¿Qué pasaría si se unieran Mauricio Macri y UNEN? Tal posibilidad suscita una serie de interrogantes: ¿se trataría de una jugada política madura e inteligente o de un nuevo engendro electoralista condenado al fracaso? ¿Sería una excelsa alquimia electoral o apenas un burdo manotazo de ahogado por parte de quienes avizoran que tienen pocas posibilidades? En un nivel más pragmático, esas preguntas remiten a otra más simple: ¿a través de esa alianza existiría una chance electoral cierta para dos espacios políticos que hoy estarían en desventaja frente a Sergio Massa y Daniel Scioli? Lo cual supone analizar si la ecuación entre sumas y restas tiene signo positivo y magnitud suficiente. En consecuencia, se bosquejan aspectos a favor y en contra de esa unión.
A favor. En principio, la idea de una alianza UNEN-PRO podría ser útil para captar a aquella porción del electorado hastiada del kirchnerismo pero también del peronismo. Desde tal perspectiva, la incipiente coalición podría aspirar a posicionarse como una alternativa ética-republicana que reivindique el valor de la institucionalidad, en contraposición al modelo de connivencia con la corrupción que cierto imaginario ciudadano atribuye al peronismo. Adicionalmente, al unirse, tanto UNEN como el PRO evitarían tener que entablar una guerra táctica entre sí tendiente a demostrar quién es realmente la verdadera opción republicana. Por último, el aspecto virtuoso de la unión podría estar dado por la impronta con que contribuiría cada socio. Así, Macri aportaría el modernismo hacedor, Binner, el progresismo eficiente, Cobos, la mesura institucionalista y el consenso dialoguista, Carrió y Solanas la intransigencia ante la corrupción, etc.
En contra. Evidentemente, el talón de Aquiles de UNEN-PRO es su mezcla ideológica. Aunque la oposición al kirchnerismo, la ética republicana y la lucha contra la corrupción constituyan valores suficientes para propiciar una coalición, el problema es si las diferencias internas de sus integrantes no resultan más graves que lo que los distinguiría del bando contrario. Tal fragilidad de origen podría determinar reparos en la ciudadanía. Por un lado, en un plano ético podría ocurrir que, en lugar de interpretarse que la coalición se funda en una necesidad ética-republicana, se leyera como simple oportunismo inescrupuloso y, por ende, eso determinara un efecto contrario. Por otro lado, en un nivel pragmático podría percibirse que una coalición con tantos “caciques” como ideologías contrapuestos nace condenada a no poder encontrar consensos mínimos para gobernar. En consecuencia, sería posible que la misma ciudadanía que reniega del peronismo termine finalmente votándolo porque del otro lado emerge ese angustiante horror denominado “fantasma de la no gobernabilidad”.
Fortalezas, riesgos y paradojas. La alianza UNEN-PRO nacería de una necesidad y engendra una virtual paradoja: unirse para mejorar una posición a riesgo de empeorarla.
En síntesis, puede concluirse que tal unión representa un jugada audaz y riesgosa. Tal vez el mismo UNEN –sea por principios o por cálculo– no se determine a consumarla. Pero si lo hace, deberá aplicar una inteligencia superlativa para convencer a una sociedad hastiada e incrédula de que esta vez tiene sentido creer.
*Director de González y Valladares Consultores de Marketing Político.