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Poder neurótico

Hijos de padres dominadores: Máximo Kirchner y Mauricio Macri creen que el poder está fuera de ellos.
Hijos de padres dominadores: Máximo Kirchner y Mauricio Macri creen que el poder está fuera de ellos. | Télam

Mauricio Macri y Máximo Kirchner tienen algo en común: a pesar de su posición privilegiada, ambos creen que el poder está fuera de ellos. Los dos creen ser víctimas: uno, de los poderes concentrados; el otro, de poderes electorales y la estadocracia. Creer que el poder sea el otro es una forma de denuncia neurótica. Como bien explicó Gilles Deleuze en sus clases “El poder; curso sobre Foucault”, los focos de resistencia al poder son focos de poder.
 
Neurosis 1: Escuchar a Macri decir en su mensaje de fin de año 2020 que cuando estábamos estabilizando el barco después de los esfuerzos de 2018 y 2019 llegó el kirchnerismo y nuevamente el barco quedó a la deriva, irrita. Porque, aun suponiendo que así fuera, que después de los esfuerzos de 2018 y 2019, fuéramos a tener un 2020 mejor cuando se había duplicado la inflación, aumentado la pobreza y bajado el producto bruto, aun si así hubiera sido, omite que las condiciones de posibilidad para el regreso del kirchnerismo al gobierno fueron producidas por su mal manejo de la contingencia que le tocó conducir a él mismo. En sus términos, por las cosas que pasaron, palabra “cosas” que vuelve a utilizar en su discurso de fin de año demostrando una limitación verbal que coincide con la estrechez de su campo de percepción. 

Ambos son víctimas: uno, de los poderes concentrados; el otro, de poderes electorales y la estadocracia

De la misma forma que cuando Macri compara la caída de la economía de la Argentina durante 2020 con la pandemia mucho mayor que la de países vecinos, omite que en el resto de Latinoamérica no venían produciendo caídas del producto bruto previamente como sí en nuestro país, fruto de su propia responsabilidad. Es lógico que la Argentina sumara dos caídas: la de las cuarentenas y la de la recesión anterior.

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Neurosis 2.  Máximo Kirchner, que no habla por los medios, exhibió su visión sobre el poder durante la última sesión en Diputados, donde se aprobó la nueva fórmula de movilidad jubilatoria, oportunamente disimulada porque al mismo tiempo se votaba en Senado la interrupción voluntaria del embarazo. En respuesta al jefe de la bancada de Juntos por el Cambio, Mario Negri, que mostró piedras que habían tirado, entro otros, partidarios del kirchnerismo en diciembre de 2017 protestando por la modificación de la fórmula de actualización jubilatoria de Macri, Máximo Kirchner mostró cartuchos de las balas de goma disparados por las fuerzas de seguridad contra los manifestantes de aquel diciembre de 2017, al igual que Macri, quedándose solo en la consecuencia omitiendo la responsabilidad que les cabe a los causantes de la represión.

Pero lo más importante de ese discurso es lo que le dijo a Mario Negri: “Perdieron una elección pero ustedes son el poder”. La oposición, hoy representada por Juntos por el Cambio, no perdió una elección, sino que de manera repetida perdió todas las elecciones presidenciales de este siglo, excepto la de Macri en 2015. Y que quien ganó todas, menos una, crea que no tiene el poder es sintomático. 

Lo mismo decía Macri en 2016: “Ganamos las elecciones pero no ganamos el poder”. Una forma de negación –el primer mecanismo de defensa del inconsciente– ante la incapacidad de cambio de la realidad. Ese poder neurótico es resultado de visiones del mundo que pudieron ser construidas en la infancia en la relación con la autoridad, en el caso de Macri, si hubiera tenido que sobreactuar autonomía frente a un padre muy fuerte, y en el caso de Máximo, frente a un padre que podría haber tenido esa visión de los poderes concentrados en Buenos Aires desde la distante Santa Cruz.

La historia que el propio Máximo Kirchner relató sobre cómo su padre le pateaba los soldaditos con los que de chico él jugaba después de que los había armado siguiendo algún orden, como forma de templar su carácter, revela una infancia no convencional.
Nadie puede negar que, a pesar de no conocérsele a Máximo Kirchner estudios ni responsabilidades laborales previas, la construcción de La Cámpora como organización política demuestra una alta capacidad de organización. Hoy La Cámpora tiene un peso político comparable al propio partido peronista y las organizaciones sindicales. Cuenta con centros de estudiantes en casi todas las universidades del país, locales en las provincias, funcionarios de alto rango en distintas  administraciones y capacidad de colocar sus candidatos en las listas electorales. Pero con ese poder, Máximo Kirchner cree que el pobre Mario Negri es el significante del verdadero poder argentino. 

El poder es el otro es una denuncia neurótica. Los focos de resistencia al poder son focos de poder

Probablemente ese poder neurótico que “hace como si” y sobreactúa el sí sea otro de los componentes de la grieta actual. El miedo encarnado en cada sector bajo la creencia de que el poder lo tiene el otro impide asumir que el poder siempre es situacional y en la extensión del tiempo siempre es compartido. Esa inseguridad propia impide también los acuerdos y promueve un estado de beligerancia permanente porque nadie está realmente confiado de la fuerza con que cuenta. El agigantamiento del poder del otro está siempre al servicio de justificar las incapacidades y los errores propios.