El lunes pasado, temprano por la mañana, con la lectura de los diarios, en la Casa Rosada alguien, en la cúpula, lanzó, sardónicamente: “Ahora que en Perú ganó PPK (el ultraliberal Pedro Pablo Kuczynski), ¿quién frena la fórmula (Gustavo) Lopetegui-(Juan) Aranguren para las elecciones de 2019? Confía un alto funcionario que estallaron las carcajadas en el primer piso de la Casa de Gobierno, síntoma de que el humor y la ironía sobreviven en la cúpula de Cambiemos, a la par de un sano registro de las causas del malhumor social.
Lopetegui se ganó fama en la interna oficial como el dueño del "lápiz rojo" y dietólogo de los presupuestos. Aranguren está a punto de ocupar un rol de espejo con su archienemigo de la última década, Guillermo Moreno, a quien la etiqueta de la prepotencia trocaría por la de la insensibilidad a la hora de aplicar la eliminación de subsidios. No por nada el ex titular de Shell pudo sobrevivir en la arena empresarial a la ofensiva judicial y política de Néstor y del Napia Moreno.
La altura de la política internacional habilitó, entonces, permitirse bromear acerca de la división entre gradualistas y shockeadores, donde Aranguren aparece como el más extremo. En la industria energética tienen por seguro que el titular de la cartera, contrariamente a lo que su talante y decisiones políticas registran, no comparte la aplicación laxa del megaajuste de tarifas.
Atravesó Juanjo Aranguren su momento particular la semana pasada. Endurecido el panorama social por los tarifazos, la inflación y la parálisis productiva, el Gobierno salió a cubrir las espaldas y borrar parte del ajuste en el sur del país y para las pymes, cuyos costos quedaron al borde del abismo con las facturas de mayo. Ordenadamente, el Gobierno retrocedió, con Rogelio Frigerio, el principal operador político del Gobierno, como estandarte. Todo indicaría que el papelón de un Aranguren "shockeador" lo dejaba fuera de carrera. Dos veces en un día lo confirmó gestualmente el Presidente, convalidando la tesis de que, con minorías legislativas, el Gobierno dará todos los pasos que pueda, y los que se lo permitan, y que no tendrá prurito en pararse en seco.
Hablando de energía, se oficializó el martes pasado la designación como CEO de YPF de Ricardo Darré, un alto ejecutivo de Total, que en dupla con Miguel Angel Gutiérrez no sólo reemplazarán a Miguel Galuccio, quien reunía los dos cargos desde la nacionalización de la compañía. Darré-Gutiérrez se proponen dar vuelta la empresa, removiendo vestigios administrativos y capas geológicas que, aseguran, mantenían paralizada a la empresa.
Mientras tanto, el contador de semestres del Gobierno intenta encontrar datos positivos en el freno registrado en la inflación núcleo. Se proyecta ahora, como lo anticipó ayer PERFIL, una inflación del 2% para este mes. Antes de tanto optimismo, este miércoles habrá una prueba de fuego, con la presentación en sociedad del nuevo IPC por parte del Indec. Tanta confianza se tiene el Gobierno en este relanzamiento institucional que decidió adelantar la misión del FMI para auditar al país (ver más información en pág. 27). A pesar de que los datos no favorezcan a su performance, morirán con las botas puestas.
Prefiere ver el Gobierno las señales positivas de la mano de la reducción de las tasas de interés que el BCRA redujo en un punto, hasta 33,25% anual a 35 días. Cada semana crece la duda acerca de quién podría tomar un crédito pagando semejantes costos, pero se piensa en el beneficio mayor, el del control de la inflación. Lidia el Banco Central también contra la apreciación cambiaria. El retroceso del tipo de cambio hasta los niveles de $ 13,80 del viernes, con la consecuente pérdida de competitividad, directamente corta las piernas a la exportación.
Un gobierno "shockeador" aparece sujeto a la inversión pública, a las exportaciones agropecuarias, al consumo que le aporten los jubilados y a las promociones en los supermercados. También es difícil de considerar de mano dura a una gestión que en el ordenamiento fiscal produjo ahorros en subsidios, por aumentos de tarifas y eliminación de empleos públicos de 1,1% del PBI. Y que del otro lado los aumentará con los pagos de sentencias de la Corte de la coparticipación, la elevación del mínimo no imponible de Ganancias, la reducción de retenciones, incrementos de asignaciones por hijo y a los mayores, por los subsidios petroleros, el reconocimiento de deudas a los jubilados, por el 5,72% del PBI.
Sólo los partidarios de PPK podrían acusarlos de insensibilidad.