“Siempre es bueno contar con liderazgos que no se agoten en una sola persona. La diversidad de figuras capaces de sostener un liderazgo ejecutivo es una fortaleza de JXC. Luego la gente decidirá quién los representa mejor”.
La frase pronunciada en plena campaña de cara a las primarias pertenece a uno de los dirigentes de la provincia de Buenos Aires, pero por aquel entonces, todos en la coalición opositora repetían un eslógan similar con la convicción –ilusión en realidad– de que para el 2023 faltaba mucho tiempo y que las internas se aplacarían con un triunfo en las elecciones de medio término.
El triunfo llegó pero, lejos de amainar, la interna recrudeció. La división del radicalismo es solo una muestra de ello. Tanto es así que, hace apenas unos días, se modificó la conducción de la mesa nacional de Juntos por el Cambio que quedó conformada así: Mauricio Macri –listo para salir a jugar su “segundo tiempo”– Horacio Rodríguez Larreta, como jefe de Gobierno porteño; los titulares de la UCR, PRO, CC y el Peronismo Republicano; los gobernadores; los presidentes de los bloques e interbloques de diputados y senadores de los partidos miembro, en líneas generales. La ausencia de María Eugenia Vidal ya era un secreto a voces. Sin el cargo de gobernadora y con un año para el olvido, la ex mandataria ex orgullosamente bonaerense, no tenía ninguna chance de ocupar algún cargo de relevancia partidaria.
Dentro de la coalición opositora se molestan con su silencio respecto del último escándalo protagonizado por uno de los ministros de su gestión. La AFI reveló las imágenes del ex ministro de trabajo Marcelo Villegas expresando su deseo ante un grupo de empresarios de “armar una Gestapo” para terminar con los gremialistas. “MEV se expresó en duros términos por la derrota respecto a la reelección de los intendentes que tendrán una chance más de seguir al frente de sus municipios, pero no dijo nada de Villegas que era su ministro de Trabajo. El repudio debió haber sido inmediato. Se dilató y ahora sería un bluff por la falta de timing político. Hizo lo mismo cuando tuvo que definir su salto de la provincia de Buenos Aires a la Ciudad. Demoró tanto en dar una noticia controvertida que se la terminó devorando la expectativa que ella misma había generado” –aseguró en duros términos un dirigente bonaerense del espacio que supo tener peso dentro de su gobierno.
Lo de la restauración de la re-reelección de los intendentes bonaerenses marca que, en más de un aspecto, hay muchos dirigentes de No Tan Juntos por el Cambio que son iguales a los que pueblan la geografía política del Frente de Todos contra Todos.
Pero los problemas de la oposición no se agotan en el radicalismo ni en Vidal. Sino en las disputas internas por el poder de cara a las presidenciales. Esa urgencia por resolver una interna todavía muy caliente los hace tropezar con errores de conducción política en todos los niveles. Son errores garrafales que termina pagando la gente.
El Senado de la Nación convirtió en ley el proyecto oficialista de modificación del impuesto a los Bienes Personales por falta de cohesión y de estrategia política. Un calco de lo que ocurrió en Diputados. Posibles soluciones y excusas pueriles para traspiés que nunca deberían haber ocurrido. El senador Martín Lousteau aferrándose a la idea de que el quórum se había logrado pasado el tiempo reglamentario y ya, sobre la leche derramada, el liberal José Luis Espert convocando a una rebelión fiscal para boicotear el avance del Gobierno. El aumento de la alícuota del impuesto a los bienes personales va a afectar a mucha gente de clase media que ha hecho su patrimonio en base a mucho trabajo y esfuerzo.
En el Frente de Todos Contra Todos también se vive la fiebre de la interna, por eso festejaron a viva voz el amateurismo de sus rivales. “Nos daban por muertos y terminamos cerrando el año mejor de lo que cualquiera esperaba y con una victoria importante en el Congreso” –se escuchó decir en el entorno de un envalentonado Alberto Fernández.
El año cerró sin haber alcanzado el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que es imprescindible para que la Argentina recupere la posibilidad del acceso al financiamiento internacional.
La nueva ola de la pandemia causada por el covid-19 expone –día tras día– las incongruencias del Gobierno. Las desvaídas conferencias de prensa de la ministra de Salud, Carla Vizzotti constituyen un aporte notable a la confusión general. Desde ayer, rige en el país el pasaporte sanitario.
Nadie en el ámbito del Ministerio se tomó la molestia de preparar una campaña de información clara y sostenida para ilustrar a la ciudadanía sobre cómo, por qué y para qué usarlo. Lo mismo viene aconteciendo con el tema de los autotesteos, un instrumento lleno de grises al cual la mala comunicación oficial logra con gran éxito hacer aún más gris. Uno de los puntos confusos es el precio al público, que representa una sideral diferencia con el precio de costo.
Los que piensan mal –y aciertan–, no dejan de sospechar acerca de la existencia de un posible negociado. Las “grisuras” no terminan ahí sino que se extienden a la inexplicable diferencia entre la cantidad de vacunas distribuidas y las aplicadas, algo que a más de un año de haber comenzado la vacunación nunca pudo ser enmendado.
Los hechos de estos días demuestran que la Argentina tiene un grave problema con la calidad de su representación política que abarca tanto al oficialismo como a la oposición. “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. (Georg Lichtenberg).