COLUMNISTAS
KIRCHNER SE COMPLICA A SI MISMO Y LA OPOSICION LO FAVORECE

Pelotazos en contra

¿Cuánto falta para que Néstor Kirchner acuse a Techint de haber cambiado los tubos de acero sin costura por cañones? ¿Cuánto falta para que los denuncie como parte de un “complot industrial destituyente”? O para que su caricatura en lo de Tinelli se pregunte: “¿Qué te pasa, Techint? ¿Estás nervioso?”.

|

¿Cuánto falta para que Néstor Kirchner acuse a Techint de haber cambiado los tubos de acero sin costura por cañones? ¿Cuánto falta para que los denuncie como parte de un “complot industrial destituyente”? O para que su caricatura en lo de Tinelli se pregunte: “¿Qué te pasa, Techint? ¿Estás nervioso?”. Nadie puede negar que Kirchner tiene una lógica de construcción y de destrucción política previsible por lo reiterativa. Siempre aplica el mismo manual cuando un sector social o un dirigente que lo acompañó durante una etapa toma distancias o manifiesta sus disidencias, por más suaves que éstas sean. La intolerancia empuja a su dicotomía binaria primitiva del amigo-enemigo y de inmediato acusa de traidor a quien hasta hace muy poco fue su compañero de ruta. Después de satanizarlo, pasa a la etapa de persecución pública desde las tribunas, a la presión de distintos organismos del Estado y a implementar controles o legislaciones que presenta como progresistas, pero que sólo intentan canalizar su venganza y demostrar quién es el que realmente manda en la Argentina. El campo, Cobos, Clarín... ¿Ahora, Techint?


El viraje furibundo de los Kirchner hacia el pejotismo más ortodoxo les permitió pararse en los viejos lugares comunes que justifican sus movidas: al amigo, todo y al enemigo, ni justicia. Para el campo tuvo rayos, centellas y retenciones. Para Clarín, acusaciones de ser “todo negativo y mentiroso” y un proyecto de ley de servicios audivisuales que trae un cuchillo bajo el poncho. Para Cobos, las pintadas amenazantes que aseguraban que le iba a pasar “lo mismo que a Vandor”, el ninguneo de su condición de vicepresidente, la censura de su figura en los medios del Estado-partido y la factura que le pasó en el acto de los metalúrgicos: “Cristina no tiene un vice porque anda armando listas opositoras y nadie le dice nada, como alguna vez se había criticado al pobre Borocotó”. Cristina premió a Borocotó y lo llevó a su último viaje a Londres pero, ¿no será mucho llamarlo el “pobre” Borocotó?

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite


Para Techint hubo un operativo pinzas del matrimonio en medio de la emboscada estatizadora que Hugo Chávez les tendió a las empresas de la familia Rocca. Primero fue Cristina la que les echó en cara el doble discurso de ser “argentinos para pedir y extranjeros para depositar afuera” el primer pago de 400 millones de dólares que recibieron como indemnización por Sidor. Después fue Néstor, acusando a los empresarios de no pagarles sus deudas a los trabajadores y de repartir suculentos dividendos, sobre todo con uno de los principales directivos del grupo.
Fue el contragolpe de Néstor frente a Edesur, que no quiso pedir permiso para girar sus dividendos; a varias cámaras patronales que ahora se quieren juntar con el campo y pedirle perdón por haber mirado para otro lado; y frente a Luis Betnaza, una especie de ministro político de Techint que encabezó la campaña para que la Venezuela de Chávez no sea miembro pleno del Mercosur. Es curioso, pero Betnaza tal vez sea el argentino que más conoce y más veces se entrevistó con Chávez. Más que el mismísimo Kirchner. Pero Néstor no perdona que le quieran marcar la cancha ni la agenda. Lo siente como una declaración de guerra y actúa en consecuencia.


