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Pienso de que…

Hablar de lo que nos gusta y de lo que no nos gusta es un ejercicio de supervivencia: opinar, en un mundo en que hay tantos yo, es reafirmar un yo que tiende a diluirse. La opinología está de moda. Tenemos una frívola curiosidad por ver qué opinan los famosos sobre tal incidente; luego, por ver qué opinan los no tan famosos por incidentes ya menos parecidos a incidentes.

Rafaelspregelburd150
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Hablar de lo que nos gusta y de lo que no nos gusta es un ejercicio de supervivencia: opinar, en un mundo en que hay tantos yo, es reafirmar un yo que tiende a diluirse.
La opinología está de moda. Tenemos una frívola curiosidad por ver qué opinan los famosos sobre tal incidente; luego, por ver qué opinan los no tan famosos por incidentes ya menos parecidos a incidentes. Porrazos en patines. El mundo de lo opinable se ha extendido tanto que ya hay muchas más palabras que cosas.
Yo oso opinar aquí sobre el arte de opinar en público. ¿Cuál es la sutil diferencia entre proferir barbaridades de entrecasa y publicarlas para toda una polis?
El problema es la falta de agallas para asumir la subjetividad del hecho, y en cambio intentar disfrazarla de objetividad. La crítica teatral, como la de fútbol o de literatura, se ha ido convirtiendo en opinión. Los suplementos de Espectáculos han decidido ser fieles a su denominación de origen y referirse a las cuestiones espectaculares por excelencia: bailes en el caño, novedades candentes sobre el rating, etc., están igualados con las opiniones sobre teatro. La gente que sabe de teatro y que podría hablar sobre este arte sin hacer necesariamente opinología, suele ni asomarse por esos paisajes. La gente que podría tener algo lúcido que decir jamás podría hacerlo en un formato tan simplón. Hablar de un fenómeno complejo en términos simples implica una reducción aberrante. Calificar con dedos, estrellitas o porongas es una infantilización impune. Sumariar el argumento “porque el público quiere que le cuenten la obra” es hacer un recorte caprichoso, histérico. Si alguien escribe que 2+2=5, la cosa –lejos de estar mal– se pone interesante, porque todos sabemos que 2+2=4. Y si alguien escribe una obra en la que raíz cuadrada de 4=2 , la cosa es más interesante. Y si alguien escribe que raíz cuadrada de 4=2 (que también es cierto), la cosa ya es definitivamente mucho más seductora. Alguien puede incluso escribir una obra en la que E=m.c2, y es claro que esto ya es decididamente fascinante. Pero no se puede explicar en términos sencillos lo que es muy complejo. No hay medio que reemplace a la experiencia.