COLUMNISTAS

Pelear 2015 mirando 2017

Por Jorge Fontevecchia. Las inundaciones borraron de los medios el tema de las PASO. El futuro de los tres candidatos.

El juego de la silla entre Cristina, Scioli, Macri y Massa.
| Cedoc

Fue hace sólo seis días pero parece hace un mes. La estela ambivalente de las PASO del domingo pasado fue rápidamente borrada de los medios audiovisuales por las inundaciones bonaerenses, quizás también como una forma de taponar duelos. El lunes, junto con los resultados definitivos, hubo una sensación de frustración en los opositores al kirchnerismo que interpretaron el triunfo de Scioli y (de mantenerse los mismos resultados) a sólo dos puntos de ganar en primera vuelta, sumado al triunfo –aunque parcial– de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires, como una forma de confirmación de cierto blindaje del oficialismo, al que no hay denuncia de corrupción ni estancamiento de la economía que lo perturben demasiado. E inmediatamente comenzaron las críticas a Macri y especialmente a Duran Barba, por haberse opuesto a un acuerdo con Massa, quien, al obtener junto con De la Sota 20% de los votos, demostró un poderío electoral no tan lejano al del total de Cambiemos juntando radicales, Carrió y el PRO.

Las inundaciones taponaron el duelo anti K por el triunfo de Scioli y hasta de Aníbal Fernández

En sentido opuesto, el mercado (se triplicó la venta de acciones en la Bolsa lunes y martes) y varios actores económicos mostraron algún optimismo por el resultado de las PASO, y en el círculo rojo comenzaron a escucharse voces resignadas que se podrían sintetizar diciendo que Scioli no era una mala alternativa, cuando pocos meses antes Scioli significaba mantener a Kicillof como ministro de Economía y la misma política económica.

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Primero el propio Kicillof se mostró partidario de buscar en el futuro un acuerdo con los holdouts, lo repitió Scioli al día siguiente de las PASO en el reportaje que le hizo Longobardi, donde también prometió crear las condiciones para levantar el cepo, y lo profundizó después Mario Blejer, uno de sus dos principales asesores económicos, explicando en el programa de Maximiliano Montenegro que la inflación no es culpa de que las empresas aumentaran los precios, que los Precios Cuidados son “una distracción”, que habrá que devaluar (y nunca de forma gradual porque su efecto bueno se diluye y el malo se potencia), además de eliminar parte de los subsidios y, en síntesis, que algún ajuste fiscal será inevitable.

Fue tan claro Blejer que al día siguiente el otro asesor estrella de Scioli, Miguel Bein, salió a compensar atacando lo que llamó una “Macridevaluación” por una macrodevaluación. Pero quizás 30% (número del atraso cambiario al que se llega repetidamente desde distintos cálculos: ver página 24) no sea para Bein una devaluación macro y ambos estén diciendo lo mismo.

Desde el lado opositor, a  Macri no se le reclaman definiciones económicas, asumiendo que serán claramente más ortodoxas, sino definiciones políticas para comprender cómo hará en el poder para instrumentar sus ideas económicas y, peor aún, cómo hará para llegar al poder: nuevamente si debe acordar y cómo con Massa.

Más allá de las discusiones sobre que lo mejor para que haya segunda vuelta sea o no que la candidatura de Massa continúe sin debilitarse, entre los tres candidatos más votados para suceder a Cristina Kirchner y la actual presidencia hay cuestiones personales (alcanzar, agrandar o persistir en el poder) que trascienden a la política (las argumentaciones sobre el bien común al que apelan).

En estas elecciones de 2015 sólo uno de los cuatro –Scioli– podría quedar fuera de la política y no es por casualidad que sea quien más voluntad de ganar tiene. Si Scioli no fuera electo presidente en 2015, al no tener una estructura territorial o partidaria propia, podría pasar a retiro de las grandes ligas de la política.

No es el caso de Macri, quien si no llegara a ganar la presidencia en 2015, como con el PRO construyó una fortaleza territorial en la Ciudad de Buenos Aires, reagrupándose desde ella, sumando una respetable representación propia en el Congreso, podría mantener una expectante candidatura presidencial para 2019. Por eso Macri no está dispuesto a pagar cualquier precio para alcanzar la presidencia como sí lo está Scioli.

Y Massa, con sus 41 años, tiene aún más posibilidades de volver a ser candidato a presidente y en  más de otra oportunidad: contando con un bloque de legisladores (aunque fuera de la mitad del 20% que obtuvo con De la Sota), podría presentarse en las elecciones de medio turno de 2017 como candidato a senador por la provincia de Buenos Aires y desde allí volver a construir una candidatura presidencial para 2019.

Pero 2017 no sólo sería una fecha importante para Macri y Massa si no fueran electos presidentes en 2015. También 2017 será la fecha crucial para Cristina Kichner y para Scioli si resultara electo presidente este año. Tras las PASO, tanto el sciolismo como el kirchnerismo van mostrando más sus cartas, y desde el kirchnerismo se sostiene que la estrategia de Cristina es concentrarse en el Congreso y no participar del gobierno de Scioli, dejando que efectivamente elija todos sus ministros y secretarios de Estado, para poder despegarse del ajuste fiscal que habrá que producir y hacerle pagar a Scioli todos sus costos políticos, para presentar en las elecciones de 2017 a Cristina Kirchner como candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires y, partiendo de esa posición, comenzar el lanzamiento de su campaña presidencial para 2019.

El sciolismo se saca de encima a los K en los primeros dos años o los K se sacan de encima a Scioli

Desde el sciolismo la estrategia es opuesta: Scioli reelecto en 2019 y ocho años de pleno poder, para lo cual precisa jubilar al kirchnerismo en los primeros dos años que van de 2015 a 2017.  La fecha clave es 2017: o Scioli se sacó de encima al kirchnerismo o el kirchnerismo comenzaría a sacarse de encima a Scioli.

También 2017 será clave  para Macri si fuera electo presidente en 2015, porque será el momento de conseguir en el Congreso el poder propio que le permita imponer más que negociar sus ideas, algo que no podrá hacer totalmente en los primeros dos años, con un cuerpo de diputados y senadores con todas primeras minorías.