Mañana PERFIL publicará un reportaje al periodista y abogado norteamericano Glenn Greenwald, quien desde el periódico inglés The Guardian difundió las denuncias de Edward Snowden sobre cómo la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos espiaba a todo el mundo. En este reportaje se tratará el tema de la Argentina como objetivo de espionaje y también habrá profundas reflexiones sobre el papel del periodismo, las fuentes, los riesgos y el deber ser crítico de todos.
Greenwald es abogado especializado en derechos civiles y cuenta que se convirtió en periodista porque con su profesión anterior ayudaba a una persona por vez, mientras que como periodista puede alertar a miles con sus denuncias de que Facebook, Google, Microsoft y Apple permiten que la vida de todos sea espiada por el gobierno norteamericano.
Entre los múltiples reconocimientos que Greenwald obtuvo por sus revelaciones está el Premio Perfil a la Libertad de Expresión en la categoría Internacional, que se entregó esta semana, en su caso en un lugar secreto de Brasil porque no puede pisar un solo aeropuerto sin correr el riesgo de ser detenido y deportado.
El mismo premio en la categoría Nacional fue otorgado al periodista Juan Miceli, quien perdió su trabajo como conductor del principal noticiero de la TV Pública por realizar preguntas que incomodaron al líder de La Cámpora, Andrés Larroque. En el mismo acto también se entregaron los Premios a la Inteligencia al padre Pepe (Servicio), a Agustín Alezzo (Arte), a Ciudad Cultural Konex (Aporte Cultural) y a Víctor Penchaszadeh (Ciencia).
Sobre los ganadores de los Premios a la Inteligencia se explaya la nota en cuestión, pero antes de volver sobre el periodismo quiero destacar que nuevamente quienes recibieron este premio en la categoría Ciencia, este año Víctor Penchaszadeh y en 2011 Alberto Kornblihtt, hicieron la misma observación respecto de que la inteligencia también puede ser mala. Esta reflexión nunca la han tenido quienes recibieron el mismo premio por Inteligencia Cultural, Social o Humanista. Evidentemente, existe una incomodidad en los científicos con la palabra inteligencia, porque les cuesta explicar su uso para grandes perversiones.
Quizá también haya un remanente inconsciente del preconcepto instalado por la Inquisición sobre la ciencia deshumanizada y las célebres batallas entre la ciencia y la religión, sintetizado en el cardenal Belarmino y Galileo Galilei. Vale aclarar, nuevamente, que el significado de “inteligencia” que asumimos surge de la idea de que no existe el mal sino la ignorancia; o sea, esa “inteligencia mala” no es inteligente.
Durante el acto, mencioné que nuevamente el Premio a la Libertad de Expresión se entrega en un contexto donde el periodismo es protagonista central por la reciente sentencia de la Corte Suprema declarando constitucionales todos los artículos de la Ley de Medios, el fallo de la Justicia en sentido inverso para el Gobierno obligándolo a informar sobre las contrataciones de la televisión del Estado a productoras privadas, y la presentación de destacados periodistas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para denunciar ataques a la prensa en Argentina.
Mencioné también que, para dar una idea del nivel de paranoia y agresividad hacia la prensa, valía destacar que cuatro de los siete periodistas que hicieron la denuncia ante la OEA: Magdalena Ruiz Guiñazú, Nelson Castro, Pepe Eliaschev y Alfredo Leuco, son columnistas del diario PERFIL; también que la periodista que por la sentencia mencionada obligó al Gobierno a informar sobre las contrataciones de la TV Pública, Mariel Fitz Patrick, inició su demanda siendo redactora de la revista Noticias, también de Editorial Perfil. Y a pesar de todas esas credenciales, Perfil es últimamente acusada de ser kirchnerista por fanáticos opositores al Gobierno, que son tan extremos como los fanáticos oficialistas.
En este punto me gustaría llamar a la reflexión a los militantes digitales de Carrió –algunos son tan o más violentos que sus equivalentes kirchneristas– con una pregunta: ¿qué sentido tendría derrotar al kirchnerismo convirtiéndose en kirchnerista? La enfermedad no puede curarse con la propia enfermedad.
El protagonismo de los medios no es un fenómeno sólo argentino, pero en nuestro país se vive con una intensidad patológica. Para Gramsci, la hegemonía conseguía su máxima eficacia cuando el poder lograba su cometido sin siquiera ser percibido, por eso para algunos iluminar sobre quiénes están detrás de los medios es percibido como un desenmascaramiento que, en sí mismo, reduce la influencia de los medios y sus efectos nocivos. Pero otra perspectiva es la de la medicina, para la que sentir un órgano, el que fuera, el corazón o el hígado, es un síntoma de enfermedad; en este caso, metafóricamente, la prensa como una parte del organismo social.
Terminaré expresando mi deseo para que algún día no tan distante el Premio a la Libertad de Expresión tenga menos relevancia y que el protagonismo público se lo lleven los premios a la Inteligencia, para que así nuestras discusiones sean más como las de Kornblihtt y Penchaszadeh sobre la relación entre conocimiento y ética. Aunque supongo que hasta 2015 el periodismo, los medios y la política seguirán ocupando el centro de la escena.