A quién votaría Mauricio Macri en España, Italia y Estados Unidos? Siempre conviene evitar los prejuicios en el análisis político, pero se puede sospechar con fundamentos que votaría a Mariano Rajoy, Silvio Berlusconi y John McCain. ¿Esto lo etiqueta ideológicamente? Sin dudas. Lo coloca en una vereda distinta a la que votarían gran parte de los porteños e –incluso– algunos miembros de su gabinete y de su mesa chica de conducción que lo harían por José Luis Rodríguez Zapatero, Walter Veltroni o cualquier integrante de la dupla Hillary Clinton-Barack Obama.
¿Está dispuesto Macri a sostener en los medios las ideas de derecha y los valores conservadores que con tanto orgullo exhiben Rajoy, Berlusconi y McCain?. Esta muy claro que –por ahora– no. Seguramente porque todavía no definió con toda contudencia su propia identidad ideológica. Se siente más desarrollista que liberal, más popular que conservador y más peronista que radical, pero básicamente cree que estas cosas no son relevantes, que lo realmente importante es hacer. Que la gente está cansado de sanata y muestra con palabras, videos y denuncias en la Justicia que hizo el “presunto progresismo” con la Ciudad. Macri, como buen ingeniero, tambien desconfía un poco de las palabras. Cree mucho más en los cálculos. Trata de surfear sobre la hipocresía de una opinión pública que muchas veces tiene el corazón a la izquierda y el bolsillo a la derecha.
Las grandes preguntas que sus asesores se deberían estar haciendo son: ¿se puede construir un liderazgo nacional sin opinar? ¿Es posible edificar un partido político en todos los distritos sin fijar posición sobre los grandes debates conceptuales de estos tiempos? ¿Se producen los procesos de identificación solamente por lo que una persona hace en forma presuntamente neutral, casi como un administrador de consorcio? ¿Es la gestión algo acéptico que puede crecer sin contaminarse con los virus ideológicos?
Para tapar los agujeros o reconstruir lo que otros derrumbaron puede ser. Es una primera etapa donde Macri está convencido que tiene que utilizar a la Ciudad de Buenos Aires como la gran vidriera donde va a poder exhibir sus realizaciones y su capacidad para resolver problemas. Da la sensación que para saltar a una posible candidatura a Presidente para el 2011, eso sólo no alcanza. Ni Rajoy, ni Berlusconi, ni McCain muestran solamente hechos, todos los días les exigen definiciones sobre los temas más complejos y polémicos. Probablemente Macri esté de acuerdo con el comportamiento político y militar que tuvo Alvaro Uribe, pero no lo sabemos. Porque no lo dice.
Es muy posible que gran parte del fenómeno que llevó al triunfo a Mauricio Macri y que ahora lo sostiene con altos índices de respaldo haya sido una reacción del cuerpo social frente a esa enfermedad de la politiquería chanta, reunionista, asambleísta, tan llena de palabras y tan vacía de acciones concretas que mejoren la calidad de vida de la gente.
Macri funcionó y sigue funcionando como remedio para ese mal. Por eso es un privilegiado que puede justificar todo lo malo que pasa ahora en la Ciudad con la “pesada herencia recibida”. Eso está prohibido para Cristina y para Scioli. Ninguno de ellos puede apelar a esta excusa que ya había dejado de utilizarse por previsible y cansadora. Hasta ahora para el macrismo, esa fue casi una política de Estado: apuntar contra los comestibles y remedios con sobre precios y vencimientos, mostrar toda la obra no realizada contra las inundaciones que fue respaldado por un informe de la Auditoría Porteña, empezar a recuperar el espacio publico que dejaron invadir, desactivar planes de ayuda que en realidad eran de autoayuda para amigos y favorecedores de los funcionarios, escuelas en mal estado y varias truchadas más.
La película de terror que pasó en la apertura de las sesiones de la Legislatura fue una especie de resumen en donde Macri le dice a los que gobernaron antes: ustedes hicieron esto. Yo solamente lo filmé.
Los que frecuentan al ingeniero Macri todos los días dicen que ayer fue su última sobreactuación colocándose en el lugar de víctima que no recibe los fondos necesarios para hacer funcionar parte de la Policía Federal bajo su mando. Dicen que todo fue para producirle costo político al gobierno de los Kirchner en general y a Aníbal Fernández en particular, y que están felices de poder construir una nueva policía desde cero, sin vicios de corrupción, con buenos sueldos y tecnología de última generación para combatir el delito.
De todos modos aquí, Macri va a correr un gran riesgo. ¿Qué van a hacer como Gobierno de la Ciudad si en los próximos día se produce un secuestro extorsivo seguido de muerte? ¿O una toma de rehenes prolongada en un barrio de clase media? Los macristas de la primera hora aseguran que van a responsabilizar públicamente a los que se negaron a pasarle los recursos y la Policía y a los oficialistas como Daniel Filmus y Aníbal Ibarra que también lo prometieron y ahora no dijeron una sola palabra. Para un momento de transición eso puede funcionar, pero la gran incognita es ¿cuánto tiempo va a pasar hasta que la percepción ciudadana también le pase a Macri las facturas por la inseguridad?
Esa actitud de poner las culpas afuera se agota en el tiempo y, además, le puede generar conflictos con el Gobierno nacional en el plano de las obras de infraestructura compartidas y otros aspectos de la autonomía donde sí parece funcionar cierto pacto de coexistencia pacífica.
Por ahora Macri tiene amplio crédito para reparar todo lo que otros rompieron. Pero en la segunda etapa, la de su propia construcción concreta y simbólica, va a tener que pegar el salto más arriesgado de todos: dedicarse a la política.