La política argentina se ha entregado a lo predictivo. Las manifestaciones de protesta ya no toman como referencia a tal o cual decisión soberana (que implique la vulneración de un derecho o el acrecentamiento de las desigualdades sociales) sino la mera posibilidad de que algo pudiera suceder en esa dirección. Preventivamente, se sale a la calle, se firman petitorios y se envían mensajes de WhatsApp.
Como en la Argentina todo lo malo que imaginar se pueda termina sucediendo, no hay nada censurable en el escándalo previo o en la manifestación contra un futuro hipotético (estamos en contra de 1984). Pero tal vez se trate de alharacas que terminen debilitando la estrategia de resistencia al poder de la derecha en el poder. Si la ciudadanía se manifiesta en relación con una predicción (“el segundo paso será quitar el impuesto a los cableoperadores, o sea transferir esos recursos a las multinacionales. Si eso sucede...”), en efecto, la predicción no cumplida termina por socavar los fundamentos mismos de la protesta. Mejor es manifestarse en relación con lo concreto: el desmedido aumento de tarifas que afectan a los servicios públicos, el desprecio por la situación que atraviesan vastos sectores laborales como el de los docentes de todos los niveles del sistema educativo público, la demora en instrumentar la llamada Reparación Histórica y el laberinto burocrático que supone acceder a ese presunto beneficio, el nombramiento de amigos y entenados en puestos claves de poder (que es lo que parece haber sucedido en el Incaa, y no otra cosa).
Sin un diagnóstico certero de lo que sucede en tal o cual organismo, es complicado tomar una decisión (a favor o en contra de las medidas cuyo sentido se supone). En el Incaa le pidieron la renuncia a su director, que había sido propuesto por los lobbistas de la industria cinematográfica. Legítimamente, el Estado consideró que la dirección o la velocidad o la imaginación que imponía a sus funciones no eran las que de él se esperaban. O sea: se prefiere en ese lugar a un amigo que cumpla a rajatabla las indicaciones que se le suministren. ¿Incluirán esas indicaciones la afectación de las fuentes de financiamiento del Incaa? Naturalmente no, porque esa decisión no es competencia del director de ese organismo, como no es competencia del director académico del Enerc (y así lo subrayó en su carta de renuncia a su cargo el Sr. Rovito) intervenir en los procesos de contratación de proveedores para refacciones edilicias y adquisición de equipos.
Salir a gritar que el lobo viene de aquel lado es un error estratégico porque pone a todos a mirar en una dirección equivocada. En verdad, el lobo ya está entre nosotros, disfrazando su interés empresarial por el ocio y sus derivados con la máscara del amigo de las artes, las salas de teatro, los libros y los museos.