En 1997, Zbigniew Brze-zinski advertía en su libro The Grand Chessboard que, sin Ucrania, Rusia dejaba de ser un imperio con un pie en Europa. Así subrayaba la importancia estratégica que tiene para Rusia la relación con su vecino, y en particular con Crimea. Ese mandato geopolítico tiene raíces históricas y está anclado en la memoria colectiva y la idiosincrasia rusa, pues la comunidad política que derivaría en la Gran Rusia fue fundada en Kiev. Por eso la capital ucraniana es vista como la madre de las ciudades rusas, y muchos rusos consideran a ese país como la cuna de su civilización y de su identidad nacional.
En el caso específico de Crimea, península anexada por el imperio zarista en 1783, fue una región rusa hasta 1954, cuando Kruschev la transfirió a Ucrania. Esta pérdida adquirió real magnitud con la desintegración de la Unión Soviética, por eso desde entonces distintos líderes rusos cuestionaron la legitimidad de la cesión, a pesar de que en los 90 Yeltsin comprometió a Rusia, en varios acuerdos, a respetar la integridad territorial ucraniana.
Con la llegada de Putin al poder, Rusia intensificó como meta de política exterior ser reconocida mínimamente como primus inter pares ante las demás ex repúblicas soviéticas, manteniendo su influencia en el espacio post soviético y rechazando el intento de otros países o alianzas de dominar esa región. También se propuso recuperar el lugar perdido en el escenario internacional, reconstruyendo su poder por medio de distintas acciones que podrían ser definidas como “imperialistas” en términos de Morgenthau. Para restaurar esa posición de gran potencia, la relación con Ucrania tiene un valor fundamental; no sólo por los motivos históricos mencionados, sino también por la estratégica base naval de Sebastopol, la importante minoría rusa, los vínculos comerciales y su posición geopolítica. En eslavo antiguo la palabra ukraina significa zona fronteriza y, en lo concerniente a Occidente, Putin quisiera que se mantenga de esa forma, e incluso integrándose a su proyecto de Unión Euroasiática.
Con respecto a la Unión Europea, y por la necesidad del gas y el petróleo ruso, transportados mayormente por territorio ucraniano, sus miembros se han visto varias veces como rehenes de las disputas entre ambos Estados, limitando sus posibilidades de mostrar una posición más fuerte, más allá de algunas sanciones. En parte por esto el gobierno norteamericano cuenta con pocas opciones disponibles para responder a este conflicto, frente a una oposición republicana que lo acusa de blando y mientras otros países del ex bloque soviético también exigen respuestas por temor a ser los siguientes en sufrir algún tipo de intervención rusa.
Lo cierto es que, desde los 90, distintos expertos advertían que la continua expansión de la OTAN hacia el Este llevaría irremediablemente a una reacción fuerte de Rusia, temerosa de perder su histórica esfera de influencia y de encontrarse rodeada por una suerte de cordón sanitario. En la crisis actual, cualquier intento ucraniano de recuperar la península por la fuerza será la excusa para una intervención militar rusa directa bajo el pretexto de defender los derechos de la población rusa, como ya ocurrió en Georgia (2008). Una opción para evitar el conflicto armado, la secesión de Crimea y quizás otras zonas, o la permanente presencia de fuerzas prorrusas en su territorio, sería otorgar más representación a la minoría rusa en el gobierno nacional ucraniano, aumentando su legitimidad. Por su parte, los rusos podrían sumarse al acuerdo si concluyen que, ganando Crimea, es posible que pierdan definitivamente a Ucrania, además de empujar a otros países de la región a fortalecer sus vínculos con Occidente y ampliar sus fuerzas militares.
Si se lograra una impasse hasta las elecciones del 25 de mayo, las probabilidades de un compromiso serían mayores. Pero esto no será fácil. Robert Gates, ex secretario de Defensa de Bush y Obama, opinó que ya es muy tarde para evitar que Crimea sea absorbida por Rusia. Opinión de peso, por su experiencia y por ser experto en Historia rusa y soviética, que vislumbra un panorama sombrío para Ucrania. En estos días además seremos testigos del impacto del referéndum a realizarse en Crimea. Encontrar una solución que satisfaga medianamente a ucranianos, crimeos, rusos y occidentales es una tarea compleja pero necesaria. Mover las piezas del tablero apropiadas para evitar un conflicto mayor resulta imprescindible
*Docentes de Relaciones Internacionales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).