Las referencias críticas hacia la vida económica de Techint fueron recibidas con una ovación por parte de los delegados de la UOM y rechazados por la empresa, que desnudó la falta de rigurosidad en los datos que manejó Kirchner. Desde la Casa Rosada, corrigieron al jefe de la Jefa del Estado. No eran ésos los números verdaderos, no era ésa la empresa correspondiente y tampoco ese monto de dinero había sido para una persona. Un Kirchner auténtico: flojo de papeles por todos lados.
Hay un lugar común que dice que pocas veces una persona miente tanto como cuando vuelve de una jornada de pesca o en plena campaña electoral. Todos los políticos del mundo tratan de esconder sus defectos y potenciar sus virtudes. Es algo inherente a todos los seres humanos. Pero la manipulación irresponsable que los Kirchner hacen con los datos duros es directamente una peligrosa provocación a la inteligencia. Todos los días quedan en evidencia con sus falsedades negadoras de la realidad. El grave problema es que, de tanto repetir mentiras, finalmente se las creen y en consecuencia no corrigen los errores que según ellos no existen y, como si esto fuera poco, castigan impiadosamente a los que tienen la osadía de señalarles la equivocación.
Esa es otra lógica perversa del matrimonio. Sacan la culpa afuera, responsabilizan al mensajero y lo mandan a Siberia. Lo que ocurrió en Río Gallegos con la Presidenta fue patético en este sentido. Desde la tribuna comunicó orgullosa “el récord de récords de recaudación del mes de mayo”. En lugar de decir que la recaudación había sido de 27.291 millones dijo 27.197 millones. Por citar de memoria como a ella le gusta, cometió un error insignificante. Pero un colaborador le acercó un papelito con la cifra correcta. Ardió troya. “Yo lo dije bien –apostrofó Cristina, dedo en alto–, ustedes se equivocaron y no escucharon bien por el ruido de los bombos. A ver si paramos un poquito con el ruido de los bombitos, querido. Y a vos, el del megáfono, te voy a matar”, dijo la Presidenta con una sonrisa y poniendo su mano de manera tal que ese gesto se convirtiera en una amenaza de “chas chas en la cola”. Una anécdota que demuestra la manera en que complican las cosas por no reconocer ni siquiera una equivocación mínima como las que todos cometemos todos los días. Pero como si esto fuera poco, se supo que el concepto de récord de récords también estaba malversado o maquillado para no darle malas noticias ni a Cristina ni al pueblo. Esa información en realidad era negativa para el Gobierno. El crecimiento del 12,5% no alcanzaba a compensar la inflación real del 18% y, además, ese monto estaba inflado por 1.000 millones de aporte de los ex afiliados de las AFJP que el año anterior no existían. Encima, en otros meses el monto había sido más alto. Ningún récord de récords.


¿Tanto autoengaño les sirve para gobernar? Hasta el inefable técnico de Racing, Ricardo Caruso Lombardi, le recordó a Kirchner que las cámaras de televisión estaban como testigos de la promesa que les hizo de regalarle al plantel dos plasmas de 42 pulgadas (¡Grande, Néstor!) si le ganaban a Boca. ¿Los futbolistas dudaron de la palabra de su hincha más encumbrado? En el libro de los periodistas Marcelo López Masía y Cristian Solís, Mentiras. La verdad sobre las promesas incumplidas en seis años K, hay datos más que increíbles. No solamente por la cantidad de veces que los Kirchner anuncian las mismas obras, sino por la falta descarada de cumplimiento de esos compromisos.
De los 2 mil kilómetros de autopistas que prometieron construir, dicen que sólo se han concretado 100 kilómetros; es decir, el 5%. Del Plan Federal de Viviendas II también se cumplió alrededor del 5%. Y ni hablar de los anuncios de reaperturas de talleres de ferrocarriles o de obras de infraestructura para energía, sin contar la cantidad de estadísticas públicas que se dejaron de publicar o los dibujos escandalosos que se hicieron. Todo esto potencia la urgente necesidad de tener una ley de acceso a la información pública que se cumpla como corresponde.
Los Kirchner tuvieron que aferrarse como un salvavidas a una estructura que habían despreciado en su momento de gloria. El sainete generado alrededor de la mitológica Marcha peronista cantada por Hugo del Carril es un claro ejemplo. Cuando los Kirchner tenían mas del 60% de imagen positiva y habían logrado representar a una coalición social que incluyó a todos los sectores populares, peronistas o no, y a gran parte de la clase media, eran tiempos de transversalidad o concertación. Figuras del radicalismo o el progresismo se acercaron al fogón. Nadie nombraba ni a Perón ni a Evita y se hablaba de calidad institucional y reforma del Estado.
La expresión más descarnada de aquella etapa fueron las declaraciones de Aníbal Fernández quien, para demostrar que los viejos símbolos partidarios no eran importantes, mandó a varios de sus ex compañeros duhaldistas a que se metieran la marchita en donde ya saben. Había un proyecto superador del peronismo tradicional y por eso Cristina no necesitó de ningún escudito justicialista para derrotar a Chiche Duhalde en la provincia.
Ahora que los Kirchner perdieron más de 30 puntos porcentuales de apoyo, tuvieron que refugiarse en lo conocido que antes habían despreciado: PJ y CGT. No le hicieron asco a ninguno de los íconos de la ortodoxia. De hecho, la cultura y la estética del acto en el miniestadio de Racing hizo flotar el fantasma de Lorenzo Miguel, líder de una derecha sindical que fue un enemigo declarado (y de armas llevar) de la gloriosa Jotapé en la que se sienten incluidos tanto Néstor como Cristina. El candidato pingüino bonaerense reclamó a los delegados metalúrgicos que silbaran más fuerte a Domingo Cavallo cuando lo nombró en su discurso.


