Hace tiempo que Carla, mi asesora de imagen, viene insistiendo con lo mismo: “Tenés que posicionarte como alguien que va más allá del periodismo, así que vamos a sacarte fotos con personalidades de la cultura, como hace Recalde, como hacen Aníbal Fernández y Sabbatella”, me dijo hace unos días. Pero yo insisto con que lo mejor es ir a ver al Papa y sacarme una foto con él.
—Hoy vamos a producir la primera foto –me dice, apenas entra en la productora. Yo estoy sentado en mi escritorio junto a Moira, mi nueva secretaria, mirando en mi netbook un catálogo de posibles regalos para el Papa.
—Qué bueno, ¿con el Papa? –pregunto–. Porque ya se me ocurrió qué puedo regalarle.
—No, el Papa no va a venir este año –responde Carla.
—Pero podría visitarlo en el Vaticano –explico.
—Es verdad –asiente Moira–. Me dijeron que recibe a cualquier argentino.
Moira levanta unos papeles del escritorio y se retira.
—Perdón, ¿hacía falta que cayeras en el lugar común de una secretaria tan imbécil?
—A mí me parece inteligente –digo…
—Ah, entonces es inteligentísima. Seguro que en su perfil de Facebook tiene el “Ni una menos” de Liniers.
—Se me ocurrió un buen regalo para hacerle al Papa –digo, cambiando de tema–. ¿Viste que Evo le regaló al Papa una talla con Cristo crucificado sobre una hoz y un martillo?
—Sí…
—Bueno, se me ocurrió regalarle a Francisco un Cristo crucificado sobre un vibrador. Se va a llamar “Jesús posporno”.
—Me retracto: esa secretaria nueva es una luz –dice Carla.
Moira vuelve a entrar en mi oficina, esta vez con un catálogo de un sex shop.
—¿O sea que encargo el regalo para el Papa?
—Esperá, porque por ahí va a ocupar demasiado lugar –respondo.
—¿Qué hace el Papa con todos los regalos que le hacen en las giras? –pregunta Moira– ¿Los lleva a Roma?
—No creo –respondo–. Si no, le cobran exceso de equipaje.
—Además, en donde vive en El Vaticano no debe tener mucho espacio para poner todo –sigue Moira.
—Sí, tengamos en cuenta que es un departamentito muy modesto –digo.
Carla no puede creer lo que escucha. Me mira durante un largo rato sin decir nada. Después la mira a Moira, también en silencio. Finalmente se pone a mirar hacia arriba, sin dirección, como buscando una respuesta.
—¿Con quién hacemos la foto, entonces? –le cambio de tema.
—Con Pocho La Pantera –responde.
—Pará, ¿cómo Pocho La Pantera? –me enojo–. Vos me dijiste que con Fito Páez, como Aníbal y Sabbatella.
—Fito cobraba un montón de guita –dice Carla, que todavía sigue con la mente en otra cosa–. En cambio Pocho nos hizo un precio recontra bueno. Y encima nos dijo que el piano, los Marlboro Lights, el vino caro, el iPhone 6 dorado y la mucama los pone él.
—¿Probaste con Xipolitakis? –pregunto.
—Sí, pero no quiso saber nada –responde Carla–. Me dijo que pegarse mucho a vos le podía hacer mal a su imagen.
—Pobre Vicky, ahora tuvo que ponerse seria para aclarar todo lo del avión –dice Moira.
—Sí, por eso eligió hablar en un programa político muy importante –explica Carla.
—¿Dónde? –pregunto–. ¿A Dos Voces?, ¿678?
—No, fue a un programa político de verdad: Intrusos.
—Lo que me llamó la atención fue que no dijera a quién va a apoyar en el ballottage porteño –dice Moira.
—Raro en alguien que viene bancando este proyecto y piloteando esta aeronave –dice Carla–. Sobre todo porque hubo muchos intelectuales kirchneristas que sí se la jugaron. Ricardo Forster dijo que iba a votar a Lousteau.
—No sólo Forster –agrega Moira–. Hubo otros kirchneristas que apoyaron a Lousteau: Aníbal Ibarra, Leandro Santoro y Lubertino…
—Todo el kirchnerismo intrascendente está con Lousteau –afirma Carla–. Y el piantavotos, también. Decí que D’Elía vota en provincia, que si no…
—Igual Larreta le gana cómodo a Lousteau, ¿no? –pregunto.
—Por supuesto –responde Carla–. A Larreta lo apoyan De la Rúa y Cavallo. Contra eso es muy difícil competir.
—¿Y no hay intelectuales que apoyen a Larreta? –pregunto.
—¿Cómo que no? –se sorprende Carla–. Candelaria y Micaela Tinelli, que estuvieron recorriendo el comedor Los Piletones junto a Larreta. Con ellas, Del Sel y unos cuantos globos ya te da para hacer un Carta Abierta amarillo.
—¿Las hijas de Tinelli vendrían a ser como las Beatriz Sarlo del PRO? –pregunta Moira. Nadie responde. Se hace un largo silencio–. Bueno, los dejo. Si querés, después te paso unas cosas que estuve anotando para tu columna política de PERFIL.
Moira se retira.
—¿En serio ella te va a dar ideas para tu columna? –pregunta.
—Es que estoy muy ocupado con otras cosas –respondo–. Por ejemplo, tengo que ver qué le voy a regalar al Papa cuando vaya a verlo.
—Por el momento, recordá que tenés la foto con Pocho La Pantera –dice Carla–. Y estamos tramitando también con Alcides y Ricky Maravilla.
—Todo bien con esos artistas, pero ¿vos creés que realmente me suman glamour?
—Y, era eso o fotografiarte con los huesos de Fangio.
—¡Claro, ahora que exhumaron sus restos! –exclamo–. ¿Vos creés que ésa es una maniobra política?
—Por supuesto –responde Carla, muy segura–. Una maniobra política contra los automovilistas famosos. Después de los restos de Fangio tienen pensado exhumar los restos de Reutemann.
—Igual creo que el cuerpo de Fangio va a ser mejor candidato que el de Reutemann.
—Al menos Fangio no apoya a Del Sel –dice Carla.
—Sigo pensando en qué regalarle al Papa. Tiene que ser un símbolo de resistencia, de sufrimiento, de dolor, pero también de fe.
—¡Ya sé! –se entusiasma Carla–. La mesita del Partido Obrero de la Facultad de Ciencias Sociales, que sufrió el feroz atropello del posporno.
—¿Vos decís que al Papa le va a gustar tener un símbolo trotskista como esa mesita?
—Y, ¿no viste que pidió perdón por los crímenes de la Iglesia durante la “llamada conquista de América”? –pregunta Carla–. En cualquier momento también pide perdón por el asesinato de Trotsky.
—Parece Néstor en 2004, 2005, bajando cuadros y pidiendo perdón.
—La mesita está bien, entonces.
—La mesita del Partido Obrero no se mancha.
—Me parece que un poco sí se manchó –dice Carla–.
—Bueno, pero no se volverá a manchar –concluyo–. Y mucho menos si se la regalo a Francisco.