COLUMNISTAS
prohombres

Pornografía, escritores y peronismo

default
default | Cedoc

En estos tiempos difíciles y apasionantes, se han vuelto recurso autopromocional de primera magnitud los videos eróticos y las fotos calenturientas presuntamente robadas a las chicas que antes se llamaban modosamente starlets y ahora se traducen más indecorosamente como gatos o escorts. La lógica del escándalo es ascensional: acabo de ver fragmentos de un cuadrangular entre una chica que fue novia de un modoso cantante pop, departiendo con adecuadísima luz y gestos inverosímiles –es decir, exageraciones porno– contra tres caballeros, uno de los cuales me pareció haber visto alguna vez sentado en esos programas de debate sobre la nada y en los cuales todos se gritan y se amenazan de mentirita con exhibición de prontuarios carnales. Dentro del marco de esa apreciable liberación de las costumbres que ha vuelto al sexo el único imperativo categórico o el único dios sin ateos en la tierra (ya no la madre), la difusión televisiva de los cuadros tarifarios de las profesionales ya no genera escándalo sino que deriva en competencia por la cucarda en el servicio. Así, debe de haber consumidores que van de la señorita A a la B o a la Z, porque su estima de la prestación no se deduce del goce obtenido sino del precio pagado, mejor cuanto más alto. Nosotros los columnistas envidiamos a estas señoritas porque cobran bien por dar placer, y nosotros, que no sé si lo damos, a veces lo tenemos al escribir, pero siempre cobramos poco.

El otro día leí una nota muy interesante en La Nación: el periodista se lamentaba de que ya no hubiera más Borges y Bioy Casares (o Mujica Lainez). El comentario partía de un supuesto erróneo: que los escritores pueden ser clonados y que el talento se reproduce idéntico a sí mismo. Se ve que no había leído Pierre Menard, autor del Quijote, que muestra que hasta en la identidad, tiempo, firma y lectura extraen la diferencia. No lo sé, pero hoy mismo puede haber en Argentina escritores que sean mejores que ambos prohombres antecitados, lo que ya no existe más es la figura del escritor público. Cuando ellos vivían, Mujica o Silvina Bullrich podían ir cada tanto al programa de Mirtha Legrand a hacer de Mujica y de Silvina Bullrich. Ese lugar ahora lo ocupan cómicos que figuran como políticos y políticos que hacen campañas subidos a las faldas de sus novias guionadas. Desde luego, la maestría en ese rubro empezó con Perón, que tanto sabía hacer cosas con las palabras como con los medios audiovisuales.