Hace un año, el kirchnerismo parecía historia. Hoy, parece que Cristina será reelecta sin despeinarse. La volatilidad de los procesos políticos argentinos y de sus dirigentes (se podría discutir qué causa qué) hace que muchos de ellos ya estén más pensando en el recambio presidencial de 2015 que en el de octubre.
Juan Manuel Urtubey puede ser considerado como una de las esperanzas blancas del peronismo. Se lo podría enrolar dentro del grupo autodenominado “sub 45”, junto a los intendentes Sergio Massa y Pablo Bruera, el macrista Diego Santilli y algún otro nombre. Por cuestiones etarias, la misma camiseta le cabría a Juan Manuel Abal Medina. Pero no. El club se reserva el derecho de admisión: con matices, para ingresar se debe pensar más allá de los Kirchner, algo que por ahora le cuesta al obediente secretario de Medios.
El ADN del grupo, además de la madura juventud, es tener juego propio, mantener una más o menos prudente distancia de la Presidenta (a tono con el humor social que despierte) y el manejo de cierto aparato estatal. Porque, como bien lo explica el filósofo Tomás Abraham en la página 14, no hay peronismo ni poder sin caja.
Por todos esos ¿atributos?, en ese grupo se destaca el gobernador Urtubey, que buscará ratificar hoy en Salta no sólo que está consumado el desplazamiento del “romerismo” (que marcó la política provincial de las últimas décadas), sino que además está en condiciones de correr una carrera de obstáculos donde compiten muchos y llega apenas uno.
Una reelección salteña cómoda no catapulta automáticamente a Urtubey a disputar la sucesión de Cristina Kirchner, con perdón del término. Pero sin ella (sin una victoria amplia, se entiende), estará obligado a esforzarse mucho más para que su expectativa tenga visos de realidad. Porque ya hay varios aspirantes indisimulables en ese reducido lote de poscristinistas implícitos (y a veces no tanto), cuyo máximo exponente es Daniel Scioli.
Claro que acaso ella tenga otros planes. Nadie lo sabe a ciencia cierta aún. Pero esa es otra historia.