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Relacion con argentina

Por qué a Brasil le va bien

La visita de Estado que acaba de realizar la presidenta Cristina Kirchner a Brasilia es una buena oportunidad para analizar la entidad y alcance de la relación estratégica entre la Argentina y Brasil.

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La visita de Estado que acaba de realizar la presidenta Cristina Kirchner a Brasilia es una buena oportunidad para analizar la entidad y alcance de la relación estratégica entre la Argentina y Brasil.

Un siglo atrás, cuando la Argentina cumplió su primer Centenario, el PBI del país era dos veces el de Brasil. Hace cincuenta años eran casi equivalentes. Hoy el brasileño triplica al argentino.

¿Cuál es la causa de este cambio tan drástico en la comparación entre los dos países?

Una primera explicación puede plantearse en función del concepto estabilidad-inestabilidad política.

Entre 1930 y 1983, en la Argentina tuvieron lugar seis golpes militares y en Brasil sólo dos. Desde entonces, sólo un presidente no terminó el mandato en el último país y fue consecuencia de una decisión del Congreso. En cambio, en nuestro país en el mismo período cuatro presidentes se vieron obligados a renunciar o acortar el mandato, al perder el control de la calle por saqueos y disturbios. Surge que Brasil ha sido un país estable y la Argentina uno inestable.

Otro factor a tener en cuenta es la relación que ambos países mantienen con el mundo.

En el siglo XX, los dos países tuvieron una guerra. Brasil entró en la Segunda Guerra Mundial combatiendo junto a los aliados, situación que lo alineó con las potencias vencedoras en la contienda. Argentina fue a la guerra con el Reino Unido por las Malvinas y resultó derrotada. El efecto fue de aislamiento respecto al mundo desarrollado.

En los últimos meses, la posición asumida por los dos países respecto al debate mundial sobre los alimentos, ha confirmado que Brasil está atento a lo que el mundo reclama y Argentina, en cambio, está ensimismada en su problemática interna.

Lula presenta a Brasil como el granero del mundo –exactamente lo que hacía un siglo atrás la Argentina–, lanza un plan para financiar el aumento de su producción de alimentos por casi 50 mil millones de dólares y rechaza las retenciones porque encarecen los precios y, en consecuencia, aumentan el hambre de los pobres.

Dice exactamente lo que el mundo quiere escuchar.

Con la cuestión energética sucede otro tanto. Brasil, tradicionalmente importador de energía, gracias a una política muy perseverante se ha convertido por sus reservas en potencia energética y será exportador de hidrocarburos.

La Argentina, por su parte, de exportador va camino a transformarse en importador. Lula mira atentamente al mundo y sus oportunidades y la Argentina –ensimismada en sus conflictos– no lo hace.

En este marco, Lula parece tener conciencia de que existe una buena relación bilateral con Argentina –que pese a todo sigue siendo el segundo PBI de América del Sur– resulta útil para su estrategia en el MERCOSUR, en la Unión Sudamericana de Naciones, para contener algunas iniciativas de Chávez y para tratar de estabilizar la crítica situación de Bolivia, que parece haber estallado.

Se dice que el presidente brasileño alguna vez se ha referido a las diferencias con Argentina –que le han ocasionado críticas en la prensa de su país–, diciendo que la relación con nuestro país en esta etapa necesita tener paciencia estratégica.

La diplomacia brasileña ha planteado la visita de estado de la presidenta argentina, buscando darle un nivel de visión estratégica.

Así lo muestra el acuerdo firmado para que el comercio bilateral deje de realizarse en dólares; los acuerdos en materia energética; la posible compra de aviones (aunque no es un tema de relevancia estratégica); la posibilidad de iniciativas en lo nuclear y satelital, con tratativas avanzadas; y, finalmente, la coincidencia en la elección de la norma digital japonesa.

Es así como ha tenido lugar un avance importante en la relación bilateral, que la Argentina ahora debe evitar que sea compensada con acciones similares con Caracas, para mantener una política pendular, que hoy no parece responder a sus verdaderos intereses estratégicos de largo plazo.


*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.