Platón ideó un fuerte argumento contra la democracia: la “analogía del oficio”. Cuando uno está enfermo, recurre al médico, no a una multitud. La salud de un Estado no es menos importante que la de un individuo. Por eso, en La República propone que la política esté en manos de expertos, y no de la chusma, del demos.
Ese razonamiento subyace en distintas formas de gestionar lo público (tanto en populistas como en liberales) para las que la ciudadanía es un menor de edad que debe ser guiado, o se extraviará.
Hace poco, un grupo de diputados de la Comisión de Energía recorrió Vaca Muerta. Quedaron encantados con los “modernos walking rigs”: “Es un orgullo que YPF produzca la energía para el presente y el futuro”, “cumpliendo con estándares de cuidado del ambiente”. “Un hito en la historia de la empresa y del país”. Se trata de quince equipos de última generación que llegaron en marzo, con un costo de 1.200 millones de dólares. Sirven para pozos no convencionales, pueden desplazarse sin desarmar estructuras, así que reducen tiempo y costos. Ya hay 130 pozos operando. Según YPF, en el último año su producción de petróleo y gas creció casi 10%, algo que no pasaba desde hacía diez años. Todo gracias al fracking, esa técnica de extracción en marcha en Vaca Muerta, cuya explotación posicionaría a la Argentina como tercera potencia en energía, detrás de China y los EE.UU. Con el 15% de lo que hay allí, dice Miguel Galuccio, se resuelve el problema energético del país.
Hasta ahora, el riesgo ambiental se ha llevado casi todo el debate público. Quienes se oponen a esa técnica denuncian “el consenso del fracking”, un discurso justificador basado en la idea mítica de “Argentina potencia”. Además de lo ambiental, dicen que reafirma la dependencia de los combustibles fósiles y de las transnacionales y clausura la búsqueda de energías limpias. Otros aseguran que el impacto ambiental es controlable y que YPF lo utiliza desde 1959 (Sierra Barrosa, Neuquén). Conceden que a largo plazo habrá que buscar fuentes “limpias”, pero insisten: prohibirlo perjudica los intereses nacionales.
Al consenso del fracking se le opone una reacción casi simétrica: el consenso del antifracking. Con escasa deliberación, una cantidad de ciudades se han declarado “libres de fracking”. También hay proyectos en ámbitos provinciales.
En la última década, la producción de petróleo cayó el 25%, y la de gas natural, el 18%. Las importaciones de energía crecieron brutalmente, convirtiendo un superávit de 5.192 millones de dólares en 2003 en un déficit de 6.316 millones de dólares en 2013. Pero Vaca Muerta comenzó a modificar esas cifras. Y los estudiosos dicen que espera allí una fortuna impensada. Señalan que habría allí gas natural equivalente a 300 años del consumo actual. A precios de mercado, la suma es sideral: 12,1 billones de dólares (o sea millones de millones). Veintiocho veces el PBI. En ese cálculo, cada habitante tendría 302.880 dólares en el subsuelo neuquino. Unos tres millones de pesos por cabeza, que nadie sabe cómo se usarán.
El año pasado, la CTA no oficialista propuso una consulta popular sobre los bienes comunes. No prosperó. Una lástima. Porque en una democracia profunda hay dos cuestiones que deberían ser discutidas por todos los involucrados, es decir sus dueños, el pueblo argentino:
Si la técnica de extracción es aceptable. Si la respuesta es “no”, debería frenarse la actividad en Vaca Muerta, rescindir el acuerdo con Chevron, repensar las líneas de acción de YPF y cómo afrontar el déficit energético. Si se responde positivamente, entonces viene la segunda pregunta:
Cómo utilizar esos recursos. Y la respuesta (cualquiera sea) requiere acuerdos sociales duraderos. Por ejemplo: que se usen para que en la Argentina nadie carezca de derechos básicos. O para sustituir las fuentes convencionales con energías renovables, eólicas y solares.
El consenso del fracking, hasta acá, impuso la técnica extractiva con acuerdos secretos, sin transparencia y con represión a los manifestantes antifracking. Entre los sectores alternativos, sólo parece interesar la primera pregunta. Ambos coinciden con Platón: son decisiones para expertos. Y cada uno tiene los suyos.
El conflicto persistirá mientras no haya consulta a los posibles afectados por las decisiones que se están tomando. Mientras tanto, cada día, en cada pozo, los walking rigs extraen riquezas cuyo destino no se discute.
*Autor de Deliberación o dependencia. Ambiente, licencia social y democracia deliberativa (Prometeo 2013).