Por qué Microsoft pagó la friolera de 2.500 millones de dólares por un videojuego como Minecraft que se ofrece gratis? ¿Qué atractivo le ve Microsoft al duro y anguloso Minecraft cuando fue el editor de los estilizados videojuegos Halo o Flight Simulator?
Minecraft es un fenómeno mundial de los videojuegos en la era de la movilidad. Creado por Mojang, una minúscula compañía sueca, hace apenas cinco años para PC, con más de 16 millones de usuarios en PC o Mac, lo lanzó para celulares y tabletas hace tres años con más de 100 millones de descargas. Se trata de uno de los primeros juegos verdaderamente multiplataforma, es popular en casi todas las computadoras, tabletas del mercado e incluso consolas de juego.
Además de ser un negocio en crecimiento, es la llave maestra para llegar al segmento de público más pequeño y a la vez tender un puente entre el mundo PC y el móvil, uno de los principales problemas del gigante de Seattle, a la vez que apalanca el XBOX frente a la PS4.
Los chicos aman Minecraft. Es la versión digital de Lego. Se trata de un juego “constructivista”, conocido en la jerga gamer como “sandbox game”. En un entorno virtual de Minecraft los chicos pueden construir mundos. Es tan popular que hasta se han creado neologismos, como “craftear”, sinónimo de hacer, construir, crear.
Hacen construcciones, muchas de ellas edificios, mediante cubos con texturas que denotan las características de los materiales, y al combinarlos se pueden “craftear” nuevos elementos. Como lo hace un herrero, un zapatero o alguien de otro oficio. Pueden explorar el mundo, recolectar insumos y crear objetos con ellos, combatir “mobs” y a otros jugadores. Los niños-gamers de Minecraft construyen con paciencia infinita castillos, ascensores, granjas automáticas, con tal entusiasmo que algunos autores se preguntan legítimamente si Minecraft no será la gran herramienta de entrenamiento de futuros ingenieros.
Lo que más les gusta es la naturaleza colaborativa, ya que se puede jugar en red compartiendo el mismo espacio virtual con varios amigos. E incluso se puede elegir con quién jugar, ya que hay versiones servidor-descargables que los chicos instalan en computadoras propias e invitan a sus amigos a jugar.
Sus desafíos son alimentados por las ansias de incrementar el conocimiento de forma colaborativa. Se puede preguntar virtualmente cómo hacer cualquier cosa en Minecraft y las respuestas a dichos interrogantes se graban y se suben rápidamente a YouTube, lo que posibilita que todos puedan aprender. YouTube es una herramienta complementaria y fundamental de Minecraft.
Puede resultar extraño que Microsoft se interese por este videojuego. Pero desde que cambió de CEO, la compañía está incrementando la importancia que les da a los videojuegos. Satya Nadella, en el momento de asumir su nueva responsabilidad, escribió un manifiesto de 3.200 palabras en las que aseguró que el gaming es un área de negocios estratégica, medida tanto en tiempo como en dinero invertido.
¿Entonces por qué no compró Angry Birds? Resulta que Minecraft es mucho más que un videojuego, es una red social de chicos de 8 a 12 años (su fuerte, pero no se limita a ellos) que funciona en un espacio lúdico virtual. Tiene una estructura abierta mediante la cual los chicos contribuyen haciendo contenidos, tal como sucede en Twitter. Los niños se sienten parte, se adueñan de ese espacio, y lo más importante: aprenden en el proceso. Por ello la otra razón por la que Microsoft se interesa por los mundos de los “mobs” es su aplicación educativa.
La popularidad de Minecraft en el mundo educativo ha crecido en los últimos tiempos. Docentes de diversas disciplinas prueban que no sólo sirve para crear mundos, también sirve para crear experiencias de aprendizaje inmersivas. Por ello la empresa Mojang creó la versión educativa MinecraftEdu. E instituciones de investigación en tecnologías del aprendizaje como el Institute of Play o la Universidad de Illinois están trabajando con escuelas para utilizar el Minecraft en las aulas.
*Profesor de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés.
