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Política, derechos humanos y fútbol

Messi Temes
El Mundial de Qatar podría convertirse en la Copa del Mundo con mayor lectura política de la historia. | Pablo Temes

El Mundial de Qatar será recordado como el de mayor inmoralidad política de la historia. Puede superar, incluso, al que se disputó en la Argentina durante 1978, una Copa del Mundo que se convirtió en el paradigma de las violaciones a los derechos humanos en medio de la celebración de la fiesta del fútbol.

Pero lo que se vivió en la organización de la dictadura argentina fue enmarcado en los condicionamientos de la Guerra Fría: la geopolítica internacional podía ser flexible si los torturadores eran occidentales y anticomunistas. En cambio, el campeonato qatarí se ha transformado en una prueba cabal de la hipocresía de la FIFA: la élite del fútbol mundial puede ser permeable si los violadores de derechos humanos están recubiertos de petrodólares.

Si Rafael Videla entregó la Copa luego de una final que se disputó a muy pocos metros del más emblemático centro clandestino de represión del genocidio argentino, la competencia que ahora se desarrolla por primera vez en un país musulmán demuestra que a la hora de realizar negocios, a la FIFA no le importa si hubo miles de muertos, si la diversidad sexual es condenada o si las mujeres son oprimidas. Bienvenidos al Mundial de la Era Medieval.

La prueba más cabal de tanta insensatez se produjo esta semana cuando la Selección de Alemania posó para la foto previa al partido ante Japón y los jugadores se taparon la boca en señal de protesta ante la amenaza que lanzó la FIFA contra los futbolistas de países de Europa, que tenían previsto utilizar una cinta con el mensaje “One Love”, en apoyo a la comunidad LGTB+. En Qatar la homosexualidad es un delito que puede terminar con la pena de muerte.

Manuel Neuer, arquero y capitán de Alemania, no pudo salir al campo de juego con el brazalete multicolor en apoyo a la diversidad sexual porque la FIFA se lo prohibió. Entonces usó uno que proclamaba “No a la discriminación”, como ya lo había utilizado la semana pasada Harry Kane, emblema de la Selección de Inglaterra. Pero en la previa al comienzo del encuentro, uno de los representantes de la organización del certamen obligó a Neuer a quitarse la insignia sosteniendo que no estaban permitidos “mensajes políticos” en la Copa del Mundo.

El Mundial de Qatar será recordado como el de mayor peso político de la historia.

Pero la vergüenza que representa Qatar no es solo de índole sexual. En Los entresijos de la FIFA se demuestra cómo la corrupción puede digitar la organización de la Copa del Mundo. El documental, que fue estrenado el mes pasado en Netflix, recuerda que en 2015 fueron arrestados por irregularidades catorce ejecutivos de la FIFA por una investigación acerca de cómo se selecciona el país anfitrión de cada Mundial. Las últimas dos sedes mundialistas fueron las que recibieron mayor cantidad de denuncias de sobornos. Se trata de países cuyos gobiernos muestran una clara falta de transparencia democrática: Rusia y Qatar.

Mientas que The Guardian publicó recientemente un informe en el que se asegura que más de 6.500 trabajadores inmigrantes murieron en Qatar desde 2010, cuando fue designado como sede del Mundial y se puso en marcha la construcción de grandes infraestructuras para albergar la cita deportiva. Sin ningún tipo de protección laboral y trabajando en medio de jornadas de calor infartarte, inmigrantes de Nepal, Sri Lanka, India, Pakistán y Bangladesh fueron autorizados a ingresar a suelo qatarí luego de aceptar que sus pasaportes fueran retenidos durante el tiempo que demandaría la realizacón de obras en los estadios, hoteles, aeropuertos o líneas de transporte público.

Una reedición de la chaqueña Forestal pero ahora en el mundo árabe. Solo la FIFA podía avalar tamaña violación de derechos para que organizar un campeonato de fútbol. La pelota sí se mancha.

No fue la primera vez que sucede. El caso más claro de apoyo político que la FIFA concedió a una dictadura fue en la Argentina. En Derechos humanos, política y fútbol, Marina Franco demuestra que desde el golpe de 1976, la Junta Militar intentó diversas operaciones tendientes a la construcción de consenso para contrarrestar lo que denunció como una “campaña antiargentina” en el exterior y el Mundial fue su punto máximo.

Según la historiadora, investigadora del Conicet y docente de la Universidad de San Martín el boicot que sufrió el Mundial de Argentina tuvo epicentro en Francia con la formación del Comité de Boycott du Mondial de Football en Argentine (COBA). El COBA fue objeto de grandes denuncias por parte de los militares argentinos y la prensa oficialista. La presión internacional para boicotear la Copa de 1978 también suscitó un fuerte rechazo por parte de la opinión pública argentina involucrada en la ola nacionalista desatada por el Mundial.

El COBA extendió sus actividades a través de campañas y conferencias de prensa, reuniones informativas en barrios y empresas y la publicación de una serie de materiales de difusión (afiches, folletos, ilustraciones, grabaciones musicales y documentos fílmicos) denunciando la situación argentina bajo la consigna: “¿La Copa del Mundo en Argentina se hará entre los campos de concentración?”.

En la comunidad de exiliados del régimen argentino hubo un debate muy profundo sobre cómo actuar frente al boicot. Una parte de los que habían sido víctima de la dictadura sostenía que el Mundial podría ser un beneficio para los argentinos y una celebración de una “fiesta popular” en medio de la tragedia. Montoneros, por caso, propuso una “tregua” a los militares durante la Copa y se comprometió a no realizar atentados cerca de los estadios o involucrar a periodistas o delegaciones extranjeras. No obstante, la organización peronista consideraba que la realización del evento deportivo podría ser una forma de mostrar la “verdadera situación” y de reforzar la “ofensiva” contra la dictadura.

¿La Copa del Mundo en Argentina se hará entre los campos de concentración?

No obstante, Montoneros realizó durante el Mundial algunas acciones armadas puntuales, como un ataque sin daños a la Casa Rosada, o interferencias televisivas durante la transmisión de los partidos de Argentina. Aunque todas las operaciones montoneroas fueron censurado en la prensa argentina, para la dirigencia peronista el Mundial permitió prepararse para la operación que marcaría lo que interpretó como una contraofensiva contra los militares.

El propio Mario Firmenich lo reconoció años más tarde. “Lo que hicimos durante el Mundial no fue una simple campaña operativa más. Ahí, nosotros ensayamos nuevas tácticas operativas y formas organizativas que iban a servir para la Contraofensiva –sostuvo el histórico líder montonero–. En el Mundial introdujimos y usamos un nuevo armamento que aumentaba enormemente nuestra potencia de fuego”.

Montoneros sostenía que la Copa permitiría que “el mundo se asome al país y observe la realidad que bulle tras los afiches turísticos: una realidad hecha de dominación económica y represión sangrienta pero labrada también por la lucha del pueblo y la esperanza en un futuro de paz y libertad”. Montoneros creía que el la Copa del Mundo y la Contraofensiva marcarían el fin de la dictadura argentina.

Pero la organización peronista erró en su pronóstico: el Mundial representó una victoria política para los militares argentinos. La misma victoria política que está representando para los jeques árabes qataríes.

Porque los derechos humanos, la política y el fútbol pueden establecer una alquimia muy potente para los que detentan el poder.