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crisis y gobiernos

Peronismo y sociedad

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Desde hace décadas la sociedad argentina muestra dos fenómenos paralelos: crisis económicas recurrentes y predominio de gobiernos peronistas. Esto ha llevado a que algunos atribuyan aquellas crisis a estos gobiernos. Mi lectura apunta a una interacción más compleja, con causalidades cruzadas, en la que una sociedad con poco apego a las normas y que conoció ciclos económicos que instalaron expectativas de movilidad social más duraderas que esos ciclos se encuentra con la experiencia de un gobierno cuyas medidas llevan a consolidar una cultura que postula como función primordial del Estado la de asegurar el consumo y el bienestar de todos, sin preocuparse por las exigencias de un proceso creador de la riqueza necesaria para sostenerlos.

Se trata de una experiencia que se venía gestando desde 1943 con Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión, pero que toma forma definitiva cuando las movilizaciones obreras obligan a una junta militar desbordada por los acontecimientos a entregar todo el poder a un Perón que, por otra parte, daba muestras de cansancio. En carta del 14 de octubre desde Martín García, Perón le dice a Evita: “Hoy he escrito a Farrell pidiéndole que me acelere el retiro, en cuanto salga nos casamos y nos vamos a cualquier parte a vivir tranquilos”. Son los obreros, con su movilización, los que dan sustento a un movimiento que a partir de 1945 promueve una organización social en la que el Estado juega un papel central, interviniendo en la producción, el comercio exterior y diversos mecanismos de distribución, apoyando y promoviendo demandas sociales.

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Desde entonces los obreros votarán por los candidatos peronistas al considerarse parte constitutiva de ese movimiento, y el papel de Evita en este proceso, con sus políticas asistencialistas, hará que los sectores de la pobreza también acompañen ese voto.

La clase media no observa estos acontecimientos con buenos ojos dado el papel de las masas en el escenario nacional, pero descubre que las políticas que se aplican se ajustan bastante a las expectativas de movilidad social ascendente que ya hacían parte de su acervo cultural. Puesta a elegir entre sus prejuicios de clase y los beneficios económicos y sociales derivados de esas políticas, se inclina por estos últimos y vota mayoritariamente por el peronismo en 1973.

Se trató de una decisión pragmática y no ideológica; por eso, cuando el “Rodrigazo” desata una inflación que hace peligrar su capacidad de consumo, se siente traicionada. Esto, sumado al rechazo de un presunto entendimiento entre militares y sindicalistas peronistas, hace que recuperada la democracia vote por Alfonsín, quien además alimentaba sus esperanzas de la protección estatal que andaba buscando. Pero pronto se siente desprotegida frente a una inflación descontrolada y un Estado incapaz de satisfacer sus aspiraciones, lo que la lleva a votar nuevamente por el peronismo en 1989. Y así seguirá definiendo su voto, castigando a unos y buscando en otros la protección estatal que garantice sus posibilidades de consumo, con su mirada puesta siempre en el corto plazo.

Aun cuando ciudadanos de otras extracciones voten al peronismo por razones específicas y variables, son las características culturales de aquellos grupos sociales las que otorgan mayores posibilidades de voto por estos candidatos. En los obreros y los excluidos esa influencia cultural se ve reforzada por razones históricas y emocionales, mientras que la clase media, menos ligada emocionalmente con ese pasado, vota como grupo social guiada por sus expectativas de consumo y su dependencia del Estado. Existen otras ofertas políticas que no pondrían en riesgo las expectativas de esa clase media, pero los candidatos peronistas, en cualquiera de sus versiones, parecen ofrecerles más confianza: sea porque se los identifica con aquel proceso de cambios, sea por su capacidad de comunicar mejor su compromiso con ese tipo de cultura.

*Sociólogo. Club Político Argentino.