Finalmente, Horacio Rodríguez Larreta se impuso a Gabriela Michetti. Antes de que Mauricio Macri decidiera apoyar al primero, varios encuestadores coincidíamos en otorgar una clara ventaja a la segunda. Luego de ese apoyo, aquella primigenia diferencia se fue achicando. Diez días antes de los comicios, nuestra medición ubicaba a Michetti cuatro puntos arriba. La última semana, esa brecha se redujo a 1,1%, configurando así un escenario de empate técnico. Por su parte, otros encuestadores que también verificaron similar tendencia alcanzaron a corregir sus estimaciones anticipando correctamente el triunfo de Larreta.
¿Por qué ganó Rodríguez Larreta?
A nuestro juicio, los triunfos del PRO en Capital siempre han obedecido a la concurrencia de dos factores: la preferencia hacia Macri y la intención de castigar al kirchnerismo. Con independencia de eso, hasta hace poco los porteños preferían el carisma de Gabriela Michetti antes que el bajo perfil de Larreta. Pero la necesidad política de Macri inclinó la balanza a favor de su jefe de Gabinete. Presentarlo como el artífice operativo de una gestión exitosa y, por ende, lograr que se lo perciba como su garante resultó una jugada ingeniosa del líder del PRO. Primero, porque convenció a sus simpatizantes pero, además, porque señaló claramente a qué candidato debían votar los antikirchneristas para salvaguardar su voto útil. Ante ese entramado de causas, la estrella de Gabriela Michetti quedó claramente relegada a un segundo plano.
¿Por qué nuestro pronóstico fue erróneo?
Cuando la predicción de un sondeo resulta errónea, no sólo falla un cálculo estadístico, sino la lógica explicativa que le da marco. Una medición telefónica nos anticipaba un triunfo de Rodríguez Larreta. Un excesivo control de variables nos condujo a realizar una encuesta personal a efectos de descartar el posible sesgo del sondeo telefónico. Para nuestra sorpresa, el resultado de la encuesta personal mostró a una Gabriela Michetti que aún conservaba ventaja. Fue la dificultad de renunciar al marco explicativo previo que prescribía mayores chances a Michetti, lo que nos impidió atender a la evidencia que, al final, resultó correcta. Ciertamente, podríamos haber replicado el cotejo entre ambas metodologías, que acaso nos habría permitió corregir el error; pero el tiempo ya se había agotado.
Aunque la explicación del desacierto no exime nuestra responsabilidad, nuestro respeto al lector nos determina a hacerla.
*Director de González y Valladares.