor universitario.