COLUMNISTAS
Migraciones argentinas

Por qué somos como somos

Según una reciente información de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), durante la última década, como consecuencia de la crisis de 2001, más de 800 mil argentinos emigraron al exterior.

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Según una reciente información de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), durante la última década, como consecuencia de la crisis de 2001, más de 800 mil argentinos emigraron al exterior. Lo cual significa que se fue del país el 2,1% de la población, y esta ola migratoria es la más importante de los últimos cien años. Ahora bien, todos sabemos que la Argentina fue históricamente un país de inmigración, y que dicha característica abarcó, claro está que con subas y bajas, casi un siglo: desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Pero luego, tal tendencia fue modificándose gradualmente para transformar a la Argentina en un país de emigración, sobre todo en los sectores de clase media, con un alto componente de profesionales, intelectuales, artistas, científicos y técnicos, que implica para nuestro país ese lamentable problema conocido como fuga de talentos o pérdida de cerebros.

¿Qué circunstancias fueron las que produjeron esta reversión de la tendencia?

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En general, la inseguridad de carácter político y de carácter económico fueron los principales contribuyentes a la emigración de los argentinos durante los últimos cincuenta años. Y esto ha comprendido desde las situaciones más dramáticas de persecución política y falta de libertad, hasta la simple atracción por un mejor nivel de vida, o por más altos niveles técnicos, o por el progreso científico y la calidad de la enseñanza en los países desarrollados. También en estos últimos tiempos ha sido un factor determinante, para profesionales jóvenes o de edad mediana, la falta de oportunidades laborales.

Yo he vivido unas tres décadas de mi vida en el exterior, aunque volviendo siempre, para salir una y otra vez. Durante los años de mi permanencia fuera de nuestro país, mantuve un contacto asiduo, humano y profesional con las colonias de argentinos en diversas ciudades del mundo. Así logré conocer a compatriotas radicados en cuatro continentes, y fue seguramente de las largas y obsesivas conversaciones sobre el país mantenidas con ellos, que sentí la necesidad de escribir y publicar un par de libros vinculados a los motivos que provocaron esas dolorosas migraciones, uno de ellos en colaboración con Ana Barón y Mario del Carril.

Al responder a nuestras preguntas, los entrevistados no sólo contribuían a explicar las causas de la emigración o de la vuelta, sino que además brindaban una radiografía de nuestro país, enfrentándonos a un espejo especial que refleja desde afuera lo que somos por dentro. Y la más de las veces, en sus testimonios, la nostalgia apasionada se mezclaba con la crítica severa, lo que permitía percibir en sus discursos una dualidad entre la Argentina que añoraban y la Argentina que los había obligado a salir. El resultado constituía una visión de nuestra realidad que desafiaba a reflexionar desde otras perspectivas, y que podía ayudar a comprender mejor por qué somos como somos.

Por otra parte, los emigrantes tienen hoy a su alcance, lo que no ocurría décadas atrás, la instantaneidad de las comunicaciones gracias a toda la moderna tecnología satelital, a los teléfonos, de línea o celulares, al correo electrónico, al fax, al módem y a las pantallas de los ordenadores que pueden reproducir las imágenes de los interlocutores, generalmente familiares y amigos, lo cual mitiga la nostalgia.

No sería justo dejar de mencionar que, desde los albores de nuestra historia, la violencia y la intransigencia política, o cuando menos la incomprensión, determinaron el exilio de muchos de nuestros próceres. En tal sentido, debemos recordar que San Martín, Moreno, Echeverría, Alberdi, Sarmiento y Rivadavia, figuras tutelares todas ellas del siglo XIX, murieron fuera del país por compulsiones que no se debían al azar sino a la inclemencia de una patria que los rechazaba.

Finalmente, lo que nos revelaron aquellas entrevistas fue una dimensión de la vida argentina que frecuentemente se pasa por alto, sin una mera indagación y, menos aún, asombro o contestación, no obstante constituir ella una compleja y dolorosa realidad que merecería una reflexión sistemática.


*Escritor, periodista y diplomático.