1. Las mujeres se cotizan fuerte en política. No se trata sólo de la cantidad sino de la calidad. Me refiero en este caso a lo que sucede en nuestro país. Podemos hacer una lista de nombres de las que aparecen como protagonistas en el quehacer público nacional. Fabiana Ríos, Graciela Ocaña, Cristina Fernández, Diana Maffia, Elisa Carrió, Nilda Garré, Graciela Camaño, Patricia Bullrich, Margarita Stolbitzer, Mercedes Marcó del Pont. El hecho es que cada una de ellas se destaca por su pericia comunicacional, por su garra en los debates, la fuerza de sus emprendimientos. Cada uno de los lectores podrá agregar a otras mujeres o tachar las que quiera. Es una cuestión de opinión. Desde mi punto de vista, más allá de las posiciones ideológicas o partidarias de las nombradas, independientemente de las funciones que ocupan, cada una de ellas muestra una solvencia que se destaca en el abúlico y mediocre panorama político nacional. No nombré a Chiche González de Duhalde porque nada aporta en términos de pensamiento y repite las consignas reaccionarias de su marido.
Esta cuestión de género da lugar a malentendidos. Enseguida se quiere apelar a interrogantes propios de la fiscalía puritana. ¿Son mejores las mujeres que los hombres cuando llegan al poder? La respuesta es simple: no. ¿Son peores? No. ¿Son iguales? No. ¿Son distintas? No. ¿Son inconmensurables? No.
No hablo de las mujeres en general, sino del pelotón de las nombradas y de su relieve en el campo político nacional. Son diez. Pongámosles otros tantos varones notorios: los dos Scioli, Aníbal Fernández, Héctor Timerman, Amado Boudou, Julio De Vido, J.C. Cobos, Alfonsín Jr., Mauricio Macri, Lole Reutemann, Adrián Pérez. Ahora todos a la cancha y a exponer ideas políticas. ¡No va más! El croupier extiende el brazo y está a los gritos. No hay más apuestas. Gira el plato. Yo, confieso, les jugué todas mis fichas a ellas. No hay comparación. Es cierto que los de la izquierda macha parecen mejor equipados porque portan ideologías de barricada. Solanas, Sabbatella, Altamira, con su guerra de clases y la soberanía nacional inflan pectorales, pero apenas se rasca la tela se pincha. La realidad siempre los traiciona. Estas mujeres no necesitan de los grandes valores del tango, ni de los de la inmaculada concepción, para que se las escuche. Que el día del juicio final no me toque ninguna de jurado. No las quiero de abogadas de un enemigo mío.
2. He leído la declaración del nuevo pacto de San Nicolás anticipado hace tiempo por Rodolfo Terragno. Se llama Acuerdo de Gobernabilidad y Políticas Públicas. Terragno piensa la política, pero no es un político. Quizá sea uno de los más avezados analistas de las tendencias mundiales en lo que respecta a estar al día en avances tecnológicos en la era de la globalización, diagramar curvas en logros educativos, rememorar políticas de Estado en el sudeste asiático, calcular montos de inversión para los próximos años para lograr el autoabastecimiento energético nacional. Por esa capacidad de información que tiene, puede ser un excelente asesor de un político activo. No lo digo con ironía. La ironía no está en mi decir sino en el existir, es decir en la realidad. No es un profesional de la política ducho en saber que más vale el abrazo de un puntero que un plan habitacional a largo plazo. Fue mérito de Raúl Alfonsín el haberlo encumbrado hasta la presidencia de su partido para sacarle el irremediable tufillo a comité que tiene y tendrá la vieja Unión Cívica Radical, y elevarlo a los niveles exigidos por un pensamiento estratégico en honor del antes denostado Arturo Frondizi. Pero no es suficiente poseer tanto conocimiento para remodelar viejas estructuras y modos de operar en política, y menos lo es para convertir a un intelectual en un transformador de realidades. El éxito en la política también depende de factores maquiavélicos sumados a los del espectáculo mediático. Es decir que la política no es apta para todo tipo de estómagos. Este acuerdo ha sido firmado por María Eugenia Estenssoro (no ha sido nombrada en la lista de amazonas), Eduardo Duhalde, Mauricio Macri, muchos radicales, el senador Castillo de Catamarca, Hermes Binner, Gabriela Michetti (tampoco está en la lista) y algunos más. Todos ellos se comprometen a portarse bien, cumplir con la Constitución y firmar menos decretos que el actual gobierno.
A Terragno poco respeto le merecen los intelectuales refugiados en sus torres de marfil. He leído varias veces que sostiene que el pensamiento debe estar dirigido a transformar la realidad. Me pregunto si después de más de dos décadas de acción política, el ex jefe de Gabinete, ex ministro y ex senador tiene para observar en su trayectoria pública tantas concreciones que puedan opacar sus escritos de historia. No soy quién para decidir de dónde provienen sus mejores aportes a nuestra cultura. Probablemente de los dos lados. Pero debe haber un hueco muy grande en la política argentina para que un pacto democrático que mejore la calidad institucional de la república necesite de la firma de ciertos personajes que ya han mostrado su grado de compromiso con la ética de la que él sí puede dar ejemplo en un territorio moral muy poco habitado.
3. El socialismo argentino no es argentino. Es rosarino. Para ser santafesino necesitará hacer convalidar la gestión actual y abrir una ventana al futuro para que el proyecto iniciado por la administración de Hermes Binner se consolide. No le basta un período con el Legislativo en contra de sus iniciativas, los funcionarios de planta pensando en el regreso de sus antiguos patrones, el Poder Judicial ídem, las corporaciones con desconfianza ante un pregón redistribuidor que no les cae bien, y un Gobierno nacional que le tironea el dinero que le debe según les convenga a sus intereses hegemónicos.
Dos décadas de política municipal en una de las principales ciudades del país que no haya estado bajo el paraguas peronista ni radical constituyen una excepción sin parangón en la política nacional.
Por su lado, el Partido Socialista porteño puede evaporarse sin que llueva por eso. Ni nubes produce. Sus líderes, desde sus referentes locales hasta la misma presidencia del partido, pertenecen a la vieja política. Corrillos, pasillos, retórica, intrigas, ninguna obra, productividad cero, de servicio público nada; les falta la levita del copetudo o les sobra el tirador del yuppie, y tampoco les ayudan el fogón y la zamba en los campamentos de jóvenes socialistas que sorben mate con la remera del Che. Todos ellos poco tienen que ver con el médico discípulo de Estévez Boero que rejuveneció el partido de su provincia. Lo hizo práctico y ejecutivo. Su seriedad está fuera de la costumbre circense argentina. Debería hablar más, gritar un poco, gesticular con ganas, reírse fuerte, ser menos europeo y más canchero. ¿Como quién? Vaya uno a saber. Sus amigos Ricardo Lagos y Tabaré Vázquez, respetados y queridos en sus países, tendrían los mismos problemas de imagen en el nuestro. El problema de la difusión de su política y la falta de raigambre en la percepción de los argentinos no es personal. El socialismo tiene el escollo de una experiencia provincial que no trasciende sus fronteras. Se debe a que la nueva cultura política iniciada en la década del noventa en Rosario no transformó la idiosincrasia del pequeño partido que la representa.
*Filósofo (www.tomasabraham.com.ar).