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MEDIOS, PODER Y CREDIBILIDAD

Predicción

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Entre los múltiples comentarios y declaraciones que le fueron solicitados en ocasión de recibir la Pluma de Honor de la Academia de Periodismo, y a propósito de la fuerte confrontación entre el Gobierno y los medios de información no oficialistas que tiene lugar en la Argentina y en varios otros países, Beatriz Sarlo lanzó una frase recogida este último martes en un titular del diario Clarín: “No sé si la prensa tiene tanta influencia”. El interrogante no es nuevo, pero resulta muy oportuno haberlo vuelto a colocar en la agenda en un año electoral.

La pregunta sobre “el poder de los medios” es un clásico del primer año de estudios de comunicación. Cuando aparece, hay que mostrar –con paciencia y determinación–, que la pregunta no tiene respuesta porque está mal formulada. Tenemos que empezar por diferenciar soportes técnicos, tipos de medios, géneros, distinguir información de entretenimiento. En determinadas circunstancias, un programa humorístico puede tener más influencia sobre la imagen de un político, y eventualmente sobre su desempeño electoral, que los programas periodísticos (esta sospecha existió, por ejemplo, a propósito del pasaje del entonces presidente Fernando de la Rúa por El show de VideoMatch de Tinelli en el 2000).

Volvamos al interrogante, más específico, al que aludió Beatriz Sarlo. Ignoro si usó la expresión “la prensa” en un sentido amplio, incluyendo a todos los medios informativos, o si sólo tenía en mente a la prensa gráfica, principalmente a los diarios. En todo caso, queda planteada la cuestión de la especificidad de los diferentes tipos de medios informativos. La pregunta implícita sería: ¿hasta qué punto determinado producto mediático informativo afecta los procesos económicos, políticos, sociales, culturales del sistema social en el que se difunde? Pregunta bien complicada que, claro está, no pretendo responder en esta columna. La única respuesta inmediata posible no ayuda mucho: “depende de las circunstancias”.

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Dado que se vienen las primarias en agosto y las elecciones legislativas en octubre, limitémonos a la cuestión electoral. ¿Qué factores determinan el comportamiento de voto de los ciudadanos de un país en un momento dado? Pregunta sin duda tan compleja como la anterior, a la que dedican todos sus esfuerzos teóricos y empíricos mis apreciados colegas de la ciencia política. Algunos principios y generalizaciones se pueden formular, y el peso relativo de ciertos factores, si se toman en cuenta sobre todo las series históricas, puede ser estimado. Mi frase es voluntariamente vaga, porque se trata de un terreno en el que no voy a entrar, careciendo de las herramientas mínimas para hacerlo. Quiero sí observar que, en el nivel de análisis al que me estoy refiriendo, se trata de generalizaciones estadísticas: se habla de un colectivo de ciudadanos, no de los actores individuales. Y aquí aparece un problema también muy complicado. Porque la (eventual) influencia de un fenómeno mediático (un programa de radio o de televisión, la posición de un diario, reiterada cotidianamente a través de artículos y notas de opinión, etc.) sobre las intenciones de voto, pasa necesariamente por la red neuronal de cada uno de los actores sociales: el colectivo de los ciudadanos no tiene cerebro. Si el discurso de un medio produce algún “efecto”, éste sólo puede tener la forma de procesos mentales en la cabeza de cada uno de los actores. Los medios no afectan otra cosa que operaciones mentales de quienes los consumen, operaciones que pueden traducirse en comportamientos específicos (por ejemplo el voto). Y como la mayoría de los procesos mentales interesantes son inconscientes, no sirve de nada preguntarle a la gente si tal o cual programa le parece importante, o por qué votó a tal o a cual candidato.

Ahora bien, salvo situaciones excepcionales (que muchas dictaduras han hecho posibles en el pasado), que incluyen sometimiento y violencia física extremos, los cerebros del sapiens no son fácilmente manipulables. Los frecuentes errores de las encuestas de opinión en la predicción de resultados electorales, en los países más diversos, es un buen síntoma de que los procesos mentales de los actores guardan todavía muchos misterios.

La credibilidad de los modelos depende, entre otras cosas, del riesgo que uno corre ¿no? Bueno, ahí vamos, negro sobre blanco: el Gobierno va a perder las próximas elecciones legislativas. Sospecho lo peor: que la propia Cristina está convencida de ello, y que en consecuencia ya está en plena profecía autorrealizante y va cometer muchos errores. Hay que ir preparándose para lo que vendrá después.

Si hay algún cambio les aviso. 
 

*Profesor emérito Universidad de San Andrés.