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Preguntas y fantasmas

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Es fácil ser fantasma. Casi todos se inventan alguno. Nos convocan desde los más niños para salvaguardar sus noches, hasta los que están en la plenitud de su vida, para aplacar la incertidumbre. Solemos formar parte de colecciones privadas, no es habitual que exhiban nuestra presencia. Prefieren guardarnos en algún placard o cajoncito, detrás de la puerta o en el rincón de sus ojos; o incluso hacernos pasar por sus propias sombras. Si bien nos tienen para garantizarles el miedo, nos esconden para ocultárselo a los demás. Las sociedades también se organizan a través de sus fantasmagorías. Recuerdo a uno de nosotros tan poderoso que la gente creía que recorría el mundo.

De muertos no tenemos más que la inspiración de los vivos. Además… ¿cómo matar a un muerto? 

En la literatura hay variadísimos ejemplos de nuestras presencias: pobres en pena, espectros de novios, difuntos mentirosos, niños beatos, viejos arrepentidos, asesinos condenados, padres invictos, pecadores irredentos, todos ellos “mal muertos” que vienen a dar cuenta de los puntos suspensivos. Les falta el final. “¿Qué es un fantasma?”, se preguntaba un personaje de Joyce: “Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres”. 

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Si bien los fantasmas pululamos a lo largo de los siglos, cambia nuestro sesgo terrorífico según la amenaza de la época. Uno de los más antiguos data de los primeros decenios de la era cristiana: el espectro de una casa tomada creado por Plinio el Joven que trastorna el sueño de la gente. Luego llegarán los ominosos (los peores de los nuestros) creados por E.T.A. Hoffmann o Edgar Allan Poe, Maupassant o Henry James.  

El relevo de los miedos nos actualiza. Cambian nuestros contornos dándole forma a lo más temido. En el presente, los muertos vivos ya no infunden tanto miedo, parece más terrible el destino de los vivos muertos. La vida sin existencia, la virtualidad desprovista de afecto. Por otra parte, en lugar de trascender, lo que más les importa es retener el cuerpo. Renovar el envase sin crecer por dentro. A diferencia de Romeo y Julieta, la muerte no puede ser un accidente de la perduración. Se busca mayormente su cálculo, para aplazarla o gozar eternamente de una sed (como los vampiros). 

Así, los fantasmas que parecemos muertos condenados a vivir eternamente estamos hechos de preguntas condenadas a no tener jamás una respuesta. ¿Cuáles serán las actuales y qué amenazas las solventan?