Después de décadas de funcionar a los tropezones en las más variadas dimensiones de su organización social, Argentina se encuentra hoy en situación crítica. El proceso lento de su deterioro hizo que nos fuéramos acostumbrando a la destrucción sin tomar conciencia de que nos estamos quedando sin sociedad.
Para salir de esta situación de precariedad y encontrar la senda del progreso material, social y cultural, se debe resolver varios problemas: el estancamiento económico, la inseguridad, el deterioro educacional, la crisis energética, el narcotráfico y la inflación, por nombrar algunos. Pero es un error pensar que para resolverlos alcanza con un conjunto de políticas que contengan las respuestas técnicas adecuadas, ya que por detrás de esos problemas existen grupos corporativos con intereses creados que pugnan para que nada cambie.
Algunos de esos grupos defienden intereses legítimos, como los empresarios y los trabajadores, que buscan condiciones de producción y distribución adecuadas. Pero aun dentro de estos grupos, hay sectores que se exceden en sus demandas, obstaculizando la aplicación de las políticas que son necesarias: es el caso de los empresarios que exigen ser protegidos de su ineficiencia, o el de los sindicatos que reclaman el monopolio de las obras sociales para quedarse con las diferencias. Lo mismo puede decirse de las organizaciones que se adueñan del espacio público para reclamar ayuda del Estado, obstaculizando el paso de mercancías y personas. Los gremios docentes constituyen un grupo corporativo particular al dificultar las reformas educacionales necesarias para la inclusión ciudadana y la mayor productividad de la economía. Más preocupante es el caso de algunos grupos enquistados en las fuerzas de seguridad y el servicio penitenciario, quienes lejos de cumplir con su misión de usar la coacción física para la seguridad de los ciudadanos, hacen del accionar delictivo una fuente de ingresos. La vinculación de esos sectores con el narcotráfico es un obstáculo más para el éxito de las políticas tendientes a sacar de la pobreza y la deserción escolar a muchos jóvenes de las villas de emergencia, además de los daños propios de la droga.
No se puede pensar en resolver los grandes problemas que nos aquejan sin dar batalla a esos y otros grupos corporativos que están dispuestos a complicar la estabilidad de cualquier gobierno que ponga en peligro sus intereses espurios. Hacerles frente no puede ser tarea de un solo partido político, por lo que se hace imprescindible un pacto de gobernabilidad entre todas las fuerzas dispuestas al cambio. Puede pensarse que los acuerdos sobre políticas de Estado dan respuestas a esta preocupación; sin embargo, y en la medida en que las mismas se concentren en los aspectos sustantivos del problema, no alcanzan. Es necesario un pacto explícito de actuar en conjunto contra esos grupos para impedir que las fuerzas que no resulten elegidas construyan poder a partir de las trabas que esos intereses ponen al nuevo gobierno.
De no alcanzarse este pacto de gobernabilidad, el nuevo gobierno puede verse tentado a transitar el camino anteriormente recorrido por otras fuerzas políticas: pactar con esos grupos, a los que mantendría sus prebendas y privilegios para que le garantizaran un tránsito tranquilo, aunque anodino, en su gestión de gobierno.
La búsqueda de este pacto supone que los diferentes partidos políticos tienen la firme voluntad de realizar los cambios necesarios para destrabar el desarrollo económico y social de la Argentina. Voluntad que no debería darse por existente. Por eso, esta propuesta servirá también para poner en evidencia a aquellos que prefieren continuar con las viejas prácticas de “arreglar” con los grupos corporativos, a los que acusan de trabar su gestión mientras negocian con ellos el monto de las coimas o retornos.
*Sociólogo.