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Peligro: no fumar

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Szilvia Molnar trabaja en una editorial de origen sueco afincada en Nueva York. En cierto momento, al ver desfilar ante sus ojos las innumerables fotos promocionales de escritores, notó que algo prevalecía: muchos (pero muchos) de ellos se dejaban fotografiar con un cigarrillo entre los dedos o colgado de los labios. Otros se retrataban en el acto mismo de fumar. Al parecer, viendo el afiche promocional de un encuentro público entre la escritora británica Zadie Smith y y el noruego Karl Ove Knausgaard: ella aparecía sensual, como siempre, y él, como siempre, exhalando humo. El proyecto se llama “El hombre, el escritor y el cigarrillo”, y para él recurrió a una amiga, Maria Marqvard Jensen, para que la fotografiara parodiando las poses de los escritores que para las fotos se aferran a un cigarrillo. Knausgaard, Bret Easton Ellis, Martin Amis y Peter Stamm son algunas de sus víctimas. Szilvia subió las fotos a un blog y allí pueden verse todavía (http://szilmolnar.tumblr.com/). El efecto es el mismo que se pone en evidencia cuando alguien imita a otro: todos parecen un poco ridículos. La simple repetición del recurso, en todos ellos, basta para ridiculizarlos, pero si encima se le planta al lado una chica imitando sus gestos, la cosa casi lleva a la carcajada limpia y serena.
Algo parecido ocurre con las célebres fotos que le hizo en 1967 Sara Facio a Julio Cortázar. Gaulois en boca, al argentino se lo ve ridículo sin necesidad de ninguna Szilvia Molnar que lo parodie. Me atrevo a sugerirle a Szilvia que recurra a los muertos más célebres e imite los ridículos retratos de Julio Ramón Ribeyro, Guillermo Cabrera Infante y Cortázar, naturalmente, nuestro gran maestro del arte de atesorar el catálogo de gestos ligados al cigarrillo. Convengamos que desde aquella sesión de fotos de Sara Facio en París hay que ser un escritor verdaderamente despistado o impudoroso para fotografiarse fumando. Ni el más histriónico de entre los escritores conseguiría eludir una postura que el argentino ya no haya patentado inadvertidamente (sacando del catálogo, claro está, los extravagantes modos nazis de tener el cigarrillo entre los dedos, algo que Jim Jarmusch analiza espectacularmente en la película Blue in the Face, de Wayne Wang).
En cualquier caso ya hay una doble excusa para que los escritores eviten fotografiarse fumando: terminar pareciendo una parodia de Cortázar es una, pero la peor es terminar siendo parodiado por Szilvia Molnar