La interna abierta obligatoria del 14 de agosto es una trampa del oficialismo para poner a Cristina Fernández como única candidata definida desde el vamos, mientras el resto de los partidos se ven forzados a seleccionar a sus candidatos recién para esa fecha. La reforma política impulsada por el Gobierno, tras haber perdido las elecciones de 2009, lejos de favorecer mecanismos de participación y transparencia, derivó en una simple maniobra para impedir que el kirchnerismo repita el resultado de entonces, en octubre de 2011.
Tal como señaló Artemio López en su nota del domingo 1º de abril, arrancó el año electoral con el triunfo K en Catamarca, pero vale aclarar que no se trató de una victoria aplastante: 48% obtuvo la gobernadora electa que elogió a Saadi, en su primera declaración pública tras el triunfo, mientras que la UCR logró un 45%. Sin negar el resultado, lo cierto es que la mitad de la provincia no aprueba la política K. Este dato puede clarificar conceptos vertidos en la nota de Artemio donde vaticina un arrollador triunfo K, que se consagraría luego de la cadena de eslabones formada por las elecciones de La Rioja, Neuquén, Salta (Urtubey es K?), Tierra del Fuego y Misiones, que reúnen el 9% del padrón electoral.
Es de rigor contemplar, además de estos comicios, otros previos a la madre de todas las elecciones, que serán muy determinantes para el escenario final. Es el caso de Córdoba, Santa Fe y Ciudad de Buenos Aires, que elegirán el 7 de agosto, el 24 de julio y el 10 de julio, y solo en la primera vota el 9% del padrón electoral nacional y juntas más del 30%.
No parece haber una tendencia favorable al oficialismo en ninguna de las tres. Mención aparte, la provincia de Buenos Aires, que en 2009 dejó segundo al propio Néstor Kirchner con el 32%. Entre los dos candidatos de la oposición, Francisco de Narváez y Margarita Stolbizer, reunieron más del 56% del total de votos. Provincia que reúne sola el 30% de los electores del país. Estamos hablando de más de 60% de argentinos excluidos del análisis exitista de Artemio López, titulado “Néstor debería ver esto”.
Más allá de las pasiones en la visión del año electoral, lo cierto es que el oficialismo se enfrentará a: 1) una oposición que está en proceso de constituir un frente progresista muy potente, impulsado por GEN, radicalismo, socialismo –liderados por Stolbizer, Alfonsín y Binner/Giustiniani– y que en los armados locales podrá traducirse en un espacio más amplio con Luis Juez , Pino Solanas, Graciela Ocaña, Víctor De Gennaro y otros. 2) La falta de respuestas concretas frente a la inflación y a la pobreza, que junto a la inseguridad –también fuera de la agenda oficial– son las mayores preocupaciones de los argentinos, aun cuando desde el discurso todo el Gobierno se embandera en los principios de igualdad.
Por consecuencia, en octubre se pondrá en juego: una alternativa de derecha –Macri/De Narváez-Duhalde–, otra por la continuidad del modelo K, y una propuesta progresista.
Para esta última opción, no parece difícil instalar el mensaje de centroizquierda honesto ya que la incredulidad sobre el pseudo progresismo oficial está instalado en buena parte de la población, a partir de evidencias muy claras de los últimos años. No hubo en la era K ninguna reforma estructural en pos de una igualdad real.
Para ejemplo vale la falta de un sistema impositivo que grave a los que más tienen en lugar de al consumo. La ley del 82% móvil votada en Diputados, vetada por la Presidenta. La coparticipación para las provincias que no se cumple y no parece muy progre acordar con Menem en La Rioja o apoyar la re-re de Gioja en San Juan. Sumado al carácter confrontativo, creando focos de conflicto ajenos a la vida cotidiana de los ciudadanos. Cantar victoria antes de tiempo puede ser motivador para quienes se la adjudican, pero no necesariamente es una radiografía descriptiva y valorativa sobre el proceso que empezamos a vivir los argentinos en este 2011.
*Asesora en comunicación del GEN.