En los últimos días he asistido a dos encuentros que reunieron a políticos, empresarios y representantes de movimientos sociales. En el primero Rodolfo Terragno presentó su propuesta del Bicentenario 1816-2016. La llama “coraje para pensar”. El segundo se desarrolló en Rosario en ocasión del encuentro anual de Aapresid, que reúne a los productores de la siembra directa, es decir, el mundo de la soja.
Las ponencias demostraron gran solvencia estadística y un muestrario de problemas que puede llegar a deprimir al más entusiasta. El coraje que invoca Terragno apenas alcanza para estimular mentes y corazones abatidos por el estado de la situación nacional.
Ya sabemos que Singapur pegó el salto en un par de décadas, que Japón y Alemania hicieron su milagro de la posguerra, que las reformas del jerarca Deng lanzaron a China al vértigo del crecimiento ininterrumpido o que Chile... etc. Pero nosotros como comunidad no sólo corremos como el cangrejo, sino que parecemos obstinados en no cambiar nada o en querer cambiar todo.
Asistí en las dos ocasiones a un festival de PowerPoints, pantallas en las que brillaban pirámides de ingresos que crecían y disminuían, números y porcentajes en tablas ordenadas por relaciones y periodizaciones, abscisas y coordenadas que mostraban curvas ascendentes que caían fláccidas al final, inquietos punteros láser que recorrían los gráficos coloreados, notebooks sincronizadas en red que orientaban nuestras miradas del conferenciante a sus cuadros y regreso a su sitio; en fin, el público parecía muy satisfecho con los aportes de los panelistas, regocijo que no pude compartir. Más aún, en mi breve y desordenada intervención en el momento de la clausura del simposio rosarino, dije que me iba a casa tan mal como vine, tan confundido como antes, y con una sensación de impotencia política igual a la del día anterior, y todo gracias a que incorporé nuevo conocimiento. Estos actos me demuestran que cuanto más sé, menos puedo.
Alberdi y Sarmiento tuvieron el proyecto de fundar una nación en el desierto argentino –para repetir un título de uno de los libros de Tulio Halperín Donghi–, fue hace siglo y medio; presenciar ahora un intento semejante con estas ideas fundacionales da para pensar. Ya no hay desierto, hay cuarenta millones de habitantes, ciento cincuenta mil millones de dólares en el exterior, cientos de miles de argentinos que decidieron vivir en otra parte o regresar al hogar de sus abuelos, y varios fusibles quemados.
El ex senador nos comunicó que si nuestro país crecía un cinco por ciento anual durante catorce años llegaría al PBI que Croacia tiene hoy. Nos informó que estamos ubicados en el número 88 de 134 países en lo que respecta a los índices de competitividad. Agregó que para la OCDE, nuestro lugar en el ranking de rendimientos en matemáticas, ciencias y lengua de los adolescentes es el puesto 54 entre 56. Aseguró que hasta que no se haga una profunda reforma del Estado que debe incluir una estabilidad sólo condicional de su personal, ninguna otra medida tendría éxito. Respecto al preocupante tema de la energía, mostró que debemos invertir en el sector dos por ciento del PBI por año y que tales recursos deben provenir de corporaciones multinacionales, ya que es imposible hacerlo desde el Estado, y que las inversiones jamás vendrán mientras el precio del gas apenas llegue a un cuarto del valor regional. Nos informó, para finalizar, que la terminación de la obra pública ya iniciada requiere inconseguibles dos mil millones de dólares por año, ni hablar de posibles nuevos emprendimientos.
Coraje, pidió, antes de posar para las fotos en las que sonrieron a las cámaras Morales, Sanz, Giustiniani rodeando al felicitado expositor.
El economista y director de la CEPAL, Bernardo Kosacoff, en el encuentro ruralista de Santa Fe, informó que en las últimas décadas nuestro país creció al 0,7% anual. Es decir nada, un país estancado. Dijo que mientras otros países convierten las crisis en oportunidades, nosotros cada oportunidad la convertimos en una crisis. Hemos destruido riquezas y empobrecido a masas de ciudadanos. Dijo que hay cuatrocientas mil empresas en la Argentina, siempre las mismas entre las que no se fundieron o vendieron, y que no se crean empresas nuevas. Señaló que el poder de recuperación de nuestro país es sorprendente, que pasó de una tasa de inversión del 11 al 23%, de exportar 25 a 70 mil millones de dólares por año, y que también tiene un poder de regresión más sorprendente aún, por la que se fugaron 42 mil millones de dólares en los dos últimos años, dos veces y medio más que en 2001.
El diputado Fernando Iglesias de la Coalición Cívica desplegó una serie de cuadros sobre globalización y sociedad de conocimiento para rematar en una propuesta por la que la Mesa de Enlace comunica a la sociedad que se hará cargo de la provisión de comida gratuita de todos los comedores escolares del país. Aplausos en la sala.
Clientelismo sojero versus clientelismo estatal, pensé, y me dije que no estaría mal que los representantes del agronegocio antes de las dádivas nutritivas recomendadas por el legislador también podían aconsejar sobre los modos de implementar una ingeniería financiera para detener la evasión fiscal del sector, no desertificar zonas boscosas, no regar con glifosato a pueblos aledaños a los cultivos y dar trabajo rural intensivo a los expulsados por la tecnificación sojera.
El sociólogo Agustín Salvia, a cargo del programa del Observatorio de la Deuda Social Argentina, presentó el mapa de la inequidad. Mostró cómo los problemas del empleo y de la educación inciden de un modo contrastante entre el estamento de los más ricos y de los más pobres. Habló de la percepción subjetiva de la pobreza por la cual más de la mitad de la población no cree llegar a fin de mes. Mostró el gráfico por el que entre el 50% y el 67% de los adolescentes pobres abandonan el secundario y que el número de habitantes que no tienen cobertura social alguna está cerca de los índices de 2004, es decir 47%, luego de una mejoría hasta 2007.
Eduardo Creus, de la Corriente Clasista y Combativa, dio un cuadro épico y trágico de La Matanza, con sus dos millones de habitantes y sus ciento noventa asentamientos. Por otro lado, un experto en políticas impositivas exigió que se eliminaran los 83 impuestos nacionales y provinciales que ahogan en lo fiscal a los argentinos que ganan dinero, y que nos inspiremos en el modelo de la Rusia de Putin, que tiene un único impuesto basado en el modelo del flat tax.
Por lo general, en el simposio había dos preocupaciones. Por un lado, seducir a los ricos para que hagan negocios en nuestro país, y por el otro, eliminar la inequidad social y la miseria. En síntesis, crear bolsones de riqueza y eliminar bolsones de pobreza, haciendo confluir la gran base de pobres de la pirámide social con el vértice de los ricos en la gran meseta de clase media de una sociedad feliz.
*Filósofo (www.tomasabraham.com.ar).