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Profesionalizar el mal

Abierta la caja de Pandora de Odebrecht, la Justicia brasileña avanzó con su sistema de delación premiada con las útiles consecuencias actuales que todos conocemos.

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Mexico, Brasil, Argentina. El cuerpo de Javier Valdez, el último periodista asesinado en Sinaloa, Odebrecht con Cristina Kirchner y Temer con Macri. | Cedoc Perfil /G.L.

Hechos desconectados, como el asesinato del periodista mexicano especializado en narcotráfico Javier Valdez y la corrupción en Brasil, desenmascarada a partir del caso Odebrecht, comparten un elemento en común: son también resultado de la profesionalización del mal (obviamente de distinto grado).

Comienzo por la crisis de Brasil. Esta semana recibí la visita del responsable de Relaciones Institucionales de Odebrecht a nivel mundial y del CEO de Odebrecht de Argentina desde 2016. Se trató de una entrevista formal porque, tras la detención de los 78 principales ejecutivos de Odebrecht en Brasil, la empresa pasó a tener un directorio independiente de los accionistas, más un compliance (palabra de moda en el mundo de las grandes empresas que significa “sistema de cumplimiento de normas éticas”), por el cual cada ejecutivo está obligado a colocar en la página de internet pública de la empresa las reuniones que tiene.

Le recordé al CEO de Argentina que a su predecesor, que en 2014 cuando el Lava Jato no existía, durante un almuerzo con el embajador de Brasil y otros representantes de empresas brasileñas en Argentina, le pregunté si la corrupción de los gobiernos en Latinoamérica y Africa era mayor que en el resto del mundo (Odebrecht realiza también obras en EE.UU. y Europa) y respondió minimizando el problema, sin comprender a lo que estaba expuesto.

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Perfeccionaron la mafia con sicarios, profesionalizando el asesinato con la misma banalidad del mal

Por entonces, Odebrecht tenía alrededor de 200 mil empleados, con ventas cercanas a los 40 mil millones de dólares anuales, y era la Nº 1 mundial en construcción de plantas hidroeléctricas y obras sanitarias, la Nº 5 en puentes y tuberías, la Nº 6 en aeropuertos, la Nº 7 en autopistas, la Nº 18 entre todas las empresas mundiales de construcción y la mayor empresa de ingeniería de Latinoamérica. También, lo sigue siendo, la dueña de la tercera mayor empresa de petroquímica del mundo, Braskem, que además es la mayor productora de polipropileno de Estados Unidos.

Odebrecht fue fundada hace sesenta años por el abuelo de quien hoy está preso, y su crecimiento fue atribuido por el actual CEO de Argentina a la eficacia y al profesionalismo con que la empresa siempre realizó todas sus operaciones, aumentando su productividad, “por eso frente al problema de la corrupción en Latinoamérica profesionalizamos hasta la corrupción”. Esto, que suena escandaloso, si se lo entiende dentro de la cultura de una empresa de ingenieros obsesionada por la eficacia que requiere medir y registrar todo, permite comprender el grado de ingenuidad que fue descubriendo el juez del Lava Jato, Sergio Moro, al encontrarse con una contabilidad paralela, de “caja dos”, con prolijos registros de a quién se le pagaba qué porcentaje y hasta con un departamento de coimas institucionalizado dentro de la empresa como un trabajo más.

En otra escala, obviamente incomparable, los carteles de la droga expandieron un empleo: los sicarios, perfeccionando la mafia en la profesionalización del asesinato. El caso del periodista Javier Valdez conmueve especialmente porque se trata de alguien reconocido internacionalmente: en 2011, la Universidad de Columbia le otorgó el Premio María Moors Cabot y el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), el Premio Internacional a la Libertad de Prensa. Vale la pena ver el discurso de Valdez, casi profético, al recibir el premio. El Carlos Lauría al que se refiere Valdez en su discurso es el presidente del CPJ, quien previamente fue corresponsal de Editorial Perfil en Estados Unidos.

También la Academia Nacional de Periodismo transmitió su solidaridad al periodismo mexicano porque Valdez es el más notorio pero, desde el asesinato en Argentina de José Luis Cabezas hace veinte años, en México asesinaron a 120 periodistas, a razón de seis por año y en estadística creciente, porque en 2016 fueron nueve. Si la sociedad argentina hubiera naturalizado la muerte de un periodista como Cabezas en lugar de salir masivamente a pedir justicia, se habría seguido asesinando a periodistas en nuestro país.

Querían hacer eficiente el pago de coimas y crearon un sistema de protocolos para administrarlas

Extremando nuevamente las desproporciones con el fin didáctico de hacerlo más comprensible, vale apelar al concepto acuñado por Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén, sobre la banalidad del mal para los nazis, que inventaban métodos más eficientes para profesionalizar el exterminio. En toda profesionalización como actividad de lo aberrante, se construye una subjetividad que lo naturaliza.

Salvando las distancias, los ejecutivos de Odebrecht explican que, como no se podían hacer obras en Latinoamérica sin pagar coimas, las sistematizaron. Los políticos quedaron expuestos gracias a esa banalidad de los ingenieros brasileños, que ejecutaban las coimas con el mismo profesionalismo con que construían puentes. Abierta la caja de Pandora de Odebrecht, la Justicia brasileña avanzó con su sistema de delación premiada con las útiles consecuencias actuales que todos conocemos.