La vida te da sorpresas: Néstor fue uno de los niños mimados de Cavallo. En la interna del PJ porteño que Cavallo mantuvo con Béliz, Cristina se manifestó prescindente porque “todos tienen méritos y son buenos compañeros”. Y tampoco se recuerda especialmente una lucha gremial de la UOM contra la política económica de Cavallo.
Casi como una provocación, desafiaron un insólito fallo de la Justicia que les prohibía utilizar la versión de Hugo del Carril de la marchita, porque el hijo de aquel gigantesco y valiente artista dice que Aníbal Fernández con su escatológico consejo habían mancillado ese rezo laico y proletario que dice que los muchachos peronistas todos unidos triunfarán.
La mayoría de aquellos radicales y progresistas abandonaron a Kirchner o tomaron una prudente distancia. Julio Cobos, Luis Juez, Aníbal Ibarra, Miguel Bonasso, Martín Sabbatella, Jorge Ceballos y Hermes Binner, entre otros. Les produce alergia el aparato justicialista, el clientelismo de los intendentes y los jerarcas sindicales atornillados en sus cargos. Ellos pensaban que Kirchner también sentía lo mismo.
Era lo que les decía en la intimidad o lo que expresó en algún discurso de Cristina cuando habló de “el Padrino” para caracterizar a Duhalde y a los duhaldistas, que hoy son kirchneristas porque cambiaron de padrino.
Kirchner cambió unos aliados por otros. Pasó del 60% de popularidad a rezar para conseguir el 35% de los votos el 28 de junio. Con ese porcentaje, dejará de ser el que decide todo en soledad. Esa cantidad de votos (alrededor de 6,5 millones) no terminaría con Kirchner por más que se trate de la peor elección nacional del peronismo en su historia.
Le alcanzará para seguir peleando su liderazgo tal vez con una interna abierta y para sugerir, pero no para imponer, a algún candidato para el 2011. De todas maneras, la misma noche de la elección, comenzarán los realineamientos tras medir la correlación de fuerzas y quiénes fueron los más ganadores. Muchos, como Mario Das Neves, Alberto Rodríguez Saá, José Luis Gioja, Daniel Scioli, Carlos Reutemann o el mismísmo Mauricio Macri podrán pedir su tajada siempre y cuando tengan el respaldo electoral que imaginan.
Para otros, será el final de su paso por el kirchnerismo.


Néstor ya le prometió a Moyano que el lunes 29 tempranito le resolverá “el tema Ocaña”. Graciela dejará su puesto en el Ministerio de Salud para volver al llano, a una ONG que trabaje por la transparencia y contra el lavado y, lentamente, tal vez junto a Luis Juez, se dedique a reconstruir ese espacio que Kirchner usó, abusó y tiró.
Mientras tanto, la oposición favorece la actuación del kirchnerismo. Pelea contra sus propias diferencias y exhibe cierta impotencia, producto de la falta de fuertes partidos y la consagración de la dedocracia y el amiguismo especulativo.
Sin vergüenza se mostró Francisco de Narváez para bailar un reggaeton frente a las cámaras de Tinelli e imitando a su imitador. ¿Vale todo? En la era de la imagen, hoy Felipe Solá y Carlos Reutemann mostrarán una con alto contenido político.
En Venado Tuerto, durante el congreso anual de Confederaciones Rurales Argentinas, provocarán una foto que les sirve a los dos, según especulan. Al santafesino, para seguir enviando señales diferenciadoras de los Kirchner; y al bonaerense, para sacar pecho de un peronismo que su lista trata de ocultar debajo de las sábanas. Es que los asesores aseguran que el segmento del peronismo cautivo ya lo tienen todo Kirchner y Scioli. Sus referentes locales, los intendentes, fueron claves para garantizar subordinación y valor. Los asesores de Unión-PRO creen que tienen que ir a pescar en el océano de los independientes, donde también tallan Margarita Stolbizer, Elisa Carrió y Ricardo Alfonsín.
Esto multiplicó los problemas entre lo que los chicaneros de siempre rebautizaron “Desunión más Contra que PRO” o UTE (Unión Transitoria de Egos).
El padre del chef Martiniano Molina y otros caudillos del Conurbano que desprecian a los K fueron a pasarle facturas al bunker de Las Cañitas a De Narváez porque cientos de militantes barriales y listas locales quedaron colgadas del pincel.


La fractura del espacio llegará después de los comicios, pero es tanta la tensión que Raúl Rivara, uno de los hombres de mayor confianza de Felipe Solá, no tuvo empacho en decir: “Si tenemos que elegir entre la circunstancial compañía de Macri y el peronismo, yo voy a elegir el peronismo”.
Son varias las incógnitas que se van a develar con la inminente elección. La que más inquieta a la sociedad es cuál va a ser la reacción de un Kirchner más débil y aislado, sin mayoría propia en Diputados y con su poder recortado en el justicialismo.
Preocupa porque sus actitudes autoritarias siempre fueron proporcionales a su fragilidad. Suele huir hacia delante. Reacciona agresivamente y saca su peor cara cuando registra que alguien o algo le quita la iniciativa política.
Y eso es exactamente lo que va a ocurrir en tres semanas…